“Este emprendimiento me ilusionaba de colosal forma por el desafío técnico que me impuse después de mi visita a la Exposición Universal de Montreal en 1967. Cuando vi las proyecciones de pantallas múltiples me percaté del colosal potencial de esta novedosa técnica para el lenguaje cinematográfico y logré seducir a Richard Zanuck para que me dejara rodar una película con este sistema. Otros dos elementos fueron de cualquier manera indispensables para el film: el guion de Edward Anhalt y la interpretación de Tony Curtis, que supuso todo un reto al tratarse de un papel totalmente contrario al de sus individuos habituales”
Richard Fleischer
Resulta paradójico que la escencial característica por la que se recuerda a esta espléndida película (el uso del sistema de multipantallas en determinados secuencias) sea precisamente (al menos para quien esto escribe) uno de los elementos más prescindibles de la misma, muy por debajo de los otros dos causantes importantes por Fleischer (su magnífico guion y, más que nada, la increíble interpretación de Tony Curtis), a los que cabe añadir la contundencia y sobriedad de su escenificación (en todo su metraje, pero primordialmente en la parte final de la película, exactamente cuando Fleischer ya abandonó totalmente la multipantalla).
En todo caso, es realmente difícil decir que las secuencias en las que Fleischer recurre a la pantalla múltiple estén mal resueltas, o de hecho que no aporten cierto interés narrativo (en algunos instantes más que en otros: primordialmente aquéllos que se desarrollan en los escenarios de los crímenes y los que describen los interrogatorios y arrestos indiscriminados de la policía a la caza del asesino), pero nadie cuestiona de que cuando el film alza terminantemente el vuelo es precisamente cuando Fleischer se despoja de todo elemento accesorio y se enfoca en el cara a cara que tiene lugar en la salón de interrogatorios entre el asesino Desalvo (Tony Curtis) y el investigador John S. Bottomly (Henry Fonda).
La película se divide exactamente en dos partes, todas ellas iniciada con la retransmisión televisiva de un momento histórico primordial (y de signo exactamente opuesto) en la narración de los Estados Unidos: la sección primera, que empieza en el apartamento en donde Desalvo acaba de cometer el segundo de sus crímenes, empieza con las imágenes en el televisión del desfile de bienvenida a los usuarios del emprendimiento espacial Mercury. En toda esta primera hora del film la presencia de Desalvo se dará únicamente a través de los planos de sus manos y pies justo antes de arrancar a sus víctimas (recurriendo en numerosos casos a la técnica de pantalla múltiple – fotograma 1), en tanto que Fleischer dedica la mayoría de su atención a exhibir el trabajo de la policía, encabezada por el detective Phil DiNatale (George Kennedy), al que se unirá Bottomly, como máximo responsable del gobierno adelante de una comisión primordialmente construída por el fiscal general para seguir la situacion.
Durante toda la sección primera, por consiguiente, Desalvo se muestra como una figura fantasmagórica de la que la policía es incapaz de establecer un patrón de conducta o hallar una mínima pista que le permita continuar en sus indagaciones, ocasionando en la ciudadanía un sentimiento de inseguridad y, en el final, de histeria colectiva donde todo el planeta puede ser un posible sospechoso (una situación que hace sospechar exactamente en M, el vampiro de Düsseldorf, de Fritz Lang, y que Fleischer ilustra otra vez utilizando con eficacia el recurso de la multipantalla – fotograma 2).
La segunda parte del film empieza con las imágenes de la retransmisión del funeral del John Fitzgerald Kennedy en el televisión del apartamento de Desalvo. Partiendo de un chato general en el que observamos por primera ocasión la inmóvil figura del asesino observando la pantalla de televisión, Fleischer ejecuta un travelling de acercamiento hasta la cara absorto de Desalvo, mientras su mujer e hijos están en un background (una imagen que sitúa al personaje en una clase de espacio mental aislado del ámbito familiar – fotograma 3).
El recurso de las imágenes del funeral del presidente Kennedy no es ni muy menos casual: la idea de la doble personalidad que se establecerá como condicionante del accionar criminal de Desalvo encuentra su paralelismo en uno de los hechos que mejor han reflejado las luces y sombras de la historia política de los USA. Consecuentemente con este desarrollo, el siguiente ataque del estrangulador nos será exhibido no ya de forma elíptica, como en las anteriores oportunidades (en las que únicamente veíamos los instantes preliminares o las consecuencias del crimen), sino describiendo con toda crudeza y frialdad el ritual de un enajenado Desalvo en el momento previo de inmovilizar a su víctima para cometer el asesinato. Un ritual que en esta ocasión se ve abruptamente interrumpido cuando Desalvo repara de forma accidental en la imagen de su rostro reflejada en el espejo, tomando consciencia por un fugaz instante del monstruo que habita dentro de el (fotograma 4 – otra vez, en una clara referencia al personaje primordial de M, el vampiro de Düsseldorf), situación que acabará frustrando el intento de asesinato y que provocará la posterior detención del estrangulador y su reclusión en un centro psiquiátrico.
Es aquí cuando el film cobra su más grande fuerza e intensidad, a través de la aptitud de una escenificación que hace de la desnudez su máxima virtud (con Bottomly y Desalvo encerrados entre las blancas paredes de la salón de interrogatorios – fotograma 5) y, más que nada, a la extraordinaria actuación de Tony Curtis: un alarde interpretativo que consigue su máxima expresión en un chato secuencia final (si se me posibilita la osadía) digno de algunas de las más profundas secuencias de la filmografía del mismísimo Ingmar Bergman (fotograma 6).
David Vericat
© cinema primordial (octubre 2014)