El flautista de Hamelín es un cuento clásico de los hermanos Grimm, publicado en 1816. Cuenta la historia de un enigmático flautista que llega al pueblo de Hamelín para asistirles con una horrible invasión de ratas. El origen de la historia es antiquísimo, y como en otros casos, los conocidos hermanos fabulistas lo documentaron en una de sus recopilaciones de cuentos tradicionales, añadiendo detalles nuevos.
La V. O. de este cuento, como otros muchos cuentos tradicionales, tiene un final bastante crudo, bastante difícil de comprender en nuestros tiempos. Con lo que la versión que os traemos esta vez es una versión amoldada, con un final feliz en el que todos aprenden una lección valiosa…
Cuento «El flautista de Hamelín»
Hace muchos, mas muchos años, el apacible pueblo de Hamelín se llenó de ratas. Había ratas por todos lados: en los graneros, en las cocinas, en las tiendas, en las calles, en las plazas… y no había modo de librarse de .
Los habitantes de Hamelín estaban tan agobiados, que el regidor decidió ofrecer una recompensa de mil monedas de oro para quien consiguiera liberar a la urbe de tan horrible plaga. Al poco tiempo llegó al pueblo un extraño forastero: era alto y delgado, andaba por ahí envuelto en una capa y tenía una flauta. Se presentó frente a las autoridades y dijo:
–Yo puedo liberar a vuestra urbe de todas y cada una de las ratas.
El regidor no le creyó, mas creyó que de cualquier modo calidad la pena procurarlo.
–Si lo consigues, la recompensa va a ser tuya– le afirmó.
Una flauta mágica
Entonces el forastero se dirigió a la plaza primordial del pueblo y empezó a tocar la flauta.
–Es solo un pobre orate- decía la gente riendo de .
–Dice que nos va a liberar de las ratas y lo único que hace es ponerse a tocar la flauta- seguían diciendo.
Pero de repente sucedió algo increíble: como atraídas por la música, las ratas empezaron a reunirse alrededor del flautista, llegando desde cada rincón de la urbe. Entonces el flautista empezó a caminar y las ratas lo prosiguieron, tal y como si una fuerza irreprimible las arrastrara fuera del pueblo.
El flautista llegó hasta el río y lo atravesó andando. Las ratas lo prosiguieron, mas la corriente las arrastró río abajo. En el pueblo de Hamelín no quedó ni una rata. Mas cuando al flautista fue a solicitar su recompensa, el regidor le dio solo 10 monedas.
-Esto es más que suficiente por haber tocado un rato la flauta- le afirmó.
El flautista, muy enojado, conminó con vengarse si no recibía la recompensa prometida, mas el regidor y el resto autoridades del pueblo se rieron de .
–¡Os vais a arrepentir de no haber mantenido vuestra promesa y haberos burlado de mí!- les chilló el flautista mientras que se distanciaba.
La venganza del flautista
El forastero empezó a dar vueltas por las calles de la urbe tocando la flauta, y toda vez que pasaba al lado de un conjunto de pequeños, estos dejaban todo cuanto hacían y lo proseguían en silencio, sin quitarle los ojos de encima. En escaso tiempo, todos y cada uno de los pequeños de Hamelín andaban tras el flautista y , sin dejar de tocar la flauta, se dirigió fuera de la urbe.
en Hamelín vivía un pequeño pequeñísimo que andaba con muletas. Asimismo se sintió atraído irreprimiblemente por la armonía del flautista, mas como andaba más despacio que el resto, se quedó atrás. Cuando salió del pueblo, el flautista con todos y cada uno de los pequeños detrás se dirigió cara unas colinas que no estaban demasiado lejos. El pequeño corría lo más veloz que podía ayudándose con su muleta, mas al final quedó tan atrás que ya no pudo escuchar el sonido de la flauta. Entonces se apoyó contra un árbol para reposar un tanto.
Los demás prosiguieron camino y llegaron hasta una colina. Allá sucedió algo increíble: la roca se abrió mágicamente y el flautista, así como todos y cada uno de los pequeños, entró en la apertura, que se cerró de manera inmediata cuando el último pequeño entró.
Un pueblo desesperado
El chiquitín que había quedado atrás lo vio todo, volvió corriendo al pueblo lo más veloz que pudo y contó a los adultos lo que había sucedido. ¡Os podéis imaginar el dolor y la sofocación de los habitantes de Hamelín cuando supieron que sus pequeños estaban encerrados en una colina!
-Muéstranos dónde se encuentran nuestros hijos, ¡debemos salvarlos!
Una gran muchedumbre se reunió en la colina, buscando la forma de entrar, llamando a los pequeños y suplicando al flautista que los devolviese a cualquier costo. Mas todo fue inútil, y al final la gente, llorando desconsoladamente, volvió a la urbe.
El pequeño héroe
Pero el pequeño con las muletas no volvió con los demás; estaba cansadísimo, y se detuvo cerca de la colina para recuperar fuerzas, sin poder eliminar los ojos del sitio en el que la roca se había abierto y sus amigos habían desaparecido.
De repente, vio un objeto entre la hierba; se aproximó y reconoció la flauta del forastero. Sin pensarlo un par de veces, se puso a tocarla… ¡qué sorpresa se llevó cuando vio de qué manera la roca se abría de nuevo y de la fisura salían corriendo todos y cada uno de los pequeños!
Al percatarse que el chiquitín los había salvado, los pequeños lo cargaron sobre los hombros y volvieron cantando felices al pueblo, donde los recibieron sus progenitores y familiares con los ojos llenos de lágrimas de dicha.
–¡Eres un héroe! ¡Nos has salvado!
Para festejar el regreso de los pequeños se organizó una enorme celebración, y todos felicitaron y agradecieron al pequeño con las muletas por su bravura. Hasta ese instante, muchos pequeños lo habían dejado de lado en sus juegos y se habían burlado de por el hecho de que era pobre y cojo… mas ahora todos deseaban ser sus amigos. El regidor, que había comprendido las horribles consecuencias que su comportamiento avariento había provocado, decidió premiar al pequeño valiente. Merced a la desprendida recompensa, y su familia pudieron vivir de allá de ahora en adelante sin pasar dificultades.
–Nunca más voy a ser avariento- dijo el regidor- ¡y sostendré siempre y en toda circunstancia mis promesas!
Del enigmático flautista jamás más se supo nada, y su flauta mágica fue quemada en la plaza a fin de que absolutamente nadie más pudiese emplearla para hacer el mal.
El flautista de Hamelín, cuento animado
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La moraleja de «El flautista de Hamelín»
La moraleja de este cuento de los hermanos Grimm es bastante clara, ¿no os semeja? La avaricia y el egoísmo solo traen horribles consecuencias, y las promesas siempre y en toda circunstancia se mantienen: solo de este modo conseguimos el amor y el respeto de el resto. Además de esto podemos salvar una segunda lección en la historia del pequeño con las muletas: todos somos únicos y singulares, jamás juzgues a alguien sin conocerle por el hecho de que seguro que te confundes.