Confesiones de una mosca
«Puede adivinarse un aspecto kafkiano, una herencia esperpéntica y, algo más allá, en su fértil imaginación, destellos surrealistas y un humor satírico que hasta puede llevarnos a la literatura del absurdo, como en el variado tamiz de algunas tradiciones narrativas entrecruzadas y que derivan en la escritura de la autora con renovada modernidad». (Luis Mateo Díez, creador del prólogo).
Este último —de momento— libro anunciado de Julia Otxoa es una recopilación de más de cincuenta microrrelatos, género que esa autora domina a la perfección, no en vano se considera una de las superiores escritoras de narrativa corto en español.
Desde dos líneas a tres páginas, todos los contenidos escritos encierra una historia. Julia mide las expresiones para que cada cita dé bastante más de sí de lo que su extensión logre sugerir en un primer vistazo. Y a la vez usa un lenguaje claro y precaución. Lo que cuenta, recomienda y hace en narraciones tan cortas resulta asombroso.
Algo que tienen en común todos los microrrelatos de este libro es que no vamos a predecir el desenlace, por muy revelador que logre parecer el comienzo; aunque es seguramente no será algo ordinario. En algún momento aspectos absurdos, surrealistas, fantásticos o fabulísticos harán aparición, como salidos de la varita mágica de la autora, y provocarán diferentes sensaciones: sorpresa, incredulidad, admiración…
El mundo real así como lo conocemos, vivimos y transformamos es el ámbito de todas las narraciones. Algunas veces como trasfondo, otras bien a la visión, sin filtros: la crítica popular a diferentes puntos de la sociedad de hoy, tan dada al postureo, a la frialdad sentimental, a la soledad, al egoísmo y a la civilización del «yo, me, mío» por arriba de la empatía y la solidaridad. Por medio del humor, la ironía y el absurdo recalca las bajezas de la sociedad actualizada, el retroceso de la raza humana en el aspecto emocional, en contraposición al avance tecnológico.
En resumen, son microrrelatos cargados de simbolismo para paladear, perderse entre sus letras y exprimir hasta creer haber deducido todo su concepto, para reflexionar y llevar a cabo autocrítica. También para reír, aunque las risas se antojen opacadas por la bofetada de situación que abre los ojos frente el hecho de ser parte de la ruindad mundial. Aún así, es obligado e ineludible el placer de la lectura y de la majestuosidad y perfección con que Julia Otxoa ejecuta un género tan difícil.
Además de narradora, Julia Otxoa (San Sebastián, 1953) es poeta y artista gráfica. Sus proyectos fueron traducidas a numerosos lenguajes e dentro en diferentes antologías.