El cuento que os traemos esta vez nos lleva hasta un pequeño pueblo lleno de gatos. Allá vive Misifú, un gato un tanto singular que sueña con lograr la luna. Y es que en ocasiones lo que tenemos alrededor, por bueno que sea, no nos basta y deseamos siempre y en todo momento llegar más lejos, mudar, lograr la luna. Este cuento habla de lo esencial que es soñar y hacer todo lo que es posible para lograr cumplir esos sueños.
ÂżLos cumplirá MisifĂş? Puesto que tendrás que leer este entrañable cuento para descubrirlo. Como siempre y en todo momento, el texto es de MarĂa Bautista y esta vez la ilustraciĂłn es de Brenda Figueroa. Un perfecto cuento corto para dormir felices ¡QuĂ© lo gocĂ©is!
El gato soñador
HabĂa una vez un pueblo pequeño. Un pueblo con casas de piedras, calles retorcidas y muchos, muchos gatos. Los gatos vivĂan allá felices, de casa en casa a lo largo del dĂa, de tejado en tejado a lo largo de la noche.
La convivencia entre las personas y los gatos era perfecta. Los humanos les dejaban campar a sus anchas por sus casas, les acariciaban el espinazo, y le daban de comer. A cambio, los felinos perseguĂan a los ratones cuando estos trataban de invadir las casas y les obsequiaban su compañĂa las tardes de lluvia.
Y no habĂa quejas…
Hasta el momento en que llegĂł MisifĂş. Al comienzo, este gato de pelaje blanco y largos bigotes hizo precisamente lo mismo que el resto: deambulaba por los tejados, perseguĂa ratones, se dejaba acariciar las tardes de lluvia.
Pero pronto, el gato MisifĂş se aburriĂł de hacer siempre y en todo momento lo mismo, de que la vida gatuna en aquel pueblo de piedra se limitara a aquella rutina y dejĂł de salir a apresar ratones. Se pasaba las noches mirando a la luna.
– Te quedarás estúpido de tanto mirarla – le afirmaban sus amigos.
Pero MisifĂş no deseaba escucharles. No era la luna lo que le tenĂa enganchado, sino más bien aquel aire de magia que tenĂan las noches en los que su luz invadĂa todos y cada uno de los rincones.
– ¿No ves que no lograrás nada? Por mucho que la mires, la luna no bajará a estar contigo.
Pero MisifĂş no deseaba que la luna bajara a hacerle compañĂa. Le calidad con sentir la dulzura con la que empapaba el cielo cuando relucĂa con su esplendor.
Porque si bien absolutamente nadie parecĂa comprenderlo, al gato MisifĂş le agradaba lo que esa luna redonda y plateada le hacĂa sentir, lo que le hacĂa meditar, lo que le hacĂa soñar.
– Mira la luna. Es grande, refulgente y está tan lejos. ¿No vamos a poder llegar ahà donde está ? ¿No vamos a poder salir de acá, ir más all� – preguntaba Misifú a su amiga Ranina.
Ranina se estiraba con elegancia y le lanzaba un gruñido.
– ¡Uy que ver, Misifú! ¡Cuántos pájaros tienes en la cabeza!
Pero MisifĂş no tenĂa pájaros sino más bien sueños, muchos y deseaba cumplirlos todos…
– DeberĂamos viajar, conocer otros lugares, perseguir otros animales y otras vidas. ÂżEs que nuestra existencia será solo esto?
Muy pronto los gatos de aquel pueblo dejaron de hacerle caso. Hasta su amiga Ranina se fatigĂł de escucharle suspirar.
Tal vez de ahĂ que, quizás por el hecho de que la luna le dio la clave, el gato MisifĂş desapareciĂł un dĂa del pueblo de piedra. Absolutamente nadie logrĂł localizarle.
– Se ha marchado a buscar sus sueños. ¿Va a haber llegado hasta la luna?– se preguntaba con curiosidad Ranina…
Nunca más se supo del gato Misifú, mas ciertas noches de luna llena hay quien mira cara el cielo y puede distinguir entre las máculas oscuras de la luna unos bigotes alargados.
No todos pueden verlo. Solo los soñadores son capaces.
ÂżEres capaz ?