CÓMO HACER DESCRIPCIONES DE PERSONAJES

Uno de los pilares escenciales de la narrativa radica en saber cómo realizar informaciónes de individuos. Esto es tan destacable como vigilar los diálogos, poner buenos nombres o llevar a cabo conflictos narrativos. Hay diferentes elementos que, bien sabidos, hacen más fácil muchísimo la construcción de informaciónes y hacen que una parrafada soporífera se convierta en una forma de ver al personaje con total naturalidad.

¿Qué es exactamente una descripción literaria?

Se llama descripción literaria al grupo de letras y números que definen seres, elementos y panoramas dentro de una narración. Es un modelo de definición del que se vale el escritor para transportar las imágenes de su cabeza al papel, a través de expresiones que intentan cerrar, con la más grande precisión posible, la visión del autor sobre su propia historia. En las informaciónes se utiliza un lenguaje connotativo donde abunda la utilización de adjetivos, metáforas y de figuras retóricas.

Tipos de descripciones

Las informaciónes tienen la oportunidad de referirse a personas, animales, elementos, lugares… Pero dentro de cada una hay una sucesión de categorías diferentes, cada una centrada en un aspecto descriptivo diferente.

Prosopografía

La palabra prosop viene del griego y significa «aspecto». Sabiendo esto es muy fácil deducir a qué tiene relación esta especialidad. Es la descripción de los puntos físicos del personaje, oséa, de su fachada. Tiene dentro únicamente esos elementos apreciables a fácil vista, según su fachada externa. Su ropa, su peinado, su constitución, su imagen…

Etopeya

Es la descripción de los puntos psicológicos y morales del personaje. Engloba todo lo que es como sujeto y como ser, desde su accionar hasta su carácter, pasando por su personalidad, moralidad, etcétera. Dicho de otro modo, la etopeya señala el aspecto interna del personaje.

Retrato

El retrato es una descripción que combina tanto las características físicas como las morales. En otras expresiones, es una mezcla de la prosopografía y la etopeya.

Caricatura

La caricatura se utiliza en la mayoría de los casos en el ámbito humorístico, radica en una descripción de los puntos exagerada donde se acentúan los defectos y se expone al personaje como un sujeto cómico.

Lo bueno, si es corto, dos oportunidades bueno

Aunque este apunte es muy subjetivo, sí es verdad que el buen lector agradece una descripción clara y concisa. No obstante, las informaciónes más o menos extensas ya son cosa de cada uno. Hay escritores que necesitan treinta páginas para detallar la cara de un personaje secundario y después están los que ni mencionan de qué color es el pelo de su propio personaje primordial. Cada escritor es un mundo y todos ellos son tan válidos como alguno.

Aún citado lo previo, es escencial prestar atención a eso que se señala para no reiterar información. Independientemente de la extensión, ser redundante en una descripción no es aceptable. Se puede detallar realmente bien a un personaje con una cita, del mismo modo que se puede entender en los datos del mismo a lo largo de varias páginas. Mas es inadmisible reiterar con diferentes sinónimos algo que ya se ha expresado con anterioridad. Algo así hace que la lectura se vuelva insufrible y aburrida.

Una explicación para cada descripción

Una narración ha de ser consecuente y dinámica para no aburrir al lector, por lo que añadir información que nadie ha pedido es un claro síntoma de falta de práctica. Esto precisamente pasa muy con las informaciónes. Jamás hay que detallar a alguien con la única explicación de que está ahí. Por esa regla de tres habría que detallar hasta el más mínimo aspecto de todo transeúnte con el que se cruzara nuestro personaje primordial por la calle. Por no denominar lo irritante que resulta leer una popularizada descripción de alguien a quien se acaba de enseñar. De hecho el personaje primordial es un inidentificable al inicio de la novela. Aunque sea un personaje primordial en la trama, no es favorable realizar un despliegue de datos físicos cuando el lector no ha tenido tiempo de encariñarse con el personaje. Es como si un inidentificable nos parase por la calle para contarnos algo que no nos importa.

Cuando el escritor sabe esto le es mucho más fácil encontrar el momento preciso para realizar una descripción. Debe buscar y propiciar el momento preciso, jamás forzarlo. Es insignificante explicar que el personaje primordial tiene los ojos azules y una cicatriz en la mejilla, si no hay nadie más que el lector enfrente de ese personaje. Sería muy superior aguardar algún otro momento, por ejemplo cosas, cuando este personaje se está observando al espejo después de haber tenido una pelea que le dejó un ojo morado. Cuando este o alguien presta atención a su rostro, es una explicación particular para contarle al lector cómo es su cara. Ni antes ni después.

El orden de la descripción

Más destacable de hecho que el cuándo es el cómo. Una descripción caótica resulta incoherente y confusa, y hace que la narración sea tediosa y trascendente. Empezar describiendo un personaje por los pies, seguir por el pelo, después las manos y por último la cara, hace parecer que estamos describiendo a una clase de Frankenstein hecho trozos, o algún tipo de quimera deforme. A esto, precisamente, en literatura se le llama complejo de Frankenstein. Este complejo radica en escribir erráticamente, sin sostener un orden, como si construyésemos al personaje por trozos, sin respetar los puntos más atrayentes y dándole prioridad a los menos destacables.

¿Qué orden hay que seguir entonces? Si observamos un paisaje y hacemos una vista panorámica del grupo, ¿qué veríamos primero? Imaginemos un bonito prado verde con algunos almendros al fondo y unas altas cordilleras en la lejanía. Y en ese ámbito idílico, en mitad del prado, hay una cabina telefónica roja.

Si alguien fuese a ese prado, ¿qué vería primero? ¿o qué le llamaría más la atención? Desde luego la cabina telefónica sería lo primero que llamaría su atención por lo surrealista de la situación. Después, quizás, la extensión del prado sería digna de mención. Y después, la altura de las montañas. Pero llevarlo a cabo al revés sería precisamente extraño, dado que daría la impresión de que para ese personaje es recurrente encontrarse cabinas telefónicas en mitad de la naturaleza.

Con la multitud pasa exáctamente lo mismo. Si nos detallan a un señor con un parche en el ojo, salvo que seamos piratas y estemos familiarizados a algo así, lo primero que nos llamará la atención será el parche. No obstante, si esa persona tiene el pelo verde, ese hecho eclipsará el parche. Y si es un sujeto recurrente y corriente, resaltarán los puntos más característicos del sujeto, como puede ser una piel ajada, una calva principiante o una observación penetrante.

Resumiendo, el orden que se ha de llevar en las informaciónes de individuos ha de ser enumerando los puntos de más a menos atrayentes. Es conveniente dejar en primer lugar esos puntos más característicos, que más chocan y que son lo primero que se ve a fácil vista. Los puntos y datos más recurrentes e poco importantes tienen la oportunidad de omitirse o mencionarse de pasada como algo circunstancial.

 

El método es fundamental

Las informaciónes son subjetivas, dado que siempre están atadas a un método exacto. Los dos modelos narrativos más usados son la tercera y la primera persona, afectando todos forma diferente a las informaciónes.

En Tercera Persona

Cuando el narrador es omnisciente y narra en tercera persona, no debe ser él quien describe según su método hacia el personaje descrito, sino que debe ser a través de la percepción de los demás individuos que están presentes en la escena, de todos ellos o de uno exactamente. La narración debe transmitir la sensación que crea ese personaje en el ámbito y cómo daña esto a los demás individuos. No sería muy lógico detallar a alguien como un fornido matón con porte terrible y amenazador, cuando quienes le cubren son colosales que le sacan tres cabezas y el doble de músculo. Como ya se ha dicho, las informaciónes son totalmente subjetivas.

En Primera Persona

Del mismo modo que pasa con la tercera persona, salvo que el método siempre se aplicará al personaje que cuenta la historia. Esto se refleja a la perfección y de un método magistral en El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. El personaje primordial es un niño que siente el planeta desde la inocencia y la ignorancia, y cuando ve a un grupo de personas con ropa de prisionero, el constructor los señala como personas en pijama, porque así es como el pequeño los siente. Es muy inocente como para identificarlo de otra manera y así ocurre con todos los elementos de la novela.

Ejemplos de descripciones

Aún dicho todo lo citado, la manera más óptima de estudiar a escribir buenas informaciónes es leyéndolas. Cualquier novela que se precie tiene entre sus páginas una cantidad considerable de informaciónes, algunas más extensas que otras. Algo tan fácil como tomar conciencia de lo que se está leyendo en cada momento nos hará llevar a cabo mejor nuestra escritura sin percatarnos. Y citado lo previo, aquí van tres buenos ejemplos de informaciónes en diferentes proyectos literarias:

«Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas de oro angosto que hilan en Arabia? Más lindos son, y no resplandecen menos. Son tan largos que le llegan hasta sus pies; después, trenzados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, que no hace más para editar los hombres en piedras. […] Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios, colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez y forma de las pequeños senos, ¿quién te la podría figurar?, que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustrosa; el cuero de el oscurece la nieve, la color mezclada, cual ella la escogió para sí. […] Las manos pequeñas en mediana forma, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas.»

La Celestina, de Fernando de Rojas

«Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo logró tan súbita y apaciblemente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive jamás se había visto un hombre así. Era prominente, angosto y muy adulto más grande, a considerar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica popularizada, una cubierta color púrpura que barría el suelo y botas con tacón prominente y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy popularizada y torcida, como si se la hubiera fracturado en algún instante. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.»

Harry Potter y la Piedra Filosofal, de J. K. Rowling

«Mientras hablaba, los caballos comenzaron a piafar y a relinchar, y a encabritarse tan salvajemente que el cochero tuvo que sujetarlos con firmeza. Entonces, en la mitad de un coro de alaridos de los campesinos que se persignaban apresuradamente, apareció detrás de nosotros una calesa, nos pasó y se detuvo al costado de nuestro coche. Por la luz que despedían nuestras lámparas, al caer los rayos sobre ellos, consigua ver que los caballos eran unos espléndidos animales, negros como el carbón. Estaban conducidos por un hombre prominente, con una popularizada barba grisácea y un colosal sombrero negro, que parecía ocultar su rostro de nosotros. Sólo consigua ver el destello de varios ojos muy brillantes, que parecieron rojos al resplandor de la lámpara, en los instantes en que el hombre se volvió a nosotros. Se dirigió al cochero: “Llega usted muy temprano hoy, mi amigo”.»