¿Quién no ha imaginado alguna vez que las letras de nuestra sopa forman palabras y tratan de decirnos algo? El cuento a la vista de esta semana parte de esta idea para contarnos la aventura del antojadizo Hugo, que trae a su padre de cabeza por no apreciar tomarse la sopa. Y es que…¡hay qué ver lo que nos agrada marear a nuestros progenitores de vez en cuando!
En estos dĂas que comienzan a ser ya fresquitos…¡aguardamos que disfutĂ©is de esta sopa calentita!
Sopa de letras
– ¡No me agrada la sopa! – chilló disgustado Hugo.
– ÂżQuĂ© afirmas Hugo? Mas si te chifla la sopa. Esta es de letras, con caldo de pollo: ¡tu preferida!– exclamaba sorprendido Papá, que habĂa hecho la sopa el dĂa precedente de noche, aprovechando lo que habĂa sobrado del pollo de mediodĂa.
– Pero es que hace mucho calor. ¡No deseo tomarme la sopa!
AhĂ Hugo llevaba razĂłn. El dĂa se habĂa despertado de lo más caluroso, eso, a pesares de que la tarde precedente no habĂa parado de llover. Mas claro, Âżde quĂ© manera iba a saber Papá que el tiempo ido de primavera iba a mudar tanto de un dĂa para otro? ÂżEra quizá Papá adivino? No, no lo era y la sopa de letras, tan caliente y humeante, se apenaba sobre el mantel de cuadros colorados.
– ¡Puesto que espera a que se enfrĂe y entonces te la comes!– ordenĂł Papá, poco a poco más disgustado.
– Mas es que la sopa frĂa no me agrada.
– Pues cómetela caliente.
– ¡Papá! ¡Es que hace mucho calor!
Y vuelta a comenzar de nuevo. Papá, poco a poco más y cada vez más disgustado, cogió el plato de sopa de letras de Hugo y se levantó de la mesa.
– Si no deseas comer sopa, allĂ . Mas no hay otra cosa para comer el dĂa de hoy, de esta forma que…¡te vas a quedar sin comer!
– Papá, mas si tengo mucha hambre…
– Puesto que cĂłmete la sopa, Hugo. Hazlo por mĂ, que la he preparado con cariño. O bien por las letras que nadan en el caldo de pollo deseando que un pequeño se las coma…
Hugo frunciĂł el ceño y sumergiĂł la cuchase en la sopa. ¡QuĂ© estupideces afirmaba en ocasiones Papá para convencerle…¡que comiese la sopa por el hecho de que si no las pobres letras se sentirĂan tristes…¡vaya bobada!
Mirando con asco la sopa se metiĂł la cuchase llena de letras y caldo de pollo en la boca, despuĂ©s de haber soplado y soplado. Lo cierto es que ya no estaba tan caliente, y la sopa de pollo que hacĂa Papá estaba muy, muy buena, prácticamente tan rica como el arroz a la cubana que preparaba Mamá cada domingo.
Papá sonrió al verle comer la sopa.
– De esta manera me agrada, hijo. Mañana le afirmaremos a Mamá que prepare algo más fresco, no te preocupes…
– ¡Es que ya… – Hugo se interrumpiĂł de repente. De su boca en vez de sonidos habĂa visto salir las letras de la sopa, flotando por el aire, formando las palabras que pronunciaba…
– ¿Qué afirmabas, Hugo?
Pero Hugo no se atrevĂa a abrir la boca. ÂżY si salĂan letras de pasta otra vez? Conque se quedĂł mudo hasta el momento en que acabĂł su sopa de letras.
– ÂżVes de quĂ© manera no era para tanto? – afirmĂł Papá sorprendido de que Hugo se hubiese comido tan veloz la sopa despuĂ©s de todo el lĂo que habĂa organizado. – Seguro que las letras de la sopa se han puesto contentĂsimas asimismo.
Pero Hugo no estaba segurĂsimo Âży si se habĂan disgustado y ahora habĂan decidido saltar de su boca toda vez que hablara?
Sin embargo, el pequeño observĂł con alivio su plato prácticamente vacĂo y descubriĂł con sorprendo que las pocas letras que habĂan quedado allá habĂan formado una palabra: gracias.
Y desde ese momento, Hugo, jamás más volvió a lamentarse de la sopa de letras, no fuese a ser que…