El Hombre Unidimensional
1. INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA
Herbert Marcuse nació en Berlín, en 1898, en el seno de una familia judía de buena posición económica. De joven se sintió atraído por la política. Adhería a las posiciones de izquierda. Pero el fracaso de la revolución espartaquista y la ejecución de Rosa Luxemburg (1919) lo alejaron de Berlín y de la política.
Estudió Filosofía en las universidades de Berlín y Friburgo. En esta última conoció a Husserl y a Heidegger. Éste último dirigió su proposición, con la que se doctoró en 1922. Permaneció en Friburgo hasta 1933, año en el que ingresó en el Centro de Investigación Recurrente de la Facultad de Frankfurt (más recurrente como Escuela de Frankfurt). Ese mismo año los nazis llegaron al poder y clausuraron el Instituto. Marcuse, con otros que corresponden de la Escuela, se trasladó a USA. Allí se estableció llegando de hecho a adoptar la nacionalidad de america, en 1940, y a trabajar para el gobierno federal. Ejerció la docencia en diferentes universidades: Columbia, Harvard, Boston y San Diego. Su pensamiento fue una de las fuentes de inspiración de la revuelta académico de 1968, recurrente como “mayo francés”. Murió en Alemania en 1979.
2. UNIVERSO TEÓRICO
2.1. La teoría crítica.
Con autores como Max Horkheimer, Adorno o Jürgen Habermars, el grupo de Francfort pretendía sugerir una clarificación racional(teoría) sobre la composición de la sociedad industrializada y las secuelas que ha traído para la vida humana y la civilización, resultado todo ello del método de razón vigente(razón técnico-instrumental).
Esa teoría critica la configuración de la sociedad de hoy por considerarla indebida y contraria a las solicitudes de la razón; lo cual piensa contar de seguro, siquiera sea de manera proyectiva, con un método de razón originaria, que permita detallar y constatar las falta de la sociedad industrializada y proyectar otra estructuración recurrente más acorde con la vida humana.
La teoría crítica se enfrenta a la teoría clásico, la cual es entendida, en tres puntos: a) como formulación de principios en la mayoría de las situaciones y últimos que describen e interpretan al mundo; b) como general y abstracta, autónoma e sin dependencia del marco histórico y recurrente en que surge; c) como pura, “mera” teoría. La teoría crítica, sin embargo: a) prosigue un avance hegeliano-marxista, enraizada en el marco y contenido recurrente del pensamiento e interrelacionada con la instancia material-económica; b) se hace objeto de su propia crítica para omitir transformarse en ideología en una especide de purificación teórica y c) recalca la relación entre teoría y praxis, tomando en consideración los objetivos últimos, poniéndose al servicio de la transformación práctica de la sociedad.
2.2. El neopositivismo.
Última expresión de la razón técnico-instrumental y reflejo teórico del capitalismo, se muestra como purificadora de los elementos transcendentales de las teorías que engloba dentro del término “metafísica” que brinda indiscriminadamente a toda composición teórica que no esté verificada empíricamente (ciencia) o que no sea puro análisis lógico (filosofía, según esta paradigma). Marcuse lo critica por ser “negación de los elementos trascendentes de la razón…”, necesarios para la teoría recurrente, y por representar la” réplica académica de la conducta socialmente requerida”.
2.3 .Heidegger.
Representa esa razón clásico a la que se oponía la teoría crítica que busca los primeros principios transhistóricos, y se enfrenta a la praxis de la teoría crítica: “La filosofía no puede sugerir jamás de una forma instantánea las fuerzas o llevar a cabo las maneras de acción o condiciones que susciten una acción histórica”. Marcuse se enfrenta a una trascendencia de la que habla la ontología heideggeriana y que representa la tradición metafísica occidental. La trascendencia en Marcuse es histórica, lo cual equivale a decir que tiene incidencia en la sociedad concreta; es una trascendencia práctica.
2.4. Freud.
La aplicación de los conceptos del psicoanálisis al esclarecimiento de fenómenos colectivos como la religión, la civilización y la sociedad, llevó a Freud a postular la represión de los instintos como mecanismo ineludible de psique y geanalógico de la moral y de la religión. No obstante, para Marcuse la represión no es ineludible sino un elemento histórico exacto, un instrumento de la sociedad clausurada que crea deseos no-naturales, agresivos, que hacen perpetuar las producciones económicas empujando al consumismo, las producciones jerárquicas en todo nivel, y negando la conciencia de clase y la intención de cambio.
2.5. Hegel y hegelianos.
La dialéctica, la negación alguna y la tradición de la colosal cultura serán atrayentes e instrumentos para Marcuse, que no repudia a la teoría clásico cuando sus elementos tienen la posibilidad de asistirlo.
3. EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL
3.1. LA SOCIEDAD UNIDIMENSIONAL
Marcuse nos enseña la sociedad industrializa como una sociedad clausurada, un universo dónde no caben selecciones de vida, donde los intereses en oposición fueron anulados. La razón técnico-instrumental es causa y esencia de este control de las fuerzas sociales: el electrónico tecnológico se expone con la aptitud de hallar los logros del avance y las recientes maneras de vida que apoya se convierten en maneras de adoctrinamiento. Las condiciones adoptadas para el desempeño del electrónico conforman el debilitamiento de las probables fuerzas emancipatorias y las maneras de control sofisticadas: el progreso de mecanización con la consiguiente supresión de la individualidad; concentración de compañias particulares en megacorporaciones; regulación de la libre rivalidad entre sujetos económicos desigualmente provistos; reducción de las prerrogativas y soberanías nacionales que previenen la organización en todo el mundo de los recursos…; toda medida de adelanto y liberalismo es una manera de control. En esta sociedad el hombre ha perdido su sentido crítico debido a que la organización recurrente se ve agradar las pretenciones. La independencia de pensamiento se piensa y se ejerce con fachada de combate abierto de selecciones dentro del status quo: la sociedad democrática en teoría deja abierta las selecciones pero las anula por la verdad económica y el dominio tecnológico. El electrónico técnico y científico tiene por función la dominación al obstaculizar con sus elementos la expresión de la independencia individual: «el electrónico técnico de producción y distribución (con un área cada vez más grande de automatización) trabaja, no como la suma total de meros instrumentos que tienen la posibilidad de ser aislados de sus efectos sociales y políticos, sino más bien como un sistema que establece a priori el producto del electrónico, tanto como las operaciones llevadas a cabo para servirlo y alargarlo. En esta sociedad, el electrónico productivo tiende a hacerse totalitario en el nivel en que establece, no sólo las ocupaciones, aptitudes y reacciones socialmente primordiales, sino también las pretenciones y misiones particulares»(Marcuse, 1954:25-26). El gadget de control y coordinación no puede ser separado de la forma cómo se utiliza, no existe neutralidad de la tecnología. La intromisión del recurso técnico en todos los puntos sociales se justifica en vista de su instrumentalidad, en el sentido de «productividad» y «avance potencial». Se publicita una necesidad del electrónico tecnológico relacionándolo con el avance y la independencia democrática. Esta función ideológica hace del accionar técnico un accionar político, en tanto se regresa justificador de un orden que no puede modificarse: «El encontronazo del avance transforma a la Razón en sumisión a los hechos de la vida y a la aptitud dinámica de producir más y superiores hechos de la misma clase de vida. La efectividad del sistema impide que los individuos reconozcan que el mismo no tiene dentro hechos que no comuniquen el poder represivo de la integridad. Si los individuos están a sí mismos en las cosas que dan forma a sus vidas, lo hacen no al prestar, sino al aceptar la ley de las cosas; no las leyes de la física, sino las leyes de la sociedad» (Marcuse, 1954:41).
Las pretenciones que el electrónico satisface son artificiales, construídas por la razón técnico-instrumental: las libertades conquistadas y las pretenciones demandadas se convierten en mercancía: la sexualidad se vende y se publicita hasta el límite de la pornografía, etc.…. Siguiendo a Freud, Marcuse encuentra en la sociedad la represión de los instintos, pero en oposición al constructor del psicoanálisis, la represión no es ineludible, es contingente e histórica, es relacionado de la sociedad concreta (en esta situación, la industrial) y se ocupa, como labor de institualización, en reprimir los instintos positivos que el llama del Eros, instinto de vida, que piensa unas pretenciones estético-biológicas de hermosura, tranquilidad, descanso y armonía. Todas estas pretenciones son reprimidas y dirigidas a la eficacia. Se sustituyen por la agresividad, esfuerzo, pobreza e injusticia, que alcanzan un accionar humano que reproduce la represión y la dominación. Las sociedades antiguas “sublimaban” los instintos en la “alta cultura”, aunque ésta era de una minoría. Hoy estas antiguas culturas son únicamente un producto del mercado. En este exacto momento todo se realizó cultura de masa, se ha banalizado y no tiene fuerza para ocasionar auténticos inconvenientes. Bach hoy se puede achicar a la música de fondo de una cocina. El sexo se ha comercializado. En lugar de la vieja sublimación, en este exacto momento nos encontramos frente una “desublimación institucionalizada”, que juega con los bajos instintos de sexo y agresión, centrando la actividad del Eros en la región genital sin aceptar su inclinación a la emancipación. No hay dimensiones, escenarios, habitamos una Cultura de elementos mercantilizados. Se crea una conciencia feliz falsa pero eficaz en el momento de denegar el cambio: no hay conciencia de clase, cómo la va a haber si el médico, el empresario y el trabajador tiene las mismas aficiones, comen en el mismo autoservicio, etc…; se transforman las reacciones selecciones, el beatnick, el bohemio, el hippie, se convierten en piezas de la sociedad, son selecciones de vida por el momento no incompatibles con el sistema debido a que se crean en él y se enlista a los individuos para reflexionar su presencia como dentro de la sociedad; todo desafío, toda reacción contra la vida y el planeta, estan premeditados hacia el avance personal, hacia la “carrera” del sujeto, el cumplimiento del “sueño americano” se transforma en la vía, dentro del y conveniente al sistema, de satisfacción diferida de las pretenciones de emancipación.
La conciencia de los individuos de la sociedad del confort es feliz, satisfecha, piensa que todo está bien y le gusta ver que el Estado satisface sus pretenciones. Vive en conformismo, sin remordimientos. Hay guerras en la periferia, donde se aniquila y se tortura, pero en la metrópoli todo es felicidad. Las sociedades opulentas absorben toda contradicción. Marcuse se fija primordialmente en el lenguaje que utiliza esta sociedad, un lenguaje apoyado en clichés (“libre empresa”, “construcción socialista”, etc.), estereotipado, funcionalista, que impide reflexionar las cosas. Así pasa en las formas recientes de neoliberalismo y neoconservadurismo. Por el momento no hay pensamiento con carga ontológica y universal. Los inconvenientes obreros, entre otras cosas cosas cosas, se limitan a cuestiones técnicas que se resuelven fácilmente. Critica también la democracia electoralista, donde ya hay un juego dado, con capitales intocables, en donde sólo hay una fachada de independencia.”El lenguaje es despojado de las mediaciones que forman las etapas del avance de conocimiento y de evaluación cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos y por consiguiente los trascienden están perdiendo su auténtica representación lingüística. Sin estas mediaciones, el lenguaje tiende a expresar y auspiciar la instantánea identificación entre razón y hecho, verdad y verdad establecida, esencia y vida, la cosa y su función.” (Marcuse, 1954:115). Todos estos elementos son los elementos que hacen de esta sociedad una sociedad unidimensional, y el hombre que vive en ella, un hombre unidimensional que no encuentra diferencias entre lo que se establece como verdad y la realidad, en el cual no existe distinción entre el planeta (el no yo como elemento negador del yo) y el yo. El hombre unidimensional no posee aptitud de crítica y cambio porque no encuentra contradicción entre lo sustancial y lo real, entre el ser y el deber ser.
Marcuse acude a la conciencia heredada de los pensadores clásicos, vistos según Hegel, para caracterizar el pensamiento negativo, de la protesta y la revolución. Los clásicos vivían en un mundo “bidimensional”, donde con los atrayentes podían ponerse en contra a la verdad, y no considerarla sin más racional. Frente a “lo que es”, ya dado, surgía un deber, que empeñaba en una contradicción: “tú tienes que ser lo que eres, y para eso tienes que eliminar lo que en este exacto momento eres”. Esta fuerza de la negación contradictoria, con verdadero espíritu innovador, se ha perdido completamente en la sociedad del confort. Por eso en ella domina la lógica abstracta, formal, cuando de todos métodos hay que contribuir a una lógica dialéctica, con la aptitud de cambiar lo ya ya predeterminado. La lógica de la protesta fué derrotada por los elementos dominadores de la sociedad clausurada unidimensional. La lógica formal, sin contenido, es la que reina. El pensamiento positivo es la expresión de esta sociedad y del dominio tecnológico. El dominio de este pensamiento es la expresión académica y científico-filosófica del dominio recurrente. La vida hoy se decrece a un “vivir y fallecer tecnológico”. El que tiraniza no es ya un rey, sino la composición racional tecnológica. Desapareció la “fuerza de lo negativo” de la que hablaba Hegel. La culpa de esta situación se imputa al predominio de las ciencias cuantitativas, que removieron las causas finales y modificaron todo en una situación instrumental, donde por el momento no hay sujeto humano. Los valores desaparecen porque “no son científicos”. Los filósofos de la ciencia se pusieron al servicio de este planeta “desontologizado”. El cientificismo ha instaurado el reino del a priori tecnológico. Es falso reflexionar que la técnica es “neutral”. La tecnificación a ultranza ha acabado por achicar todo a algo neutral, y así a “neutralizar” los valores, y eso es ideológico, aunque sigue escondido. El pensamiento científico es requisito para el avance tecnológico y la filosofía que demarque a la ciencia como único conocimiento se transforma el pensamiento ya ya predeterminado por los valores que porta. El ausentar a los valores del pensamiento filosófico-científico oculta los valores que sostiene la sociedad unidimensional. Una aliada de la filosofía cientificista y tecnologista fue la filosofía analítica anglosajona, heredera del positivismo lógico. El análisis lingüístico, designado a “curar de las confusiones filosóficas”, debidas a la lengua, así como el obsoleto neopositivismo, se destinan de todos métodos a ocultar los inconvenientes substanciales del hombre. El lenguaje metafísico de los clásicos llevaba a confrontar con los inconvenientes reales del hombre, y así tenía un valor subversivo, ya que conducía a ponerse en contra a los hechos. La filosofía analítica decrece el pensamiento a investigar oraciones como “la escoba está en un rincón” (Wittgenstein) y así se escamotean los inconvenientes angustiantes del hombre. En el fondo, la filosofía empirista y analítica tiene el propósito misterio de obligarnos a adaptarnos a la sociedad tecnológica. Todos los inconvenientes que ellos estudian son completamente banales. Los colosales conceptos universales, como yo, conciencia, independencia, espíritu, se limitan a operaciones técnicas. Los viejos mitos (ejemplo: magias, brujerías) hoy se utilizan banalizados, como medio de propaganda, de publicidad. La sociedad del confort utiliza la estadística siempre manipulada. Las indagaciones, las entrevistas, etc. banalizan lo profundo, para adaptarlos a los clichés de la televisión, la prensa, etc. Hoy estamos hablando del amor, entre otras cosas cosas cosas, usando fraseologías hechas, propias de películas de gángsteres y de la propaganda. Los filósofos analíticos, en lugar de realizar un análisis intensamenta de este lenguaje estereotipado y falso, se contentan con estudiar oraciones como “me rasco”, etc., pero frente la proposición “esto es injusto”, dirán que el método de justicia es poco claro. Nos encontramos, en el desenlace de cuenta, frente un lenguaje ya ya predeterminado propio de un universo totalitario, y los analíticos del lenguaje no sólo no ayudaron a desentrañarlo, para que se descubriera su intrínseca hipocresía, sino que han adormecido a las conciencias con sus análisis triviales, puramente técnicos. Los filósofos analíticos estudian realidades mutiladas y caen en controversias únicamente académicas. Han anestesiado el valor del lenguaje ordinario. Una verídica filosofía debería ser negativa frente “lo establecido” y debería ir precisamente a las cuestiones “ideológicas”. El pensamiento positivo ha triunfado en la forma de esta filosofía unidimensional.
3.2. LA POSIBILIDAD DE LAS ALTERNATIVAS
Es requisito un cambio cualitativo, sin lugar a dudas. En Marcuse hay exigencia de independencia política y recurrente en las que las pretenciones sublimadas estén al servicio del Eros hacia la construcción de un mundo pacificado, una sociedad que, con base en otras relaciones de producción, esté estructurada por hombres cuyas pretenciones instintivas sean la negación alguna (en sentido hegeliano) de los que reinan en la sociedad represiva. Entendamos esta negación alguna de este modo: Marcuse afirma en este exacto momento el valor de los universales, como “nación”, “hombre”, “libertad”, “belleza”, etc. Pero otorga una interpretación dialéctica de los mismos, anclada en Hegel. Esos universales reflejan un estado de la conciencia que capta un ideal, entre otras cosas cosas cosas, la hermosura, y niega lo que en el planeta de los hechos pasa por bello. Los particulares hacen a los universales, pero a la vez los niegan. Los reales universales son conceptos muy amplios, de valor histórico, que admiten que el hombre despliegue sus colosales peleas. El horizonte que proyecta Marcuse, por consiguiente, es de pelear en este exacto momento contra la sociedad establecida usando esta aptitud negadora que, no obstante, la sociedad unidimensional desecha. Nuestra labor de hoy, según Marcuse, es atrapar todo lo negativo que tiene la sociedad de hoy, y criticarlo (por ej., viajo en un espléndido coche, pero dependo de una compañía que me lo ha elegido). Hoy, más que jamás, debemos promover las contradicciones. Requerimos una única tecnología, que no será un refinamiento de la de hoy, sino que surgirá tras la catástrofe de la de hoy tecnología establecida. La novedosa tecnología debería equilibrar más las pretenciones con la independencia humana. Habría que hallar poner causas finales al trabajo, trabajar sólo en función de las reales pretenciones, y que esta tecnología sirviera a todos y no sólo a algunos. El hombre más adelante debería achicar su poder de control, entre otras cosas cosas cosas dominando a la naturaleza no de un método represivo. Requerimos una “razón no tecnológica”, que sería el “órgano del buen vivir”. Habría que adoptar frente la naturaleza una actitud más estética y menos utilitaria. Las recientes tecnologías deberían prestar libre juego a las facultades humanas. Se trataría de “redefinir” las pretenciones (por ejemplo, si cesara la propaganda, la multitud pensaría más por su cuenta). Además piensa que es requisito achicar drásticamente la población futura, ya que es verdaderamente difícil vivir bien en una sociedad de masa, donde no hay espacio para meditar y aislarse. que la imaginación humana hoy está esclavizada por la técnica y la publicidad, y así está como mutilada por nuestra de hoy “sociedad de imágenes”. En una clase de llamada genérica a la revolución, pide que la multitud se rebele, que niegue, que critique, sin importar que no se sepa hacia dónde vamos. Hoy nos dominan los gestores, y la única solución es el rechazo total. Los canales democráticos no sirven, porque no son auténticos. Los desgraciados, los pobres, los marginados, los parias, los desocupados, los excluidos, deberían sumarse en una crítica total y extremista. Por supuesto hay una contrariedad que se desprende del análisis de la sociedad unidimensional y que apunta hacia los agentes del cambio cualitativo. El proletariado por el momento no es el agente de cambio, no posee la conciencia de clase que Marx le otorgaba y que le daba el carácter de clase. La oportunidad estaría en los jóvenes, en los cuales se reduciría la represión por su status de “recién llegados”. En ellos se daría la revolución tanto política como instintivamente. En su protesta extremista estaría la base para la construcción de un movimiento en todo el mundo y global apoyado apoyado en la solidaridad como necesidad biológica de seguir estando unidos contra la brutalidad y la explotación inhumanas. Esto sólo puede partir de una educación de la conciencia para llegar a cubrir y sentir el delito contra la raza humana que representa la sociedad unidimensional.
4. LAS POSIBILIDADES FILOSÓFICAS
4.1. CRÍTICA
El hombre unidimensional es un análisis grandioso de la sociedad industrial, al menos de sus áreas más industrializadas. Quizá un análisis más de hoy en lugar de corregir sus proposición debería graduarlas para hallar detallar zonas y subculturas medianamente industrializadas y medianamente subdesarrolladas. Su canto al cambio cualitativo es coherente con el análisis de la sociedad aunque entre en conflicto con él (de esto hablaremos en le siguiente apartado). De algún forma, es en el contexto de de su revisión de Freud donde vamos a centrar la crítica. No entendemos de dónde deduce Marcuse que existe/existió/existirá una sociedad sin represión. Quizá tampoco esté fundamentada la visión freudiana, pero la situacion es que Freud no postula una utopía donde las pretenciones naturales de armonía y hermosura se satisfagan y la vida sea igual a su fin. Quizá la teoría recurrente requiera un finalismo de esta clase pero no pienso que sea bueno siquiera colocarlo en una situación psicológica. Freud podía ver esa situación psicológica en la verdad que observaba (aunque estuviese mediada por la teoría) no obstante Marcuse asegura un paraíso en la tierra con base en una situación humana no observable. Quizá la teoría crítica no requiera ese optimismo, los castillos colosales caen con más estrépito y cuanto más bellísimos son más horrible es contemplar sus escombros. De hecho, su descripción de la conciencia unidimensional pierde su carácter esquemático y divide la sociedad en los rebeldes y en los imbuidos, en una especide de maniqueísmo que no asistencia al cambio recurrente apoyado en la solidaridad y que lo invalida formalmente por no constituir parte la necesidad del cambio a toda la sociedad.
Además, la vía de la opción, el paso de una crítica extremista a la construcción de una única sociedad, no está muy claro. Quizá por miedo a constituir parte al “crimen contra la humanidad” Marcuse no ha amado ingresar al combate de la acción liberadora y el recurso a la crueldad. Quizá por eso la intelectualidad no puede cambiar el planeta, estamos hablando otro idioma…
4.2. LAS POSIBILIDADES DE REFORMULACIÓN DE LA TEORÍA CRÍTICA COMO FORMAS DE POSIBILIDAD DEL CAMBIO CUALITATIVO
El reto de la teoría recurrente, al opuesto que la teoría metafísica, es su validación: es la verdad la que refuta en nada una teoría, un desafío político. La teoría crítica lo sufrió, y antes que ella, el marxismo. Éste, con su realización concreta, ha destruido no sólo la fe, sino la seguridad instantaneamente innovador. La teoría crítica ha cubierta, con el fracaso del Mayo del 68, toda teoría emancipatoria en un halo de sentimentalidad y mal-llamado idealismo. El planeta por el momento no se toma seriamente la revolución, en tal caso sólo para temerla. No obstante, ¿cómo influye este suceso en la validez cognoscitiva de la filosofía? A mi modo de ver sólo la mantiene en su carácter filético. La distancia entre teoría y praxis tiene en este exacto momento un carácter definitorio de la filosofía práctica: la distancia es la que marca la dirección de la filosofía, es más, es la que la sostiene, la que la transforma en lo que es. Toda filosofía no puede ser más que una reformulación de la previo fundamentada en los nuevos inconvenientes. Los inconvenientes, en esta situación, no son sólo los sociales concretos, sino los que ya abrieron los románticos, los ilustrados y Marx sobre la acción práctica, la independencia y el método de la historia. Toda filosofía debe tener una manera que determine sus configuraciones y se le brinda por la aplicación de formas anteriores adaptadas a inconvenientes recientes y por la actualización de inconvenientes anteriores a través de oportunidades recientes. La forma de hoy de la filosofía sólo puede ser heredera de la kantiana, los inconvenientes sólo tienen la posibilidad de ser los sociales, que son los inconvenientes recurrentes de la filosofía práctica, pero adaptados al desafío político exacto y emancipatorio. La forma de hoy de la filosofía pasa por ser la de las maneras de ocasión del cambio cualitativo.
¿Por qué maneras de ocasión? ¿Es un método de curarse en salud frente el inminente fracaso? ¿Es que la teoría no toma responsabilidades? Se habla del a priori porque es lo que tenemos la posibilidad de contemplar, es lo único que crea la epagojé y la única fuente de conocimiento filosófico. Aún resuenan las expresiones de Heidegger: “La filosofía no puede sugerir jamás de una forma instantánea las fuerzas o llevar a cabo las maneras de acción o condiciones que susciten una acción histórica”. Quizá tenga razón, pero ese canto al inmovilismo está dotado de fuerza conservadora y ya forma parte a una filosofía práctica. La filosofía, eso es verdad, no puede acertar hechos más que esos que se siguen de las maneras de ocasión. Al ser, bajo la composición de maneras de ocasión, la filosofía una metafísica, lo que hace es acertar los términos en que toda discusión y toda pelea tendrá sentido y consideración.
Poseemos un carácter filético sin el cual no tenemos la posibilidad de comentar de filosofía. Éste ya existe en Marcuse y, a mi modo de ver, es el tema importante de El hombre unidimensional. La necesidad del cambio trae implícita la necesidad del análisis de la sociedad industrializada, pero ese análisis, achicado a sus elementos más estereotipados y esquemáticos, no deja abierta la vía del cambio: los únicos agentes de cambio no lo son, por carecer de poder material pero la situacion es que no lo son, se les asigna un nombre que no meritan. No hay agentes de cambio. No obstante se aseguran. Esta afirmación es una opción pero entra dentro del marco filosófico: usando nuestro lenguaje para responder a inconvenientes insolubles se llega a un alegato inconsistente pero importante por su fin irrenunciable. Esta relectura de la filosofía que debemos a Heidegger es un ingrediente que en este exacto momento debe de estar implícito y que debe asesorar la reflexión filosófica. Marcuse lo explicita de algún modo y es una situación necesaria no sólo por la inevitabilidad del fracaso sino por el desafío que se lanza: la utopía está aún más lejos y, por consiguiente, la acción es más necesaria.
Como un primer esbozo de esta novedosa filosofía, El hombre unidimensional representa la forma de ocasión de la filosofía como desafío político, de la reformulación de filien de la filosofía como filopoliteia, apoyado en el sueño que debería asesorar ya toda compañía humana de que otro mundo es viable y lo vamos a hacer nosotros.