El espinazo del diablo
España / México / Argentina / Francia (2001) *
Duración: 106 Min.
Música: Javier Navarrete
Fotografía: Guillermo Navarro
Guion: Guillermo del Toro, Antonio Trashorras, David Muñoz
Dirección: Guillermo del Toro
Intérpretes: Marisa Paredes (Carmen), Eduardo Noriega (Jacinto), Federico Luppi (Dr. Casares), Fernando Tielve (Carlos), Íñigo Garcés (Jaime), Irene Visedo (Conchita), José Manuel Lorenzo (Marcelo), Paco Maestre (Puerco), Junio Valverde (Santi), Berta Ojea (Alma), Adrián Lamana (Gálvez), Daniel Esparza (Marcos), Javier Bódalo (Búho).
Una voz en off se pregunta qué es un fantasma, para responderse que es un acontecimiento terrible culpado a repetirse constantemente.
Un niño sangra tendido en el suelo mientras es contemplado por otro niño que ve aterrorizado que ha muerto y llora.
España, finales de los 30. En medio de la disputa Carlos, un niño de 12 años, viaja con dos milicianos por un paraje desértico hasta llegar al orfanato de Santa Lucía en cuyo patio ven una colosal bomba que, según les enseña Alma, una de las profesoras, dejó caer un avión y que no llegó a explotar, aunque la desactivaron y la dejaron allí como un elemento decorativo.
Carlos, fascinado por la bomba la toca y comprueba que está vacía.
Los ven llegar desde la parte de arriba Carmen, la directora del centro, que tiene una de sus piernas de madera que le duele comunmente, y el Doctor Casares, que comunican que siempre que se muestran Domínguez y Ayala, que transporta un brazo herido les traen inconvenientes, y, observando que llevan a un niño señalan que otro niño más es bastante, ya que tienen ya varios.
Carlos recopila en el patio una babosa que se almacena en una caja que transporta, mientras los hombres que lo llevaron hablan con la directora, observando al levantar la visión la imagen fantasmal de otro niño en una puerta que él, interesante, atraviesa y que otorga a la cocina, donde ve otra vez la sombra.
Es abordado entonces por dos niños algo inferiores que él, Búho y Gálvez que le preguntan si es nuevo y si transporta algo de comida.
Carmen le dice a Ayala, mientras Casares le otorga puntos en la herida que no puede admitir a otro crío, ya que solamente tienen comida para los que ya tienen, diciéndoles ellos que es el hijo de un compañero muerto en el frente, aunque el jóven esto no lo sabe, intentando de seducir a la directoras diciéndole que Ricardo, su marido era un hombre de ideas de izquierdas, asegurando ella que la dejó allí, cuidando de sus especiales y que cuando lleguen los nacionales encontrarán un montón de hijos de rojos.
Carmen quiere que se lleven los lingotes de oro que esconden allí, ya que debido a que no les se usa para adquirir pan espera que lo logren usar ellos para adquirir armas, aunque ellos se niegan a llevarlo, ya que tienen que atravesar las líneas enemigas.
Carlos les exhibe a Gálvez y Búho sus tebeos decidiendo ellos cambiárselo por sus bienes, un cañamón y una canica llevada a cabo por Búho con barro y mocos de 6 meses, llegando entonces otro niño, Jaime que se lo quita y que le pregunta a Carlos si se va a quedar, a eso que este responde que no, que está allí por su tutor, el señor Ayala, que lo tutela mientras su padre está en la guerra.
Jaime se niega a devolverle el tebeo y empiezan a pelearse entre ellos observando entonces cómo Ayala y Domínguez dejan su maleta en el patio y se marchan.
Carlos corre tras el coche inútilmente, comprendiendo que debe quedarse allí.
Lo observan Carmen y Casares, que se aproxima a él y le contribuye a recomponer la maleta intentando de reconfortarlo diciéndole que estará bien allí aunque solo quedan tres instructores, la señorita Alma, que les otorga cálculo y lectura, Carmen y él.
Carmen lo acompaña al dormitorio comunitario y le da una cama y una pastilla de jabón y le enseña que no está en una prisión y que algunos niños se han escapado, aunque le advierte que el pueblo está a un día de distancia y por las noches hace bastante frío y de día bastante calor.
Jacinto, el portero se expone amargado de estar allí, aunque sus amigos Marcelo y el “Puerco”, que viven en el pueblo y algunas veces hacen allí algún trabajo le hacen ver que allí está realmente bien, lejos de la guerra escondido y bien atendido, saliendo entonces Conchita, su novia, que dice que desean irse a Granada juntos y casarse allí.
El chico les exhibe una llave y les dice que esa noche probará a conocer si es la de la caja fuerte donde ocultan el oro, aunque ellos se burlan y no le creen.
Cuando se van sus amigos Conchita le dice a Jacinto que le dan asco sus amigos, diciendo él que lo que otorga asco es ese sitio y que cuando era pequeño soñaba con salir de allí, hacerse rico y adquirirlo para destruirlo piedra a piedra, dando por seguro que no quiere que nadie sepa que estuvo allí 15 años.
Carlos no puede reposar y ve otra vez sombras fantasmales, tirando sin querer la jarra del agua lo que provoca que se despierten los demás, pidiéndole Jaime, que es precisamente el líder del grupo que vaya a la cocina a llenarla, aunque él dice que irá solo si nuestro Jaime le acompaña, yendo cada uno con una jarra.
Cuando pasan por el patio Jaime le dice que aunque aseguran que la bomba está vacía si pegan la oreja se escucha un tictac.
Ven entonces a Conchita y se aproximan hasta la ventana de la habitación de Jacinto a la que esta va, observando los niños cómo se besan.
Jaime llena su jarra primero y sale aguardando a Carlos fuera, tirando sin querer Carlos numerosas cosas en la cocina, oyendo Jacinto el ruido por lo cual, tras coger una escopeta y se dirige a la cocina, forzando a Carlos a esconderse y observando desde su refugio cómo Jacinto saca una placa de azulejos tras la cual está escondida una caja fuerte que trata de abrir con la llave robada a la directora, aunque sin éxito, por lo cual se marcha cerrando otra vez la puerta de la cocina, aunque con la cadena más apretada, dejando un hueco muy ajustado por el que en este momento Carlos no puede salir.
Comienza entonces a escuchar suspiros, los suspiros de que antes oyó comentar a los niños, por lo cual baja por las escaleras, de donde procede el sonido hasta llegar a un subterráneo, observando cómo allí otro niño atraviesa cruzando, y al que le pregunta quién es y si vive allí abajo, acercándose poco después hasta él un fantasma de cara blanca y con una pequeña nube de sangre sobre su cabeza que le murmura que varios van a fallecer, logrando tocar cuando desaparece el espectro sangre en el aire.
Asustado regresa hacia arriba y trata de salir sin que Jaime le ayude, lográndolo por último tras quitarse la chaquetilla del pijama mientras el resto de niños lo observan desde la ventana logrando romperle la jarra al lanzarla piedras con sus tirachinas y realizando que lo sorprenda Jacinto.
Al día siguiente permanece castigado en el comedor sin responder nada cuando Casares le pregunta quién le acompañaba la noche previo, dando por seguro que se encontraba él solo.
Casares les pide entonces a los niños que empiecen a desayunar, haciéndolo todos con enorme ansia debido al hambre, asegurándole Casares a Carmen que el primero que levante la visión del plato será el cómplice, observando cómo al pasar tras ellos lo miran Jaime, Gálvez Marcos y Búho.
Castigan a los tres asegurando Gálvez que Búho y él – habla en nombre de los dos porque Búho no habla, aunque dice se fija bastante, sabían que no se chivaría, aunque admiten que Casares es muy listo.
Les obligan a cargar con las figuras de santos y con la cruz que guardaban en el desván y que sacan para que cuando lleguen los nacionales lo vean y no les hagan nada, ya que las aclaraciones que llegan hablan de la caída de Cataluña y después irá Madrid.
Carmen anima a Casares a regresar a su país asegurándole que los fantasmas de que hablan los niños son ellos, aunque Casares se expone aun esperanzado en que intervengan aun Francia o Inglaterra.
Carlos, intrigado con la figura fantasmal del día previo regresa a bajar y bate el agua de un colosal tanque de agua intentando de ver otra vez al fantasma.
Lo sorprenden allí Jaime y Marcos, sacando el primero una navaja y retándolo, defendiéndose Carlos lanzándole algo a la cara que le hace caer al agua, debiendo saltar nuestro Carlos a por él, que no sabe nadar, siendo vistos desde el fondo por el fantasma al que Carlos trataba de ver.
Sorprendidos por Jacinto, les regaña por estar allí. Ve entonces la navaja y pregunta de quién es, diciendo Carlos que es suya, asegurándoles Jacinto que si les pasa algo le echarán la culpa a él, y tras rajar la cara de Carlos con la navaja los echa, diciéndole que si cuenta a alguien que le puso la mano encima lo abrirá en el medio.
Mientras Casares lo cura, Carlos le cuenta que vió un fantasma, aunque Casares le dice que él es un hombre de ciencia y que Europa está llena de miedos, mostrándole los cadáveres de numerosos fetos en frascos, uno de los cuales tiene la espina dorsal por fuera, diciendo que la multitud lo llama el espinazo del diablo que tienen los niños que no deberían haber nacido, aunque él le afirma que todo es pobreza y patología.
Los fetos flotan en la mitad de un líquido con especias que les enseña que es un ron añejo que vende en el pueblo para lograr sostener los costos del colegio.
La noche siguiente le despiertan otra vez sus compañeros, aunque en esta ocasión de manera amistosa para pedirle que les deje sus tebeos, cambiándole Jaime uno de ellos por un dibujo de una mujer desnuda.
Escuchan entonces los suspiros otra vez, aunque no tienen idea que estos son de Carmen cuando hace el cariño con Jacinto, al que al finalizar le dice que esa será la última vez mientras él le coge otra de las llaves.
Aunque Jaime les pide a sus compañeros que no vuelvan a comentar de los suspiros y de los fantasmas, estos le cuentan a Carlos que el día que cayó la bomba desapareció un niño, Santi, y desde ese momento nadie se atreve con Jaime, contándole que Santi dormía en su cama, la número 12 y que el fantasma llegó con la bomba.
Al día siguiente varios de los niños asisten a Jacinto a cargar en el camión las botellas de ron que irán a vender al pueblo él, Casares y Conchita.
Antes de que se marchen Jaime le regala a Conchita la vitola de un puro como si fuera un precioso anillo, ganándose de ese modo un beso de ella.
A lo largo de algunas de las clases Jaime se ocupa de dibujar y Carlos se da para asistirle a escribir las historias para sus tebeos, aunque su compañero lo repudia.
Durante la noche Carlos se aproxima a la taquilla de Jaime y coge su carpeta y mira sus dibujos, entre ellos los de un niño al que le sale sangre por la cabeza como a su fantasma.
En el pueblo, Casares cierra su negocio, observando allí cómo los nacionales, entre los que está Marcelo capturaron a un grupo de brigadistas y a numerosos españoles y en medio de estos Ayala y Domínguez, observando cómo terminan con ellos dándoles un tiro en la cabeza.
Esa noche, Carlos regresa a salir intentando de hallar a Santi, convencido de que el fantasma que ve es el de el, y cuando ve al niño con la sangre flotando sobre la cabeza le pide que dialogue con él, ya que no quiere que muera nadie más, aunque por último tiene miedo y sale corriendo mientras el fantasma le sigue, decidiendo resguardarse en un armario, debiendo coger con fuerza el pestillo para evadir que Santi lo abra, observando el ojo de este al asomarse por el hueco de la cerradura.
Por la mañana es asombrado allí por Alma, aunque sale corriendo.
Casares le dice a Carmen que tienen que marcharse ya sin aguardar más, ya que, vio que los nacionales apresaron a Ayala, y está convencido de que le harían comentar antes de matarlo, diciéndole a Carmen que no podría aguantar que le sucediera nada a ella.
Carmen va a agarrar unos documentos a la caja fuerte donde la llama la atención Jacinto que le pregunta a dónde se van y qué será de él, para a continuación mencionarle que el oro no irá a ningún lado aunque ellos se vayan recordando ella que cuando lo acogió era, de los huérfanos, el que enserio se encontraba más solo.
Hace aparición entonces Casares con la escopeta, diciéndole Jacinto que mientras él le cuenta cosas lindas a la vieja es él quien debe follársela, siendo abofeteado por Carmen mientras Casares le ordena a punta de escopeta a marcharse.
Hacen que los niños recojan sus cosas y hagan sus equipajes.
Jaime le pregunta entonces a Carlos qué es lo que vió, contándole este que vio a Santi, el que suspira, que está muerto.
Los niños suben con sus maletas al camión, mandando Casares a Conchita a coger una lata de gasolina para el sendero, aunque esta ve que no queda, y sale por el lado opuesto afuera intentando de ver si hay alguien y aunque no ve a nadie, asustada coge la escopeta, observando entonces cómo el camión pierde gasolina habiendo un reguero que va hasta la cocina, donde encuentra a Jacinto derramando gasolina con la intención de prenderle fuego y llevar a cabo volar el camión.
Prende un cigarrillo y Conchita le apunta con la escopeta, diciéndole que están todos dentro y no puede llevarlo a cabo, aunque él se expone muy seguro de que ella no disparará, aunque mientras juguetea con la escopeta sale un tiro que lo hiere, lanzando entonces él su cigarrillo ocasionando el fuego, debiendo salir los niños corriendo mientras el fuego se aproxima a los bidones.
Alma trata de apagar el fuego, intentando Carmen al verla de hacerla salir, sin éxito.
También va Casares a hacia ella, saliendo despedido por la explosión, observando los niños cómo poco después explota el camión también.
Con graves quemaduras Casares recupera el saber observando el caos a su alrededor y los cuerpos de numerosos niños muertos, estando los demás aterrorizados.
Casares se dirige a la cocina intentando de hallar a Carmen, a la que encuentra malherida.
Conchita escoge proceder a buscar asistencia para lo que tendrá que ir andando hasta el pueblo, sabiendo que si camina toda la noche llegará al día siguiente al mediodía, ya que sabe que no tienen la posibilidad de aguardar asistencia debido a que con toda seguridad nadie escuchó la explosión.
Casares protege a Carmen y le recita una poesía más, observando cómo muere en sus brazos.
Seguro de que Jacinto regresará, Casares sube al piso de arriba con la escopeta dispuesto a esperarlo, aunque está malherido.
A lo largo de la noche Jaime le pregunta a Carlos si sería con la capacidad de matar, dando por seguro que él sí, diciéndole que lo que cuenta de Santi es verdad, y que está muerto, aunque le afirma que no fue él quien lo logró, aunque sí lo vio.
Ten en cuenta que estaban recogiendo babosas una noche en la fosa él y Santi cuando, al escuchar un ruido en la cocina Santi salió, impresionando a Jacinto en la cocina intentando de abrir la caja fuerte.
Asustado al verse descubierto Santi regresa a bajar y avisa a Jaime, que se oculta, logrando ver desde su refugio cómo Jacinto le pregunta a Santi qué vió mientras lo coge por el cuello.
Asustado, Santi muerde a Jacinto, por lo cual este le empuja, golpeándose el niño de manera accidental la cabeza y cayendo al suelo sangrando y muriendo, decidiendo Jacinto al notar lo que pasó y asustado atarlo y lazarlo al fondo de la fosa.
Jaime, conmocionado salió al patio en la mitad de una tremenda lluvia, siendo testigo de primera mano de la caída de la bomba, que no llegó a explotar.
Tras aquello, se olvidó de Jacinto, aunque afirma que la próxima vez que lo vea lo matará.
Conchita camina hacia el pueblo topándose con un camión en que van Jacinto y sus amigos Marcelo y el Puerco hacia el colegio, pidiéndole el primero que suba al camión, diciéndole ella que no le tiene miedo, insistiendo Jacinto en que suba, ya que le está realizando quedar como un imbécil, decidiendo al notar que ella no le obedece clavarle una navaja, acabando con ella.
Entre los heridos está el Búho, al que sus amigos tratan de sanar, sin hallar que deje de sangrar, por lo cual suben a soliciar asistencia al Doctor Casares, observando cómo en ese instante se aproxima Jacinto con sus amigos, por lo cual pide a los niños que le ayuden a levantarse y asomarse a la ventana con la escopeta para que Jacinto y sus amigos logren ver que sigue vivo, consiguiendo de hecho que se den la vuelta para aguardar a otro instante.
Los niños buscan entre las ruinas la comida que todavía queda, apareciéndosele a Carlos otra vez Santi, que en esta ocasión no sale corriendo, preguntándole al fantasma qué quiere, diciéndole este que le traiga a Jacinto, dando por seguro que le ayudará.
Casares se muere en la silla y Jacinto entra con sus amigos forzando a los niños a que rebusquen entre los escombros aguardando hallar la caja fuerte que por último encuentran.
Cruelmente Jacinto le devuelve a Jaime la vitola que le había dado a Conchita antes de encerrarlo adjuntado con los demás niños en un cuarto mientras ellos tratan de abrir la caja.
Jaime les dice que tienen que huír para que no los mate a todos, aunque Gálvez le hace ver que ellos son más fuertes y van armados, aunque Jaime le dice que ellos son más, y empiezan a prepararse sacando punta a unos palos como si fueran lanzas, tras lo cual deslizan a Gálvez por una ventana para que les abra la puerta, aunque al caer desde la ventana Gálvez se hace daño en un pie.
Fuera alcanzan abrir por último la caja, aunque no encuentra el oro.
Cuando se abre la puerta de la habitación donde están los niños ven que no ha podido llevarlo a cabo Gálvez, que se encontraba muy dolorido, contándoles este que quien les abrió fue Casares, que le mencionó que fueran valientes.
Los amigos de Jacinto se detallan decepcionados, ya que en la caja solo hay documentos y imágenes, en las que Jacinto ve a sus padres y a él mismo de niño.
Marcelo y el Puerco le hablan de sus proyectos de escapar el día siguiente hacia Portugal sin creer ya a Jacinto, que les afirma que el oro sigue allí y tienen que buscarlo y, cuando lo hallen quemar el edificio, asegurándoles que nadie echará de menos a los niños ya que no tienen familia y son una gota en medio del mar.
Al día siguiente Jacinto consigue hallar la pierna ortopédica de Carmen, conociendo que escondía en ella el oro, aunque cuando va a decírselo a sus amigos ve cómo estos se han marchado dejándolo solo.
Van entonces Jaime y Carlos a su acercamiento y hacen que los siga hasta la fosa, mostrándose entonces los tres más pequeños con sus lanzas y mientras Jacinto se dispone a dispararles es asombrado por Jaime que le clava una de las lanzas en el costado, siendo después cubierto por todos los niños con sus improvisadas lanzas, como los prehistóricos que les enseñaba la señorita Carmen se reunían para terminar con el colosal mamut, lanzando a Jacinto a la fosa de donde el peso del oro le impide flotar, y, aunque trata de liberarse de él, no lo consigue y el abrazo de Santi le impide salir.
Tras ello los niños, solos y sin asistencia, con Gálvez cojeando y Búho en brazos de los superiores parten solos hacia el pueblo intentando de hallar asistencia.
Desde la puerta del internado Casares los ve marcharse, preguntándose otra vez qué es un fantasma, y afirmando que es él el fantasma.
Calificación: 3