Hoy nos marchamos hasta el Gran Circo Mundial «La Ballena» para conocer a Amaranta, una elefanta muy simpática que no obstante, trae locos a sus compañeros del circo por su miedo a los ratones. ¡Y es que cuando ve un ratón, lo pone todo patas hacia arriba! ¿Deseáis saber de qué forma resolvieron sus amigos el inconveniente? Puesto que todos a leer este entretenido cuento…
El miedo de la elefanta Amaranta
La elefanta Amaranta era una de las grandes estrellas del Gran Circo Mundial “La Ballena”. Con su muy larga trompa era capaz de hacer los malabares más espectaculares que se hubiesen visto jamás en una carpa de cine. Además de esto, la elefanta Amaranta era alegre y amena y todos la deseaban mucho en aquel circo.
Solo tenĂa un problema: le daban pavor los ratones. Mas aquel, realmente, era un inconveniente pequeñĂsimo, por el hecho de que ningĂşn ratĂłn habĂa vivido jamás en el Gran Circo Mundial “La Ballena”.
Mas un dĂa, una familia de ratones apareciĂł por allá. Se habĂan escapado de un pueblo en el que un extraño flautista deseaba reunirlos a todos y tirarlos por el rĂo. SegĂşn parece aquella flauta emitĂa un sonido mágico, y todos y cada uno de los ratones que lo escuchaban perdĂan la razĂłn.
– Por fortuna para nosotros, estábamos dormidos cuando eso sucedió. El único que estaba despierto era el abuelo y como estaba sordo…¡no le pasó nada!
AsĂ que aquella familia de ratones habĂa debido huir y de esta manera, caminando y caminando, habĂan llegado hasta el circo.
– Os podéis quedar acá – sentenció el domador – mas debéis tener precaución con la elefanta Amaranta. Le tiene pavor a los ratones, con lo que va a ser mejor que no os vea.
Pero el Circo Mundial “La Ballena” era pequeño y la elefanta Amaranta no tardó mucho en descubrir aquella familia de ratones.
– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaag – chilló atemorizada.
– No os preocupéis – aseguró el domador -. Seguro que se acostumbra…
Pero Amaranta no se habituaba y toda vez que se cruzaba alguno de los ratones se subĂa en la primera cosa que encontraba:
1.- Los taburetes que utilizaba el domador en su espectáculo con los leones
dos.- El trapecio donde Calixta, la mona trapecista, dejaba a todos y cada uno de los pequeños fascinados con sus piruetas
tres.- Aun la cuerda floja a la que se subĂa Nicolasa, la jirafa equilibrista.
Cualquier lugar era bueno con tal de estar lejos de aquellos pequeños, veloces y molestos animalillos que tanto miedo le daban. Conque los que debieron habituarse a la situación fueron el resto de miembros del circo.
Pero el miedo de la elefanta podĂa ser en ocasiones muy molesto. Y es que Amaranta pesaba mucho, muchĂsimo…tanto que su obsesiĂłn por subirse en cualquier objeto que la separara del suelo siempre y en toda circunstancia terminaba con un tremendo porrazo, o bien con el taburete hecho trizas, el trapecio destrozado y la cuerda tirada por el suelo. ¡Era un desastre!
Los animales, persuadidos de que aquel miedo absurdo debĂa acabar, decidieron un dĂa que habĂa que buscar la forma de terminar con aquello. El primero en plantear algo fue el payaso MiguelĂn, siempre y en toda circunstancia tan ingenioso…
– He encontrado en mi maleta de artĂculos de gracieta un ratĂłn de mentira…
– No veo de qué forma eso va asistirnos con Amaranta – gruñó malhumorado el león.
– Muy fácil: le obsequiamos el ratón y cuando vea que es de patraña y que puede darle cuerda cuando desee, va a sentir que tiene el poder para supervisar a los ratones, y con eso, a su miedo.
Ninguno estaba muy persuadido con aquel plan, mas como no tenĂan otro decidieron darle una ocasiĂłn. Conque metieron aquel ratĂłn de patraña en una caja, lo envolvieron con un papel de flores y se lo dieron a Amaranta.
– ¿Un regalo? ¿Para m� Mas si no es mi aniversario – exclamó contenta la elefanta Amaranta cuando vio el bulto.
Pero su sonrisa desapareciĂł cuando dentro de aquel bulto vio aquel ratĂłn.
– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagh…– chillĂł mientras que se subĂa a un taburete fallecida de miedo.
– Amaranta, ¡es un ratón de patraña! No es más que un juguete ¡tócalo!
Pero la elefanta no deseaba saber nada de aquel regalo. El plan habĂa fallado.
– Deberemos irnos – exclamaron tristes los ratones. – Después de todo no somos más que una familia de ratones y Amaranta es una estrella del circo. ¡No podemos competir con ella!
– De eso nada – exclamó contrariada la Calixta, la mona trapecista– Si no podemos terminar con su miedo, deberemos habituarnos a él.
– Mas ¿qué sucede con mis taburetes? Yo no puedo hacer mi espectáculo si cada 2 por 3 está rompiéndolos – protestó el domador.
– Puesto que sà el inconveniente son los taburetes…¡comprémosle uno de su tamaño! – sugirió Greta, la leona más vieja del circo.
– Claro, uno que lleve con ella a todas y cada una partes. De esta forma va a poder subirse cuando vea un ratón y no va a romper nada.
A la elefanta Amaranta aquel regalo nuevo le agradĂł más que el precedente. PrometiĂł a sus compañeros que no volverĂa a romper sus herramientas de trabajo y que tratarĂa de supervisar sus ataques de miedo.
Lo es cierto que Amaranta jamás llegĂł a supervisar su miedo, mas cuando menos el Gran Circo Mundial “La Ballena” nunca fue de nuevo un desastre. Y lĂłgicamente, aquella familia de ratones se quedĂł allá por siempre. Llegaron aun a tener un espectáculo de circo que se hizo muy muy famosĂsimo.
Pero eso, queridos amigos, es ya otra historia…
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