En la comisaría de Villacorriendo no se paraba de trabajar, como en el resto de la región. Porque los de Villacorriendo no paraban en todo el día, salvo el rato que se dedicaban a reposar, que tampoco era bastante.
Pero ese día algo había pasado, algo que había puesto patas arriba la comisaría. Pasaban diez minutos de la hora de inicio del turno y el detective más obsoleto de la comisaría nos de había anunciado a trabajar. Le llamaron, pero no respondía. Se encontraba desaparecido.desaparecido.
Y eso era toda una catástrofe, porque era uno de los policías más productivos de toda la crónica de la comisaría de Villacorriendo. Ni un solo día de vacaciones se había cogido el detective en toda su trayectoria. Ni un solo día había llegado tarde a trabajar, ni se había ido antes de finalizar el momento. Tampoco se había cogido ni un solo día de baja, no por patología. Era todo un caso de muestra para la comisaría de Villacorriendo.
Enseguida, todos los agentes se pusieron a trabajar. Volaban papeles, sonaban teléfonos, corrían personas y animales, se oían órdenes… Aquello era considerable. Lo más indispensables que habían tenido que investigar en los últimos 40 años, los mismos que llevaba el detective que buscaban.
Los policías peinaron toda la localidad. Los pobladores colaboraron en todo lo que lograron. Abrieron todas las puertas, todos los armarios, todos los cajones… Se asentaron sótanos, almacenes, baños públicos…
La búsqueda del viejo detective no se detuvo en una semana ni por un segundo. Pero no dio resultado. Hasta que alguien tuvo una idea:
-¿Habéis mirado en su escritorio? -dijo un joven agente.
-Los cajones son muchos pequeños para que se haya metido allí -contestó otro policía. Pero como llevaba dos días sin reposar, el agente no le dio consideración a su respuesta.
-Tal vez haya alguna nota, alguna carta… algo -dijo el joven agente.
Y allí fueron todos, a conocer si en la mesa había algo. Y ¡vaya si lo había!
-¡Fijaos, es una nota! -dijo alguien. Y la abrió. Esto es lo que decía:
Queridos compañeros:
¡Me jubilo! Por fin podré reposar y parar un poco. No he amado despedirme en persona para no interrumpiros. Y porque seguramente alguno intentaba convencerme para que no me jubilara todavía. ¡Jeje! Quisiera que no tardéis bastante en ver esta carta. Aunque, conociéndoos, seguramente removéis la localidad entera antes de ofrecer con ella.
¡Hasta pronto!
-¡Se ha jubilado! -gritaron numerosos policías a la vez.
Y ahí acabó la búsqueda. Ese día, por primera oportunidad, en la comisaría no se movió ni una mosca a lo largo de cinco minutos. ¿Estarían preguntándose por qué se pasaban el día corriendo? ¿O si merecía la pena?
-Vamos, vamos, que hay bastante que llevar a cabo -dijo el capitán.
Y todos se pusieron en marcha, aunque de todos modos no había nada que llevar a cabo. Porque, más allá de que en Villacorriendo no se paraban de llevar a cabo cosas, era un espacio relajado donde la policía solamente tenía nada que llevar a cabo.