Resumen del cuento El gusano que quería ser mariposa de seda

Este cuento para dormir: «El gusano que quería ser mariposa de seda» habla de un gusano que desearía ser cualquier cosa menos lo que le había tocado ser: un desganado gusano de tierra, de esos que los pequeños aplastaban cuando veían en el patio del instituto. De esta forma que muy empeñado en transformarse en un gusano de seda, el protagonista de este cuento infantil, empieza un viaje que terminará de la forma más sorprendente.

Un cuento infantil educativo de María Bautista, ilustrado por Raquel Blázquez, que habla de la relevancia de admitirse a uno mismo y a lo que somos, puesto que, seamos de qué manera seamos, todos somos esenciales para la sociedad.

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El gusano que quería ser mariposa de seda

De todas y cada una de las cosas que podía haber sido en la vida, a Lunares le había tocado ser un triste gusano de tierra. Él que habría querido ser un valiente león, o bien una taimada zorra, no era más que un simple gusano, y no cualquier gusano, sino más bien de esos que salían en el alimento cuando se quedaba pocha y todo el planeta despachurraba con asco cuando los veía.

–Ya que nos ha tocado ser un gusano, ¿no podríamos cuando menos haber sido un gusano de seda? –preguntó un día a su amiga Larojos.
–¿Para qué exactamente deseas ser un gusano de seda? ¡Solo comen morera, que es una hoja que sabe a rayos y centellas! Nosotros sin embargo… comemos manzanas medio mordisqueadas, bocadillos con queso derretido, líquidos viscosos con sabor a naranja mezclado con sabrosa arena, etc.

Aquel menú tan singular venía de las papeleras de los pequeños que jugaban en el patio del instituto donde Larojos y Lunares vivían. El instituto estaba bien, siempre y en toda circunstancia había mucho comestible y jamás se aburrían, mas los pequeños eran peligrosísimos. Si los veían jugaban con ellos hasta que terminaban aplastándolos con el pie. ¡Era terrible!

–¡Mas absolutamente nadie nos quiere! No obstante, a los vermes de seda…
–¡Mas si son muy feos! Tan blancos y hastiados. Nosotros somos considerablemente más interesantes –insistía Larojos, tratando de animar a su amigo–. Mírate , con esos lunares morados que tienes. ¡Ya le agradaría a los vermes de seda ser como !

Lo cierto es que Lunares era un gusano realmente bonito. Tenía unas máculas refulgentes por todo el cuerpo que le hacían muy singular. Además de esto era muy presumido, y le agradaba vestirse con sombrero y bufanda. Todos le querían mucho y hasta le habían regalado una flor azul por su aniversario para que decorara su sombrero. No obstante, Lunares jamás estaba contento. ¡Ser un gusano era un fastidio! Los vermes no servían para nada… Salvo los de seda, claro, que daban aquel material tan suave y que tanto le agradaba a la gente.

– No afirmes eso. Los vermes de seda son feos al comienzo, mas entonces se transforman en hermosas mariposas. Los pequeños los guardan, los nutren y se los enseñan al mundo entero en la escuela. No obstante a nosotros… ¡nos aplastan cuando nos ven!

Y por más que Larojos trataba de persuadirle de que ser un simple gusano no estaba tan mal, Lunares no paraba de lamentarse. Tan triste estaba, que un día tomó una resolución.

–Voy a entrar en la edificación de las clases. ¡Deseo ser un gusano de seda! A lo mejor si me mezclo con ellos y como morera, asimismo terminaré haciéndome un rollo y transformándome en mariposa.

Su plan era colarse en alguna de esas cajas de zapatos en la que los pequeños guardaban sus vermes de seda.

–Lunares, ¡ten cuidado! Si te hallan en la caja se van a dar cuenta de que no eres un gusano de seda y ¡te apachurrarán con sombrero y todo! –le advirtió Larojos.

Pero estaba tan persuadido de que su plan saldría bien, que no hizo caso a sus advertencias y vestido con sus mejores galas se fue cara la edificación de primaria. Comenzó su aventura un viernes por la tarde, mas el instituto era tan grande, y tan pequeño, que no logró localizar a los vermes hasta un par de días y medio después, justo cuando la sirena del instituto anunciaba el principio de las clases.

Lunares, se coló en la caja, donde había un montón de vermes de seda comiendo morera reposadamente. Les observó atentamente y tuvo que reconocer que Larojos tenía razón: eran blanquecinos, feos y un tanto hastiados.

Cuando los vermes de seda vieron aquel extraño gusano de colores comenzaron a chillar revueltas.

–¿Quién eres ? ¿Qué haces acá?
–Soy Lunares y vengo a transformarme en mariposa de seda, ¡como !
–Tú no eres como . No vas a poder transformarte en mariposa.
–Claro que sí, ¡solo tengo que comer morera!

Tenía tanta apetito después de tantos días buscando a los vermes de seda, que le hincó el diente a una hoja de morera. Mas aquella hoja le supo, como había dicho Larojos, a rayos y centellas.

–Oye, que esta morera es nuestra. Tú no eres un gusano de seda y jamás lo vas a ser. Por mucha morera que comas. De esta forma que sal de esta caja y vete por dónde has venido.

Pero Lunares no quería irse de allá si no era transformado en una mariposa. Él quería ser un animal útil y precioso, como aquellos vermes. Un animal que sirviese para algo y que los pequeños estudiasen en el instituto.

No tuvo tiempo de discutir más con los otros vermes. De súbito, la caja se abrió, y Lunares vio un montón de ojos posados sobre él.

–¡Ey! ¡Qué asco! Mirad ese gusano con lunares de ahí. ¡Es repulsivo!
–¿De qué forma va a haber llegado hasta nuestra caja?
–¡Hay que machacarlo!

El ruido llamó la atención de la profesora, que se asomó a ver lo que estaba agitando a sus pupilos.
–¡Mas bueno! ¡Qué tenemos acá! Este gusano no habría de estar en esta caja, mas no hay por qué razón apachurrarle…
–Pero profe… ¡si es repulsivo!
–Y no sirve para nada… ¡no se transformará en mariposa!

La maestra cogió con sus dedos a Lunares, que asustadísimo se encogió hasta prácticamente parecer una bola. Llegaba su final, y solo podía meditar en su amiga Larojos y en todos y cada uno de los consejos que le había dado. ¿Por qué razón no la habría escuchado?

Sin embargo, la profesora no tenía ninguna pretensión de machacar a Lunares.

–Fijaros en este gusano. Semeja que no sirve para nada, ¿verdad? Mas estos pequeños bichos son muy importantes para la naturaleza. Ellos transforman la fruta podrida en comestible para la tierra, para que puedan medrar mejor las plantas. ¡Gracias a ellos los árboles medran más fuertes y merced a los árboles tenemos aire fresco para respirar!

Lunares se quedó mirando a la maestra sin comprender nada. ¿De veras hablaba de ? Y se sintió más esencial que jamás en la vida. Tanto como aquellos vermes que entonces se transformarían en mariposas.

–¿Y ahora qué hacemos con este gusano, profe? –preguntó un pequeño.
–¿Podemos dejarle en la caja con los otros? –quiso saber una pequeña.

Pero la maestra tenía otros planes para Lunares.

–Le vamos a devolver al patio, al lado de los árboles y la tierra. Para que pueda cumplir su función y pueda proseguir dando comestible a la tierra de nuestro instituto.

Lunares volvió a su árbol al lado de su amiga Larojos. Juntos volvieron a comer manzanas mordisqueadas, bocadillos de queso y jamón y jugos de naranja y arena. Lo que Lunares no volvió a hacer fue apreciar ser mariposa de seda. ¿Para qué exactamente si podía ser un fantástico y también muy importante gusano de tierra?