El carnicero
Le boucher (1970) Francia / Italia
Duración: 94 min.
Música: Pierre Jansen
Fotografía: Jean Rabier
Guion y Dirección: Claude Chabrol
Intérpretes: Stéphane Audran (Hélène David), Jean Yanne (Paul Thomas, “Popaul”), Roger Rudel (Inspector Grumbach), William Guérault (Charles), Mario Beccaria (Léon Hamel), Antonio Passalia (Angelo), Pascal Ferone (Père Charpy).
Tremolat, en el Perigord.
El pastelero de la población y sus ayudantes van cargados de postres hasta el lugar de comidas en que se está festejando la boda de Léon Hamel, instructor de la misma región con una muchacha del pueblo.
Entre los invitados está Popaul, el carnicero, que afirma que la carne del buey que van a ser útil y que él mismo se da a cortar, es fría.
Sentada con él está la directora del colegio y compañera de Léon, Hélène David, con la que Popaul habla a lo largo de la boda, empezando a conocerse y bailando después juntos, aunque él se quita próximamente, afirmando que se le proporciona muy mal.
La señorita le cuenta que transporta ya 10 años en el pueblo, en tanto que él volvió después de la desaparición de su padre, al que acusa de ser un sinvergüenza y un mal carnicero, dando por seguro que él se marchó del pueblo huyendo de su crueldad y solamente volvió a lo largo de ese tiempo ya que estuvo en el ejército, en Indochina y Argelia, haciendo un trabajo como carnicero.
A la salida, Popaul la acompaña hasta la escuela, donde Hélène también tiene su casa, admirando él que siendo tan joven sea directora.
Al día siguiente en la escuela, y a lo largo de el recreo dos niños le comunican a la profesora que apareció una mujer muerta en el bosque, observándose fuera un enorme movimiento policial.
Hélène dicta a sus pequeños estudiantes un texto de Balzac cuando llega a la escuela Popaul para llevarle una pierna de lechal, haciéndola ella pasar a clase y realizando que él le ayude a agarrar los cuadernos.
Hélène le dice que no hay nada más triste que comer sola una pierna de lechal como esa, por lo cual lo invita a cenar con ella.
Cuando va a adquirir pan ve que sale un hombre trajeado, que le cuentan que es un policía de Périgueux que está investigando un delito ocurrido en Saint Cyprien, donde apareció una mujer muerta a cuchilladas.
Por la tarde Popaul acude a la cita con Hélène, que no terminó de corregir aun sus deberes, y a la que ayudará con la cena, mejorando él la ensalada mientras ella tiene como función asar la pierna, hablando con ella el delito y la existencia de gendarmes y policías en el pueblo.
Tras la cena van al cine a un pueblo cercano en el “Dos caballos” de ella.
Al día siguiente Hélène acude a la carnicería, desde donde observan a los gendarmes afirmando un vecino que andan tras la pista de un vagabundo.
Hélène lamenta la desaparición de la muchacha, pero Popaul minimiza su consideración diciéndole que él vió centenares de cadáveres en Indochina y que el horror era inigualable.
Le dice que prometió a dos niños, Charles y Alizée proceder a agarrar setas esa tarde, por lo cual le solicita asistencia, acudiendo él esa tarde al bosque, donde los encuentra, llevando ya para entonces él una cesta llena de níscalos.
Mientras los niños recogen setas ellos se sientan, hablando él que cuando era pequeño a los instructores se les llamaba por su apellido y que no sabían el nombre, sorprendiéndole que en su caso todos conozcan su nombre y que lo que no sabe es su apellido, que ella le dice es David.
Le pregunta tras ello por qué no posee novio, respondiéndole ella que porque tuvo una decepción amorosa diez años antes que le logró bastante daño, decidiendo por eso moverse hasta allí de profesora, asegurándole que más allá de todo en ese instante es muy feliz.
Le pregunta entonces Popaul qué haría si él la cogiese en sus brazos y la besara, asegurando ella que no haría nada, aunque le pide que no lo realice.
Se muestran entonces los niños y entonces ella le hace un obsequio, recordando él entonces que es su cumpleaños, encontrándose al abrirlo con un bonito mechero.
Popaul volverá a ayudarla con los niños, disfrazándose él, igual que ellos, de época para ensayarles bailes antiguos de salón.
Unos días después, Hélène transporta a los niños a conocer una gruta de la época del Cromañón en el que hay pinturas rupestres.
Tras la visita, se sientan a comer en el campo, cuando de repente empieza a caer sangre sobre una niña, observando que procede a través de alguien, subiendo Hélène hasta el sitio del que caía la sangre, para conocer una mujer muerta donde reconoce a la mujer de su compañero Léon, conociendo además al costado de la mujer asesinada el mechero que le regaló a Popaul y que ella se almacena.
A la mañana siguiente llega para interrogarla el comisario Grumbach, que fue requerido desde Périgueux señalando que allí están desbordados.
Le cuenta que mataron a la mujer antes de hallarla, pero que no fue violado, algo, según él, muy extraño, preguntándole si oyeron algo, lo que ella niega.
Llegan entonces los niños a los que el agente les pregunta si vieron u oyeron algo, aunque le afirman que ninguno vio nada.
Grumbach le reitera que que si tiene alguna pista, preguntándole inclusive por Léon, al que ella exculpa sin lugar a dudas.
Ya por la tarde, sola, y mientras soluciona los deberes de los niños se prende un cigarrillo con el mechero encontrado en el sitio del delito, llegando entonces Popaul, que le dice que estuvo en Périgueux y le ha comprado una sorpresa, observando que lo que le transporta son cerezas en aguardiente, que distribuyen, comentando de la fuerte impresión que le causó la desaparición de la muchacha, poniéndose por último a llorar.
Ella le pide fuego, observando que le prende el cigarrillo con el mechero que ella le regaló, rompiendo entonces a llorar más fuerte, aunque por el alivio.
Al día siguiente tiene lugar el funeral, acudiendo los vecinos al cementerio bajo una fortísima lluvia, yendo Hélèn acompañada de Popaul.
A la salida del cementerio Grumbach se une a ellos y los acompaña hasta el pueblo, afirmando que el asesino es un sádico y que no están seguros de si es de la región, debido a que no tienen pista alguna, ya que la mujer fue asesinada con una navaja habitual de las que todo el planeta tiene.
Popaul, que se ofreció a pintarle la vivienda a Hélène, lo realiza a la salida de los niños, aunque deja con él a Charles, uno de los niños, a los que puso deberes que debe llevar a cabo mientras ella sale a adquirir.
Pintando el techo se le cae pintura en una alfombra, y intentando de hallar un trapo para limpiarla abre un cajón, conociendo bajo el trapo el mechero que ella encontró y que él se almacena en el bolsillo.
Y cuando por último ella vuelve Popaul se marcha enseguida, contándole ella que han matado a otra chica, diciéndole él que la cosa seguirá, ya que no hay razón alguna para que cese.
Mira entonces en el cajón y ve que no está el mechero, por lo cual le pregunta a Charles si hurgó él en el cajón, contándole el niño que fue Popaul quien lo abrió para buscar un trapo.
Cuando Charles se marcha, Hélène, asustada corre a cerrar todas las puertas y ventanas, mostrándose entonces Popaul por una de ellas para mencionarle que tiene algo muy sustancial que mencionarle, aunque ella se niega a recibirlo diciendo que le duele bastante la cabeza.
Más allá de haber cerrado todo sigue escuchándolo pidiéndole que le escuche, asomándose a la ventana cuando deja de oírlo, aunque no ve a nadie ya en la calle.
Baja poco después corriendo y con miedo para cerrar una puerta que se le había olvidado, aunque tras cerrar se va la luz y revela que Popaul logró ingresar.
Él le dice que cuando descubrió el mechero comprendió que ella sabía que había sido él quien asesinó a las chicas.
Le cuenta que pasó el día intentando encontrar un mechero igual en Périgueux.
Le exhibe entonces la navaja con la que aniquila a las mujeres, explicándole que hay algo mayor a él que le impide respirar hasta que lo realiza.
Ella le dice que lo comprende y que confíe en ella, pero él le dice que se siente avergonzado porque sabe que ella está horrorizada y que ya jamás volverá a verlo del mismo modo y eso no lo soporta.
Ella mira la navaja y, aguardando fallecer, cierra los ojos, para conocer al abrirlos que Popaul se clavó la navaja a sí mismo en la tripa.
Ella trata de asistirlo sacándole la navaja clavada y lo transporta al hospital, pidiéndole él que no cuente el por qué.
Con enorme esfuerzo consigue llevarlo hasta el coche, con el que trata de ir lo más rápidamente viable hasta un hospital, contándole él por el sendero que cuando la veía se le olvidaba todo, asegurándole que pasó muchas noches viendo la escuela y pensando en ella, y que tenía ganas de estrecharla en sus brazos y de estar con ella para amarla y cuidarla. Y que le habría dado gusto que lo necesitara.
Consigue llegar por último al hospital, acompañando ella a la camilla y sonriéndole, pidiéndole él antes de que lo suban al ascensor que ha de llevarlo al quirófano que le dé un beso, lo que ella hace.
Poco después uno de los médicos le comunica que falleció antes de escapar del ascensor, tras gritar de nuevo: “¡Señorita Hélèn!”.
De regreso hacia su casa, ella se para junto al río y se sienta meditando aguardando a que amanezca.
Calificación: 3