Blancanieves
España / Francia / Bélgica (2011) *
Duración: 100 min.
Música: Alfonso de Vilallonga
Fotografía: Kiko de la Rica
Guion: Pablo Berger (Inspirado en el cuento de los Hermanos Grimm)
Dirección: Pablo Berger
Intérpretes: Macarena García (Carmen / Blancanieves), Maribel Verdú (Encarna), Daniel Giménez Cacho (Antonio Villalta), Sofía Oria (Carmencita), Pere Ponce (Genaro), José Maria Pou (Carlos Montoya), Inma Cuesta (Carmen de Triana), Ramón Barea (Don Martín), Ángela Molina (Doña Concha), Sergio Dorado (Rafita), Emilio Gavira (Jesusín).
Principios del siglo XX. Sevilla está vacía porque todos acuden a La Colosal, la plaza de toros, donde el popular torero Antonio Villalta se enfrentará a 6 toros.
Antes de salir a la plaza le reza a la virgen y le pide protección, besando un retrato de su mujer que transporta en un relicario que deja colgado a través de la Virgen.
En el graderío Carmen de Triana su mujer aplaude orgullosa a lo largo de el paseíllo.
Villalta recibe a su primer toro a puerta gayola, cuajando una enorme faena, que se repetirá con el resto de los toros.
Cuando llega el sexto, Antonio se lo ofrece a su mujer y al hijo que transporta en sus entrañas, aunque no consigue coger la montera que le lanza.
La faena es también un enorme éxito, aunque cuando se dispone a matar a Lucifer, el toro, un fotógrafo trata de inmortalizar el instante realizando que Antonio se despiste, siendo cogido por el toro.
Herido de gravedad en el hospital es atendido por una hermosa enfermera a la que la monja con la que trabaja le dice que la mujer del torero tiene bastante fortuna ya que es un hombre guapo y rico.
Pero la mujer no posee tanta suerte, y está siendo llevada en ese instante al quirófano, estando los dos, marido y mujer hospitalizados, el primero siendo operado y la segunda trayendo a su hijo al planeta, afirmando diciéndole la monja respecto de esta que no puede llevar a cabo nada, mientras la mujer muere desangrada.
Transporta tras ello la novedad de la desaparición de Carmen de Triana al quirófano donde están operando a su marido que, cuando se despierta pregunta a Martín, su apoderado dónde está Carmen, dándose cuenta entonces de que no puede sentir sus manos ni sus pies, tras lo que regresa a preguntar por Carmen, comprendiendo frente el silencio del apoderado lo ocurrido.
Como la niña consiguió vivir, Doña Concha, la madre de Carmen le transporta a la pequeña al torero para que la conozca, aunque él la repudia.
De a poco Encarna, la enfermera, comienza a hacerse infaltante para Antonio, al que otorga de comer y afeita con mimo, y algún tiempo después será su acompañante cuando reciben a la prensa a las puertas del hospital Nuestra Señora del Mal de Sevilla donde comunican que el torero vuelve a su casa, aunque ella, que es quien empuja su silla de ruedas, le impide comentar pretextando que está convaleciente.
Pasan los años y Carmencita se enlista para su primera comunión con su abuela, con la que vive y a la que le pregunta si piensa que su padre irá al día siguiente.
La niña ojea tras ello un álbum con imágenes de sus padres, donde también hay recortes con la novedad de la cogida de su padre y de la boda de este con su enfermera.
La niña sueña con ver a su padre, observando cómo acuden los padres de todas sus compañeras a recogerlas, no teniendo ella a nadie más que a su abuela, la cual le organiza después una fiesta a la que acude Don Martín, el apoderado de su padre que le transporta un gramófono como obsequio de este en el cual ponen un disco al ritmo del cual bailan sevillanas, acabando por caer su abuela al suelo mientras baila.
Muerta su abuela, la niña debe teñir su vestido de comunión de negro, siendo obtenida por un chófer de su padre que la transporta hasta su colosal fina donde es recibida por un grupo de sirvientas y por su madrastra, que la recibe felizmente y con simpatía, aunque una vez dentro le prohíbe terminantemente subir al piso de arriba, donde está su padre.
Se abre entonces su maleta y de ella sale Pepe, su gallo, que su madrastra ordena envíen al gallinero, acompañando tras ello a la niña a su novedosa habitación, un sótano lúgubre y sin acondicionar que usan como carbonera, tras lo que procede a cortarle el pelo como si fuera un chico, encargándole los trabajos más duros del cortijo como cargar con el carbón, sacar el agua del pozo, lavar la ropa, ofrecer de comer a a los animales y agarrar sus huevos, sin tener la posibilidad de ver jamás a su padre.
Un día Pepe, su gallo se escapa del gallinero siguiéndola y accediendo en la vivienda, debiendo la niña proceder a buscarlo, para lo que debe subir al piso de arriba más allá de poseerlo contraindicado, teniendo la posibilidad de ver cómo su madrastra se prueba numerosos sombreros frente el espejo de manera frívola.
Se cuela tras ello en una habitación encargada de su padre como torero, llena de avisos y animales disecados donde está Pepe, hasta que persiguiéndolo llega a una colosal estancia donde está su padre en una silla durmiendo.
El hombre, asustado por el gallo, que lo despierta, comienza a llevar a cabo sonar una campanilla con su boca al no poder mover las manos.
La niña se oculta entonces bajo la cama para que no la vean, observando cómo cuando hace aparición Encarna él escoge no decir nada de la existencia de la chica, pretextando haber hecho sonar el timbre porque tiene sed, frente lo que Encarna tiene una reacción tirándole un vaso de agua a la cara por ser molestada.
Al día siguiente Carmencita regresa a subir observando por el ojo de la cerradura del cuarto de su madrastra a esta montada sobre su chófer que está en ropa interior a 4 patas y con una montera.
Va a conocer después a su padre que, al volverla a conocer reconoce en ella a su hija, llorando de alegría, y pidiéndole perdón.
Desde ese acercamiento la niña acude cada día a conocer a su padre con el que es feliz, contándole este cuentos y pasando agradables ratos juntos mientras su madrastra se entretiene con Genaro, su chófer al que hace posar con ella como si de un galgo se tratara para un retrato.
Antonio enseña a torear a su hija, observando con satisfacción la capacidad de esta con el capote.
Mientras la madrastra sale de caza, Carmencita baila para su padre al ritmo de un disco de los que grabó su madre, realizando que su padre “baile” también, moviendo y realizando girar su silla realizando también que suene la campana.
Encarna, de vuelta de la montería ve reflejos en la habitación de su marido y se dirige a ella con sus galgos, aunque cuando llega a la habitación ve que todo está relajado y que su marido duerme, observando entonces que algo se desplaza tras unas cortinas, observando que hablamos de Pepe, el gallo.
Y esa noche Encarna invita a Carmencita a cenar con ella en su lujoso salón por primera oportunidad desde que vive allí, preguntándole a la niña cuando hace aparición la cocinera con el segundo plato si le agrada el pollo en PEPEtoria mientras ríe malvadamente, observando cómo la sirvienta muestra como segundo plato a su gallo, realizando que la niña sienta ganas de vomitar, por lo cual sale corriendo, siendo detenida por Genaro, que le dice que ya sabe que si la desobedece quién será el próximo, realizando que la niña la vea mientras ella come un muslo del pollo.
Al día siguiente Carmencita entierra los restos del gallo bajo un árbol y reza por él.
Además, desde ese día la madrastra cierra con llave la habitación de su marido, mientras Carmencita debe continuar encargándose de las tareas de la vivienda y cuando tenderá entrena con las sábanas como si fueran un capote, creciendo así.
Siendo ya joven la avisan un día de la desaparición de su padre, que murió al ser lanzada su silla por las escaleras de parte de Encarna.
Pondrán al torero vestido de luces sentado en un diván para que se fotografíen con él familiares y amigos, logrando arrimarse Carmen a él solo cuando se van las visitas.
Y al día siguiente Encarna envía a Carmencita a buscar flores para su padre al bosque, muy lejos, adonde la transporta Genaro, donde debe terminar con ella.
Una vez en el bosque trata de asfixiarla, procediendo a ofrecerle entonces un beso, instante que ella explota para escapar, siendo perseguida por Genaro hasta el río, al que la muchacha se arroja, siendo alcanzada por el chófer que hunde su cabeza para ahogarla, dejándola allí tras darla por muerta.
Pero al anochecer un hombre le hace el boca a boca y consigue que Carmen vuelva en sí, observando al despertarse que está cercada de enanos que la observan y le preguntan qué le pasó, ya que tiene marcas en el cuello, quejándose uno de ellos porque dice que les traerá inconvenientes y además está ocupando su cama.
Los enanos se muestran como Manolín, Juanín, Victorino, Josefa, Rafita, Jesusín y Josefa, que forman parte del espectáculo de los Enanitos Toreros.
Estos la adoptan y deciden llevarla con ellos a lo largo de la da un giro de su espectáculo más allá de las continuas quejas del cascarrabias Jesusín que reitera que que les traerá inconvenientes.
Carmen, que ha perdido la memoria los acompaña y mira feliz su actuación, observando lo bien que torea Jesusín, dedicándole después Rafita las banderillas.
Ve cómo Jesusín al agacharse a coger una flor que le tiró una mujer a la que le brindó la vaquilla es cogido por esta, observando que no solo nadie hace nada por asistirlo, sino que además todos ríen entretenidos, saltando entonces ella al ruedo toreándolo con enorme arte, siendo festejada por todos menos por Jesusín, que se siente celoso del éxito que le debería haber correspondido.
Los enanos le preguntan si les gustaría quedarse con ellos, aceptando ella llevarlo a cabo, y como no se acuerda de su nombre deciden llamarla Blancanieves como la del cuento, empezando a viajar con ellos por toda España con enorme éxito, pasando a nombrarse Blancanieves y los 7 Enanitos Toreros.
Visto su éxito, un apoderado, Carlos Montoya Val, les ofrece debutar con su espectáculo en la Colosal de Sevilla, lo que ellos admiten como un enorme éxito, sin ofrecerle consideración a que firman un contrato para siempre y en única, asegurando él que el contrato es una pura formalidad, firmando ella con una X al no entender escribir.
Encarna, la adinerada viuda es entrevistada para la revista Lecturas a quienes les enseña su novedosa casa de Sevilla, y a su decorador y obsoleto chófer, Genaro Bilbao, respondiendo cuando le preguntan cómo transporta la pérdida de su marido al año de la desaparición de este, que la procesión va por dentro, aunque no revela pesar alguno.
Su historia con los enanos es feliz, con excepción de algún episodio, como el día en que se le vino a la cabeza el recuerdo de Pepe, su gallo, cuando Josefa les preparó para comer unos pájaros.
Blancanieves baila con sus nuevos amigos, excepto con el rencoroso Jesusín, que mira cómo Rafita está tan enamorado que la mira extasiado mientras observan unos fuegos artificiales, lanzando Jesusín un cuchillo contra la imagen de ella de su carromato.
Encarna lee Lecturas, observando que el informe sobre ella se restringe a una foto donde sale de espaldas, mostrándose no obstante un extenso informe sobre “Blancanieves” y el encontronazo que está ocasionando, llenando con su arte las plazas de toda España, por lo cual enojada golpea a Genaro con una figurita, dándole tan fuerte que termina con su historia, tirándolo tras ello a su piscina para emular un incidente.
Llegado el mes de abril, debutarán en la Colosal, que cuelga el letrero de “No hay billetes”.
Carmen acude antes del espectáculo a la capilla de la plaza, donde encuentra el relicario que dejó años antes su padre, acordándose de repente de su madre.
Jesusín, por su lado trata de vengarse de ella modificando los avisos de los toros, en los toriles, poniendo la pizarra del que le correspondía a Blancanieves para Lagartijo y para esta a Satanás, un toro de 560 kilos en lugar de la vaquilla de 140.
Blancanieves agradece antes de salir a la plaza a los enanos todo lo que hicieron por ella, diciéndoles que son su familia, abrazándolos y besándolos a todos, lanzándole uno a Jesusín más allá de la animadversión de este.
Entre el público que va a conocer la corrida está Encarna, así como Don Martín, el obsoleto apoderado de su padre, que al verla la llama Carmen, diciéndole que sabía que era ella y asegurándole que Antonio Villalta estaría orgulloso de ella, comenzando a llegar a su cabeza recuerdos del pasado mientras hacen el paseíllo.
Llegado el instante de la realidad, la muchacha espera en el centro del ruedo al toro, que sale corriendo hacia ella, aunque al llegar a su altura se queda parado mientras ella llora, también parada, recordando los instantes pasados con su padre.
La muchacha se da un giro y se marcha, arrancándose entonces el toro, instante en que recuerda el consejo de su padre de que jamás dejara de ver al animal, volviéndose y empezando a torear frente el desconcierto de todos, agregado su gerente por su arte con un toro tan enorme, siendo muy festejada su faena con el capote.
Sus amigos le piden que no se juegue la vida, diciendo ella que debe seguir la faena por su padre, Antonio Villalta.
El rumor de que es la hija de Antonio Villalta se prolonga por todo el graderío mientras se dispone a torear con la muleta, ofreciendo con ella también un enorme espectáculo.
Llegado el instante de ingresar a matar, ve cómo su padre le sonríe desde el cielo.
Pero recordando la cogida de este, Don Martín comienza a sentir miedo de que a la muchacha le ocurra lo mismo que aquel y saca un pañuelo para soliciar a la presidencia que el toro sea indultado, volviéndose toda la plaza un clamor, y logrando que la presidencia acepte el indulto, siendo festejada por todo el público su actuación, dando la vuelta al ruedo mientras recogen lo que la multitud les va lanzando.
Oculta su cara tras un velo, Encarna se aproxima a la barrera y le da a su hijastra una hermosa manzana que ella se dispone a comer, al no reconocerla.
Pero cuando se dispone a morder la manzana, escucha cómo la llama Don Martín, que le lanza la montera de su padre, por lo cual no llega a morderla.
Encarna mira con sus impertinentes el ruedo, observando que Rafita, que le almacena la manzana a Carmen se la distribución, procediendo en esta ocasión sí, a morderla, cayendo inmediatamente al suelo para regocijo y alegría de Encarna.
Jesusín, que se topó antes con Encarna y vio que llevaba la manzana señala a la madrastra como responsable de la desaparición al abarcar que la causa de esta fue la manzana envenenada, corriendo todos los enanos hacia ella excepto Rafita, que enamorado de Carmen la abraza y llora.
Los enanos picadores acuden con sus puyas hacia Encarna, que se ve atrapada en medio de estos y los banderilleros, más allá de lo cual consigue burlarlos escondiéndose en un toril, decidiendo cuando la localizan ofrecerle una lección ingresando en el mismo al toro indultado que termina con ella mientras fuera el cuerpo de Carmen es portado a hombros por incontables sevillanos.
Pasan los años y en las ferias que recorren el país, y entre los “fenómenos” hay una atracción llamada “El despertar de Blancanieves”, donde exhiben el cuerpo de Blancanieves en un féretro de cristal, y retan a los espectadores a que prueben a ser el príncipe que la consiga despertar con su beso, atracción que muestra Carlos Montoya, el gerente, que les pregunta si será un milagro o una maldición, invitando a los espectadores a intentar despertarla pagando 10 céntimos por cada beso, debiendo ver el enamorado y triste Rafita cómo incontables hombres y alguna mujer se aproximan a la urna y besan a la muchacha, que frente el beso del último de los hombres se tiene dentro y abre los ojos, obrándose el milagro, saliendo el creador del beso corriendo asustado mientras Montoya grita milagro.
Poco después Rafita acciona la palanca que logró que la muchacha se incorporara, para volver a bajarla, conociendo así el truco.
Tras ello Rafita que tiene como función cuidarla y se acuesta con ella la besa, sin ver que del ojo de la muchacha se desprende de repente una lágrima.
Calificación: 3