Resumen del cuento El señor Rufino y la noche

En el cuento infantil de el día de hoy vamos a traeros una historia nocturna, para leer ya antes de dormir, cuando las farolas de las calles y los parques ya se han encendido. Aunque…¿no os habéis preguntado jamás quién enciende las farolas? ¿quién va por las noches llenando de luz nuestras calles? No me afirméis que sois de esos que piensan que las farolas se encienden solas…¡vaya fallo!

Si de verdad deseáis saber quién tiene toda la magia precisa para alumbrar nuestras calles oscuras solo es preciso que leais la historia del señor Rufino… ¡Que la leais y la gocéis, claro!

El señor Rufino y la noche

El señor Rufino era el anciano de ademán afable y bigotes blancos, vestido siempre y en todo momento de verde, que vivía en el piso de en frente. Afirmaba papá que había trabajado toda la vida de sereno, mas no sabíamos qué era aquello.

– A lo mejor es el masculino de sirena – afirmaba la repelente de mi hermana.

– Claro, y vivía acá que no hay mar… – le respondía yo airado.

– Quizá es que tocaba una sirena – proseguía insistiendo con el tema mi hermana.

No supimos el significado de sereno hasta el momento en que una tarde nos cruzamos con el señor Rufino en el portal. Estaba comenzando a atardecer. Nosotros volvíamos del parque y se iba a dar un camino. Ahora que lo pienso, el señor Rufino siempre y en todo momento salía de noche.

Esa vez, en el momento en que nos lo hallamos, mi hermana, que es un tanto boceras y siempre y en todo momento mete la pata, le miró con ojos extrañados y le preguntó:

– ¿Es cierto que de joven tenía una cola de sirena?

Y dale con las sirenas, en ocasiones a mi hermana habría que taparle la boca con esparadrapo a fin de que no afirme tantas estupideces. Mas merced a su ocurrencia, supimos lo que era un sereno. El señor Rufino nos lo explicó.

Los serenos eran señores que a lo largo de muchos años se dedicaban a pasear por las calles de noche encendiendo las farolas, observando el vecindario y cargando un montón de llaves que abrían todas y cada una de las puertas. Mas con el tiempo, la función del sereno había dejado de ser esencial. Con lo que el señor Rufino se había retirado.

Desde aquel instante, mi hermana y admiramos más aún al señor Rufino. ¡Un hombre que enciende las farolas, con lo altas que son! ¿No me afirméis que no es cosa de magia? Además de esto, el señor Rufino era tan enigmático, siempre y en todo momento recorriendo las calles por la noche, con su muy elegante corbata y su trasnochado sombrero verde.

Hace poco dejamos de verle. Sencillamente desapareció. ¿Qué le habría pasado al señor Rufino? Como siempre y en todo momento mi hermana, se lanzó a plantear ideas absurdas.

-No me creo eso que nos contó de los serenos. Seguro que le ha vuelto a salir una cola de sirena y ha debido regresar al mar.
Y dale con las sirenas. ¡Qué pesada es mi hermana en ocasiones!

Pero tengo mi teoría sobre el señor Rufino. Justo cuando desapareció, el mismísimo día, instalaron en la plaza unas farolas nuevas, bellas. En el centro, justo en el centro, había una más grande y más muy elegante que el resto. Era blanca y verde, igual que el señor Rufino cuando salía a caminar cada noche.

Ya sé que creeréis que es una insensatez. Mas estoy seguro de que el señor Rufino, el sereno, se ha transformado en esa nueva y muy elegante farola.