Resumen de la película Drácula

Un año después de arrimarse por primera ocasión al mito de Frankenstein en la espléndida La maldición de Frankenstein (1957, iniciando una saga de hasta cinco títulos cerca de la figura del moderno Prometeo) y usando el colosal éxito de esta primera distribución, Terence Fisher aborda la adaptación del otro colosal clásico del género, el conde Drácula, para ofrecernos la que es (junto con el Nosferatu de Murnau) la obra de enorme intensidad maestra sobre el personaje creado por Bram Stoker (y que daría también lugar a dos títulos más, Drácula, príncipe de las tinieblas y Las novias de Drácula, con los cuales configurará una de las más espectaculares trilogías de la historia el cine fantástico).

Alejándose radicalmente de la visión un poco amanerada del mito que encumbró (o más bien aprisionó) a Bela Lugosi en la acartonada versión de 1931 a cargo de Tod Browning (un director que sólo dos años más tarde nos ofrecería muestras de su verdadero talento en la alucinante La parada de los monstruos), el de Fisher es un Drácula que combina con maestría el aspecto más noble y hermoso con el lado más salvaje del personaje; y lo ejecuta, además de a través de una escenificación de una contundencia y rigurosidad asombrosas, apoyándose en la inolvidable interpretación de un Christopher Lee que, éste sí, supo reflejar la fascinación y el terror que el personaje es con la aptitud de ocasionar en sus víctimas y, por extensión, en la audiencia. De esta manera que escribía Fernando Sabater, “el vampiro de Christopher Lee es un espectro noble y elemental hasta en el delito, con un aire desesperadamente juvenil del que carecía Lugosi, salvaje y feroz sin dudas pero humanizado por la más redentora de las aflicciones: la imborrable melancolía de que la vida no sea sino simulacro de vida” (Terence Fisher & Hammer Films: una herencia de miedo, Revista Nosferatu – Abril 1991).

Esta magistral conjunción de distinción y ferocidad queda reflejada ya en la primera aparición del personaje, durante el riguroso prólogo en el que se nos narra la llegada de Jonathan Harker (John Van Eyssen) al castillo del conde Drácula para ponerse a su servicio como bibliotecario (pero con el secreto propósito de “acabar con su reinado de terror”, de esta manera que escribirá en su períodico una vez en instalado en su habitación): después de ingresar a uno de los amplios y solitarios salones del castillo, Harker es abordado por una muchacha que le pide que le libere del cautiverio al que está doblegada de parte de Drácula; súbitamente, la joven se queda en silencio y deja súbitamente la estancia, exactamente en el instante en que Harker revela la imponente figura del conde descendiendo rápidamente (casi levitando) desde lo prominente de una colosal escalinata (fotograma 1). No es ninguna imagen trucada, ni se sostiene en ningún efecto especial, pero la combinación de escenificación, iluminación, banda sonora, y expresión corporal de Lee logran transmitir con increíble eficacia la enigmática fascinación que nos provocará desde este momento el personaje.

Todas las visualizaciones del conde estarán marcadas por la aptitud de sus movimientos y movimientos, asi sea en el chato en el que le observamos de espaldas, caminando rápidamente para adentrase en la oscuridad de la noche (de nuevo con un efecto de levitación producido en esta ocasión por el hermoso vuelo de la capa), o en la escena donde Harker es atacado por la mujer vampiro y a continuación por nuestro Drácula (al que observamos por primera ocasión con los colmillos bañados en sangre – fotograma 2). Secuencia que culminará con la vampirización de Harker, resuelta con una hermoso elipsis (un recurso con el que Fisher soluciona la mayoría de los asaltos del vampiro) que nos transporta hasta la habitación donde el personaje primordial descubrirá horrorizado la señal de la mordedura en su cuello (Fisher marca elegantemente la elipsis temporal con un chato en el que observamos a Harker en el momento de recobrar la consciencia y una vela recién consumida en primer término de la imagen).

Seguidamente, una de las secuencias antológicas del film, con el descenso de Harker a la cripta con la intención de finalizar con el monstruo: la imagen de la sombra de la silueta de Harker clavando la estaca sobre la mujer vampiro; el grito de ésta y el corte al primer chato de Drácula en su tumba, abriendo rápidamente los ojos; el chato del ventanal oscureciéndose por la llegada del crepúsculo; la cara avejentado de la mujer vampiro tras ser liberada del maleficio; Harker en oposición al ataúd ahora mismo vacío de Drácula; la sombra de la silueta del vampiro descendiendo sobre la pared de la escalera (en un movimiento que recupera la sensación fantasmagórica de la primera aparición del conde en la escalinata del castillo); el primer chato de Harker contemplando con terror el avance de la sombra; la aparición del conde al pie de la escalera; Harker retrocediendo horrorizado; Drácula cerrando la puerta; fundido a negro. El fantástico en la más pura de sus acepciones cinematográficas.

Pero si Christopher Lee encarna a la perfección la esencia del conde Drácula, no menos prodigiosa es la interpretación de su contrincante, el Doctor Van Helsing, a cargo de Peter Cushing, que tomará el relevo de Harker en la persecución del maligno (después de ayudar al castillo de Drácula en busca de su compañero, por quien todo lo que podrá realizar será clavarle la daga para proporcionarle el reposo eterno). Con él, la historia se traslada a la ciudad donde habita la prometida de Harker, Lucy (Carol Marsh), con su hermana Mina (Melissa Stribling) y su cuñado Arthur (Michael Gough), y a la que acudirá también el conde Drácula con el propósito de tomar posesión de la joven Lucy.

De nuevo aquí nos encontramos con un puñado de instantes memorables: el chato secuencia de Lucy, sola en su habitación, preparándose para recibir la visita nocturna del conde Drácula (la cámara sigue a la joven que se levanta del lecho y se dirige a la puerta de la habitación para cerrarla con llave, después camina hacia el fondo de la estancia y abre la puerta del balcón, se gira y se sobre nuevo a cámara para despojarse del crucifijo que cuelga de su cuello – fotograma 3 -, se tiende en la cama con los brazos abiertos; corte al chato del balcón y nuevo corte a un primer chato de Lucy en el que advertimos la marca del vampiro en su cuello); la escena del acercamiento entre la joven Tania (Janina Faye) y Lucy ya vampirizada (con la inquietante imagen de la pequeña caminando a través de Lucy entre la arboleda cercana a la cripta – fotograma 4); la irrupción de Drácula en la habitación de Mina (mientras Van Helsing y Arthur vigilan el exterior de la vivienda) en una secuencia llena de erotismo que prueba el poder de fascinación que el vampiro ejerce sobre sus víctimas desde su fachada más puramente sexual (fotograma 5). Son algunos ejemplos de la insaciable aptitud de Fisher para actualizar un género que en sus manos alcanzará cotas pocas oportunidades superadas.

David Vericat
© cinema primordial (junio 2014)