Cinema Paradiso
Nuovo Cinema Paradiso (1988) Italia / Francia
También popular como:
– “Cinema Paraíso” (Argentina)
Duración: 123 min.
Música: Ennio Morricone
Fotografía: Blasco Giurato
Guion y Dirección: Giuseppe Tornatore
Intérpretes: Philippe Noiret (Alfredo), Salvatore Cascio (Salvatore Di Vita / “Totó” Niño), Marco Leonardi (Salvatore Adolescente), Jacques Perrin (Salvatore Adulto), Antonella Attili (Maria Joven), Agnese Nano (Elena Mendola), Enzo Cannavale (Spaccafico / “Napolitano”), Isa Danieli (Anna), Pupella Maggio (Maria Anciana), Leopoldo Trieste (Padre Adelfio).
La anciana Maria llama desde Giancaldo, en Sicilia a su hijo Salvatore di Vita que vive en Roma y comentando con su novia, dado que él no está.
Tras la llamada, su hija, Lia, le dice que lo olvide, ya que hace más de 30 años que no va por allí, aunque su madre le afirma que se acordará y que si revela que no se lo dijeron se enfadará.
Salvatore, en este momento un respetado director de cine llega a su lujoso apartamento donde Clara, su novia ya duerme, excusándose él por no haber podido avisarla.
Clara le dice entonces que llamó su madre quejándose de que hace 30 años que no va a verla y cuando quiere verlo debe ir ella a Roma diciéndole también de que quería avisarle de que murió un tal Alfredo y que al día siguiente será su funeral.
Al escucharla, Salvatore empieza a acordarse su pasado.
Recuerda su pasado, cuando con 9 años tenía un trabajo de monaguillo en su pueblo, prestando asistencia al padre Adelfio, siendo tan pequeño que algunas veces se quedaba dormido a lo largo de la misa, por lo cual el cura le echaba la bronca, ya que si no escuchaba la campanilla a lo largo de la consagración se perdía y no sabía seguir con la misa.
Tras la misa Salvatore, al que todos llamaban Totó, le pide permiso para que le deje ir con él al cine, donde va a ayudar como director del “Cinema Paradiso” a una proyección para censurar las situaciones que a su juicio son escandalosas.
Pero más allá de la prohibición Totó se cuela en la salón, logrando ver “Bajos fondos”, de Jean Renoir, observando cómo el cura sugiere con una campanilla los cortes que Alfredo, el proyeccionista debe llevar a cabo y que coinciden principalmente con los besos.
Después de las advertencias del censor Alfredo sube a la cabina, diciéndole Alfredo que no debe ir allí por si hay algún incendio, observando cómo va cortando las situaciones censuradas y pidiéndole que le obsequie varios de los cortes, diciéndole él que los requiere para pegarlos otra vez antes de devolver la película, observando el niño que almacena varios trozos que no pegó, diciendo Alfredo que no en todos los casos puede llevarlo a cabo, ya que algunas veces no recuerda el punto donde logró el corte, prometiéndole que se los regalará pero en lugar de que no se muestre más por allí y en lugar de que deje que él se los guarde, aunque más allá de todo se hace con algunos trozos de película que va guardando en una caja, recordando por medio de ellos los trozos de las películas que vio.
Un día Totó le pregunta a su madre por qué no regresó su padre si la guerra acabó, diciéndole ella que volverá, pero que Rusia está muy lejos.
Recuerda también la dureza de los instructores de la escuela del pueblo con los estudiantes que no sabían responder de manera correcta.
Ten en cuenta que inclusive cuando iba pagando, como todo el planeta al cine él lo que le seguía interesando era la cabina.
Recuerda haber visto así “La terra trema” protestando como el resto de los espectadores, enfadados por no haber logrado ver jamás un beso en el cine, más allá de que se les olvida todo y ríen observando después una película de Charles Chaplin.
Eran tiempos duros en que quienes carecían de trabajo dependían de don Don Vincenzo el terrateniente, que contrataba braceros que trabajaban de sol a sol, aunque rechazaba a los que consideraba comunistas.
Aquel día, al escapar del cine su madre lo esperaba en la plaza y le preguntó si había comprado la leche, debiendo admitir que se gastó el dinero en el cine, recibiendo por esto una bofetada, diciendo entonces Alfredo que Totó había entrado gratis y que si no transporta el dinero es porque a lo destacado lo perdió, preguntándole al taquillero si encontró algo en el cine, dándole a la mujer las 50 liras que le dio al niño y que este en teoría había perdido, observando cómo Alfredo le guiña un ojo.
Como monaguillo debía asistir a los entierros, estando lejos el cementerio siendo el sendero de ida más cómodo de bajada, pero muy duro a la vuelta, por lo cual un día, ya agotado simuló que le dolía un pie, logrando que Alfredo, que pasaba por allí lo llevara con él en su bicicleta.
Recibió una exclusiva paliza de su madre un día cuando llegó a su casa gracias a que había dejado los trozos de película que tenía al costado del brasero y ardieron, estando próximo de quemarse su hermana, tras lo que le echa la culpa a Alfredo al que le dice que la culpa es suya, ya que las películas enloquecen al niño que no hace más que comentar de Alfredo y el cine, por lo cual le pide que no vuelva a dejarlo ingresar en el cine.
Su madre lamenta que no esté su padre, diciéndole Totó que su padre no volverá, estando convencido de que murió.
Desde ese día Alfredo no le deja subir más a la cabina, ingeniándoselas él para volver a llevarlo a cabo, recogiendo la comida que le iba a llevar su mujer y subiéndosela él.
Alfredo le dice entonces que le ha dicho a su madre que él no le dio las películas, que las cogió él y que no sabía que no bromeaba cuando mencionó que estas ardían.
Le cuenta también que él empezó a trabajar en el cine cuando los proyectores funcionaban realizando girar las películas con las manivelas, pidiéndole Totó que le enseñe a él, a eso que Alfredo le hace ver que su trabajo es bastante ciervo, ya que trabajas bastante, dentro las fiestas, estando siempre solo, por lo cual termina comentando con los actores, observando las películas centenares de ocasiones, más allá de lo cual no puede trabajar en otra cosa porque nadie sabría llevar a cabo ese trabajo, haciéndole ver que allí se muere de calor en verano y de frío en invierno para ganar una pobreza, aunque le alegra ver cómo los demás se ríen, sintiéndose como si el mérito fuera de el.
Mientras Alfredo hace pis se escucha a la multitud protestar porque está mal enfocado y Totó consigue arreglarlo, lo que llama la atención a Alfredo, más allá de lo cual lo echa de allí enfadado, diciendo que avisará al taquillero para que no lo deje pasar más y que hablará con el padre Adelfio para que no le deje llevar a cabo ni de monaguillo.
Por ese momento uno de los vecinos del pueblo, Spaccafico, popular como Napolitano logró adivinar una quiniela logrando así salir de pobre.
Llegados los exámenes finales, acuden adjuntado con los niños, algunos mayores que quieren hallar el diploma elemental, estando en medio de estos Alfredo, que trata de hallar que Totó le diga algo, aunque este se niega a asistirle, haciéndole comprender por señas que solo le hará si le deja subir a la cabina, pasándole una hoja con las respuestas cuando ingresa.
Desde ese instante Alfredo le tendrá que dejar subir con él y aprende a ubicar las películas y todos los trucos, tanto que próximamente puede trabajar solo.
Un día Peppino, uno de los compañeros de Totó se despide de todos porque se irá con sus padres a Alemania, dado que encuentra trabajo en el pueblo por ser comunista.
Unos días después reportan en el noticiario que hay una exclusiva lista de militares desaparecidos en combate en Rusia, siendo el padre de Totó uno de ellos, por lo cual su madre pasará a cobrar una pensión de viudedad, llorando amargamente al entender que su marido por el momento no volverá.
En esos años el enorme actor Totó era tan popular que el cine se llenaba y no cabían en él todas la gente que querían ver sus película, por lo cual varios se quedaban fuera y protestaban, decidiendo Alfredo hacerles un obsequio a aquellas personas, realizando que, por medio de un espejo la película se refleje sobre una de las paredes de la plaza, sacando además un altavoz, admitiendo así que sigan la película desde la calle, y haciéndolos contentos de ese modo, aunque el cura cuando se pudo ver le pide al taquillero que les cobre media entrada, a eso que los paisanos se niegan.
Totó baja para verlo también desde la plaza, observando de repente cómo la película empieza a arder, por lo cual todo el planeta sale corriendo mientras Alfredo trata de apagarlo sin conseguirlo, extendiéndose este hasta perjudicar al proyector que escupe una llamarada de fuego que abrasa a Alfredo.
Y mientras todos corren, Totó, preocupado por Alfredo sube hasta la cabina y cubre a su amigo con una manta y lo arrastra hacia afuera y después escaleras abajo pese al peso de Alfredo y a su poco tamaño.
Salvatore recuerda en este momento en su cama esos tristes instantes, cuando el cine se quemó completamente, estando todo el pueblo frente a la salón lamentando haberse quedado sin diversión, dado que carecen de dinero para reconstruirlo, volviéndose entonces todas las miradas hacia Spaccafico, el Napolitano, en este momento un lindo hombre adinerado que pasará a ser el dueño del lindo Nuovo Cinema Paradiso que bendice el padre Adelfio para inaugurarlo, y en el que Totó, más allá de su edad será el maquinista, cobrando por esto más allá de que, por su edad es Napolitano quien figura como proyeccionista a efectos legales.
El Nuovo Cinema Paradiso se inaugura con Anna y el sensual bayón de Silvana Mangano, logrando ver todo el planeta por vez primera un beso en pantalla, por lo cual aplauden contentos.
También acude a la inauguración Alfredo, en este momento ciego y muy contento de ver a Totó, que le cuenta que en este momento que tiene un trabajo a lo destacado deja la escuela, diciéndole Alfredo que ese no será su trabajo y que más adelante tendrá otras cosas más destacables que llevar a cabo, asegurándole mientras pasa su mano por su cara que en este momento sin vista le ve mejor que antes y todo debido a que le salvó la vida.
Pasan los años y Totó, ya joven sigue haciendo un trabajo en el cine en un instante en que Brigitte Bardot provoca que los jovenes se masturben en el cine, logrando la prostituta por medio de sus películas más clientela.
Las películas por el momento no arden, lamentando Alfredo que el avance va a llegar tan tarde.
Hay otros cambios. Ya que a lo largo de toda la vida los pobres debieron aguantar en la parte de abajo que los ricos, y fundamentalmente uno de ellos les escupieran desde arriba, llegando el instante de la venganza de estos que, cuando regresa a llevarlo a cabo le argumentan lanzándole a la cara un pack lleno de mierda.
Para entonces Totó se hizo con una pequeña cámara y graba situaciones de la vida diaria de su pueblo, como el descuartizamiento de una ternera en el matadero o la llegada de los pasajeros a la estación, fijándose fundamentalmente en una chica por la que se siente fascinado y a la que sigue un largo tiempo con su cámara.
Próximamente se enterará de que se denomina Elena y es la hija del nuevo director del banco, peleándose con uno de sus amigos para hallar arrimarse a ella y entregarle su almuerzo que se le había caído, acabando con un ojo morado.
Tras conocerla, habla del amor con Alfredo, que se proporciona cuenta de su enamoramiento.
Otro día se aproxima a ella aunque no es con la capacidad de decir algo más allá de que es un bonito día justo cuando se escucha un relámpago.
Alfredo sigue yendo al cine con Anna, su mujer, que le cuenta lo que no puede ver.
En una ocasión está con que de una película muy solicitada le llega únicamente una copia, más allá de que había pedido dos, una para el Paradiso y otra para el cine de un pueblo cercano, decidiendo Spaccafico proyectarla a la vez en los dos pueblos, realizando que un chico viaje con las bobinas que han emitido ya en uno de los pueblos hasta el otro y después de vuelta, acabando el jóven agotado por consiguiente viaje, debiendo parar y realizando que la multitud se impaciente al pasar bastante rato aguardando para ver el desenlace de la película.
En Semana Santa Totó acude con Alfredo a la iglesia y ve a Elena que se dirige al confesionario, y como ve que el cura sale un instante le pide a Alfredo que lo entretenga mientras él se cuela en el confesionario para comentar con ella, atreviéndose en esta ocasión a mencionarle que es muy atractiva y que siempre que la ve se pone nervioso y es incapaz de decir dos expresiones consecutivas, dando por seguro que está enamorado de ella.
Ella a su vez le dice que le cae realmente bien, pero que no está enamorada de él, aunque él le afirma que esperará cada noche bajo su ventana y cuando vea que la abre sabrá que ella también se ha enamorado.
Trata así Salvatore de emular al personaje de una historia que le contó Alfredo y que trataba de un soldado que se enamoró de una princesa y esta le mencionó que si aguantaba 100 días y 100 noches frente su ventana sería suya, aguantando el soldado, como Salvatore, el frío, la lluvia y la nieve, aunque al llegar el día 99 de repente el soldado se marchó, algo a eso que Alfredo no le encontraba explicación.
Salvatore aguanta como el soldado observando pasar los días del invierno de 1954 frente a la ventana de Elena, observando la noche de fin de año unos movimientos que a lo largo de unos segundos le hacen suponer que se abrirá la ventana, aunque no es así.
Desilusionado, Salvatore camina por las calles mientras la multitud lanza por las ventanas sus trastos viejos festejando contentos la llegada de 1955.
Él vuelve a la cabina donde despedaza el calendario que fue marcando, ya sin esperanzas, cuando de repente hace aparición en la cabina Elena que se planta frente a él y lo abraza, tras lo que se besan, olvidándosele a él prender la luz tras finalizar la proyección.
Empiezan desde ese instante a salir juntos, quedándose un día tirados con el viejo coche de él en la mitad de la carretera, siendo recogidos por el padre de ella.
A lo largo de el verano las proyecciones se harán al aire libre y cerca de la playa, lo que algunos jóvenes aprovechan para ver las películas desde sus barcas gratis.
Pero Salvatore está triste, ya que Elena se va a pasar el verano fuera con su familia, escribiéndose cartas, señalando que se trasladarán a Palermo para que ella logre proceder a la facultad, por lo cual no podrán verse tanto.
Tumbado a lo largo de la proyección de “Ulises”, Salvatore lamenta que el verano sea tan extenso, cuando de repente una tormenta ordena a la multitud a marcharse, no moviéndose él más allá de la lluvia, cuando de repente ve que alguien le besa, reconociendo a Elena, que dice que tuvo que inventarse una explicación para lograr proceder a verle.
Salvatore recuerda aquello como si fuera una película de las de amor.
Entonces le llega a él el instante de partir hacia Roma para llevar a cabo el servicio militar, estando triste más allá de que Spaccafico le afirma que le guardará el puesto.
Él espera el día previo a su marcha la llegada de Elena, que le mencionó que iría a despedirlo, pero cuando llega el autobús ella no está.
A lo largo de su mili, Salvatore hace de radiotelegrafista, no logrando localizar ya a Elena, cuyo padre fue movido, observando cómo le devolvían todas las cartas.
Acabado el servicio militar vuelve a su pueblo, observando a su sustituto en el cine y su viejo coche lo usan en este momento como gallinero, encontrando a Alfredo en cama, diciéndole cuando va a visitarlo que le contaron que no sale jamás y que no habla con nadie, consiguiendo Salvatore sacarlo, yendo a pasear cerca del mar.
Le habla de Elena y le dice que no volvió a verla y nadie sabe mencionarle qué fue de ella.
Alfredo le dice que debe marcharse de allí, ya que esa tierra está maldita. Sus cosas por el momento no están allí y le conviene ausentarse varios años para volver a hallar lo mismo, asegurándole que está más ciego que él, ya que la vida no es como en el cine, es más difícil, insistiéndole en que regrese a Roma y que quiere oír comentar de él.
Salvatore no consigue reposar abrumado por los recuerdos, y de hecho escoge marcharse, acudiendo Alfredo a la estación con su madre y su hermana, diciéndole Alfredo una vez allí que no regrese ni les telefonee ni les escriba, ni se acuerde de ellos le pide que se olvide de ellos y que no se deje engañar por la melancolia y que si no resiste y regresa no quiere que vaya a verlo y que lleve a cabo lo que lleve a cabo lo lleve a cabo con amor, como amaba la cabina del Paradiso.
En este momento vuelve en avión después de un largo tiempo a su tierra, mostrándole su madre orgullosa su casa reformada y le exhibe todas las cosas que mantiene de él en su vieja habitación, en este momento más radiante y grande, logrando ver fotografías de cine que guardaba con cariño de antiguas películas y un viejo proyector, así como sus fotografías de niño, una de ellas con Alfredo.
Al entierro no va muchas personas, poco más de una veintena de personas, recordando su viuda que siempre hablaba de él, hasta el desenlace y que dejó dos cosas para él, pasando la comitiva por la plaza donde puede ver el Nuovo Cinema Paradiso, en este momento semiderruido, fijándose entonces en algunos de sus paisanos, en este momento ya ancianos.
Ve a Spaccafico y se dirige a él, contándole su obsoleto jefe que el cine cerró 6 años atrás porque ya la multitud no acudía al mismo, habiendo sido conseguido por el ayuntamiento para llevar a cabo un estacionamiento.
Salvatore contribuye a cargar el ataúd para ponerlo en la iglesia, acudiendo tras el funeral a casa de Alfredo, donde Anna le distribución una caja que dejó para él, recordándole la mujer que Alfredo siempre mencionó que no debía volver al pueblo jamás y antes de fallecer inclusive le ha dicho a su madre que no debía avisarle.
Salvatore consigue que le abran el cine, en este momento ya próximo de ser derribado y con todo despedazado, subiendo una vez más a la salón de máquinas, donde todavía quedaban restos de películas.
Regresa a conocer en su casa y en su proyector la vieja película que grabó de Elena y se le escapan algunas lágrimas.
Le dice después a su madre que siempre tuvo miedo a volver, y en este momento que pensaba que iba a ser más fuerte lo ve como si no se hubiera ido, aunque por el momento no conoce a nadie, reconociendo que la abandonó escapando como un ladrón y sin ofrecerle una explicación, diciéndole su madre que logró bien en marcharse.
Lo único que lamenta es que siempre que le llama argumentan mujeres diferentes, aunque no nota que ninguna le desee enserio, pero que en el pueblo solo hay fantasmas y que su historia está fuera.
Al día siguiente tiene la posibilidad de asistir al fin del cine, que es destruido por medio de una explosión dominada, coincidiendo cerca del fin de Alfredo con el del cine, no logrando evadir las lágrimas ni Salvatore ni Napolitano.
Regresa a coger el avión de regreso a Roma, donde tras comprobar su última película pide que le proyecten lo que Alfredo dejó para él conociendo que unió todos los trozos de película que había recortado durante los años, logrando ver las situaciones censuradas, la mayoría, besos, aunque también algún desnudo, logrando ver esos trozos de películas que fueron claves en su historia, no logrando evadir las lágrimas.
Calificación: 3