Resumen del libro Caballos lentos

Es viable que los espías británicos añorasen la Guerra Fría inclusive en medio de una Guerra Fría, razón de peso para que lo hagan actualmente cuando están metidos en otras entretelas no tan cautivadoras ni tan nítidas ni tan patrióticamente justificadas ni tan legamente poéticas. Los herederos de John Le Carré son animales de prácticas (algunos solo animales adictos al premio del amo) que pululan por los callejones del género noir y se retroalimentan de sus propios clichés. Al final de cuenta es lo que esperamos leer en un relato de esta clase, es nuestra especial melancolia por los viejos y gélidos tiempos del Telón de Acero. A este lado de la literatura también somos animales de prácticas (algunos solo costumbres).
Y donde hay peleas aunque sean estas algo de chichinabo, virtuales, prefabricadas, confusas, patrocinadas, digitales y publicitadas en uso contínuo, hay víctimas y efímeros ganadores ya que la victoria se turna de bando en bando para sostener a la audiencia en vilo. Ganar a lo largo de el prime time televisivo es más ganar. Perder también.
Así es como entra en juego aquí la épica del perdedor, perdedores en esta situación, caballos pausados apartados de la primera línea de choque del servicio misterio de Su Majestad y estabulados en la Casa de Ciénaga que ni es casa ni se erige sobre una ciénaga, aunque cerca anda. Son los agentes marginados, los caídos en desgracia por sus errores y fallos, invitados sutilmente a marcharse y dejar por puro hastío y desidia el MI5 sin la necesidad de pagarles una indemnización ni arriesgarse a pleitos por improcedencia o a infiltraciones por resentimiento.
Sin operaciones en curso, sin metas asignadas, sin pedigrí ni montura, se ocupan de perder el tiempo en minucias de último orden y a mascar sus tragedias expertos que los son personales esperando de una improbable redención, del perdón desde las categorías superiores, de la segunda o la enésima ocasión para mostrar que son válidos más allá de sus condenas por desidia o impotencia. Hasta que uno de ellos, o bastantes de ellos espoleados por un tramposo ultimátum criminal emitido a todo el país por Internet, deciden recobrar la idea, saltarse las normas escritas y las sobreentendidas, y lanzarse a eso que tienen contraindicado pero para lo que fueron adiestrados: espiar. Dadme una guerra fría o ardiente y moveré el culo.
Eso inquietará en Regent’s Park (el cuartel general) más de lo que varios les encantaría admitir. Y lo bastante como para fomentar una caza entre gobernantes hermanos -¡añadamos a la trama una guerra civil interna!- con el objetivo de dirimir responsabilidades, socorrer la cara, maquillar los cadáveres, esconder expedientes comprometedores, liquidar contrincantes políticos y justificar el sueldo. El reality show para el lector está servido.
Todo ello entre pasajes breves, situaciones paralelas, oraciones lapidarias cinceladas en mármol, sonoros tropiezos, incómodas diálogos, un Londres sin bruma, humor podrido más que negro, pubs de paredes descascarilladas, periodistas fascistas otrora comunistas, terroristas otra vez cuño, fanáticos mensajes dictados desde la vivienda de un ministro, dispositivos externos robados, iPhones hackeados, GPS, comunidades, yihadistas falsos, parasoldaditos nacionalistas cobardes y bocadillos de panceta que hacen eructar a Jackson Lamb, el factótum de este tinglado, el más listo de la clase de los más tontos, el guardián de los misterios sucios.
La novela negra jamás fué solo negra, algunas veces no lo fué. En ella se citan todos los demás formatos, mejor o peor ensamblados, sin excluir la comedia por lo menos entendida desde la ironía y el sarcasmo como utilidad para detallar a individuos recios que se toman bastante seriamente a sí mismos. Caben la crítica popular -casi un deber abordarla-, la psicología y el humanismo más allá de la intriga y el secreto, quizá porque los dos de hallen en cada decisión nimia que tomamos y en las secuelas que la acompañan.
Es de agradecer, ya que, que el creador, Mick Herron, permita a estos antihéroes que lo sigan siendo, que no los indulte totalmente en aras de un final feliz. Héroes ya poseemos varios y son todos iguales de tostones y impecables.Enviado por:
RqR Escritores

Curiosidades:

– Adjuntamos el link a la página web de RqR Escritores negros por encargo, Agencia de escritura, imaginación y comunicación que elabora y redacta contenidos escritos con o sin firma bajo demanda, autores de esta reseña: escritoresnegrosrqr.tk
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Dos novelas negras, la de Mick Herron de espías y la de Leif GW Persson de detectives, exentas de encanto y cargadas de sentido del humor, protagonizadas por antihéroes cuyos defectos y miserias quedan siempre al descubierto.

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