El ladrón de rosas

Matías se pasaba el día entero cuidando de Adela, su madre. Adela se encontraba enferma y necesitaba varios cuidados. Matías había decidido proteger de su madre, y con ella se encontraba todo el día. Unicamente se ausentaba media hora al día para llevar a cabo la adquisición. A lo largo de ese rato Matilde, una vecina, amiga de su madre desde la niñez, se hacía cargo de Adela.

Todos los días, mientras Matías se encontraba fuera, alguien llevaba un colosal ramo de rosas para Adela. Matías no sabía quién era. La vecina tampoco sabía quién las llevaba, ya que el mensajero llamaba al timbre y dejaba las rosas en la puerta antes de que la vecina abriera.
Un día Matías escuchó por la radio que varios vecinos habían denunciado el robo de las rosas de sus rosales. A la mayoría no les importaba que les cogieran alguna rosa, inclusive las regalaban contentos cuando alguien se las pedía. Pero lo que no estaban dispuestos a consentir es que se las robaran indiscriminadamente.
Pasaron los días y la radio seguía comunicando del robo de las rosas. Vecinos y policías habían ordenado patrullas para controlar las viviendas donde aún quedaban rosas en los rosales. Pero las rosas seguían desapareciendo. Nadie sabía cómo se las ingeniaba el ladrón, pero lo hacía. Hasta entonces, Adela seguía recibiendo su ramo de rosas todos los días.

-Mamá, estoy preocupado por esos robos de los que comunica la radio -dio Martín-. ¿No tendrá que ver con ese ramo que recibes todos los días?
-No sé, Matías -dijo Adela-. No sé quién las envía.
-¿No supones de nadie? -preguntó Matías.
-No, hijo. No sé nada.
Días después la policía llamó a la puerta de Matías.
-Nos han informado de que en esta casa llegan muchas rosas -dijo el inspector de policía-. Venimos a investigar. Sabrá usted que ha había varios robos últimamente.
-Lo sé, inspector, pero no entendemos nada -dijo Matías-. Puede usted ingresar e investigar lo que desee, pero no sé quién trae las rosas. Son para mi madre, que está enferma.
La policía no ha podido conocer nada, pero puso supervisión encubierta a conocer si lograban ofrecer con la persona que llevaba las rosas.

La supervisión no tardó en ofrecer resultado. Al día siguiente detuvieron a un hombre más grande justo en la puerta de Adela, nada más llamar al timbre. Cuando la vecina abrió y vio cómo arrestaban a aquel hombre se quedó muda.
Ya en comisaría, el hombre confesó:
-Me llamó Aurelio y le llevo flores a la que es, fué y será el cariño de mi vida. ¿Desde cuándo es delito llevar flores?
-La señora Adela es una señora más grande que está al cargo de su hijo -dijo el inspector-. ¿Qué tiene usted con ella?
-¿Adela? -preguntó el hombre-. No, las flores son para Matilde. Fuimos novios de jóvenes, pero un día desaparecí en unas maniobras militares. Me brindaron por muerto. Hace solamente unos meses que me soltaron y he vuelto a por ella. Pensaba que Matilde vivía allí y que el chico que salía era su hijo.
-Muy bonito, sí. Pero es el hijo de Adela. Matilde vive en la puerta de al costado. Pero eso no es lo que importa en este momento. Diga, ¿por qué roba las rosas, en lugar de comprarlas o pedirlas? -preguntó el inspector.
-No robo nada -dijo el hombre-. Son de mi jardín. La vivienda de mi familia está en el pueblo de al costado. ¿Eso significa que ese chico no el hijo de Matilde?

-¡No! ella esta soltera. Pero, espere, entonces, ¡usted no es el ladrón! -dijo el inspector.
Cuando lo soltaron, el hombre salió a la calle. Y allí se encontraba Matilde.
-Llevo décadas esperándote -dijo ella-. Te reconocí en relación te ví.
Ambos se abrazaron y se fueron juntos dando un recorrido. Tenían bastante de lo que comentar.
-Inspector, ¿qué hacemos en este momento? -preguntaron los agentes, tras contemplar la hermosa escena del reencuentro por la ventana.
-Esperar a que los rosales vuelvan a ofrecer rosas -dijo el inspector-. No queda solo una rosa en los rosales de toda la localidad.
-¿Cree que dijo la realidad? -preguntó uno de los agentes.

-Tal vez sí, quizás no -dijo el inspector-. Pero poco importa ya. Los rosales siguen ahí, y darán más flores.
Pero a casa de Adela seguían llegando flores todos los días. Pero en esta ocasión llegaban dos ramos: uno para Adela y otro para Matilde. Quién robó las rosas continúa siendo un secreto.

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