El riguroso adiós
«Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, por ahora no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio, Me agradan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian muy, pero hay varios con los que me llevo bien. Soy de California, originario de Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando terminen conmigo un día en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a alguno en mi trabajo, y a otras muy gente en algún trabajo, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su crónica le falta súbitamente el suelo».
Nadie echará de menos a Philip Marlowe cuando muera. Nadie se preocupará por él si un día desaparece. No del modo en que se preocupa la familia o los amigos cuando deja un hueco uno de los suyos.
La familia de Therry Lennox sí se preocupó cuando desapareció. Exactamente, su suegro -el poderoso multimillonario Harlan Potter– y la policía. Y puede que sus desvelos tuvieran que ver con visto que la mujer de Lennox había aparecido asesinada con la cara despedazado en la propiedad donde vivía con Therry.
La indecisión duró poco, el tiempo que tardó en manifestarse el cadáver de Lennox en la ciudad mexicana de Otatoclán con signos evidentes de suicidio. Marlowe le había seguido la pista hasta allí; de todos métodos había hecho más que eso, colaborando en su huída sendero de México. No pudo negarse a ayudar a ese rico pero pobre diablo, un alcohólico de buenos modales casado con una millonaria casquivana que solía agasajarle con regalos caros de manera simultanea que le trataba como a una piltrafa. Le unía a Lennox una extraña simpatía y una amistad forjada en el Victor´s desde gimlets. A ser posible sin angostura.
No cabe duda del suidicio de Therry Lennox; de hecho envió a su amigo una nota de confesión y un billete de 5.000 dólares con el retrato de Madison antes de quitarse la vida. Lo que Marlowe no tiene tan claro es que un sujeto como él fuera con la aptitud de cometer el asesinato de su mujer. Y, por otro lado, todo resultaba muy conveniente. «Un muerto es la conveniente cabeza de turco. Jamás desmiente acusación alguna».
Pronto la fidelidad de Marlowe a su cliente y amigo Lennox llama la atención de una mujer rubia de ojos violetas que sufre un grave problema. La desaparición de su marido atormenta a la hermosa Eileen, que teme por la salud de Roger Wade por medio de su adicción al alcohol. También preocupa a su editor, que ve en peligro su negocio al estar en paradero inidentificable uno de sus escritores estrella.
El detective entra en el lugar de vida de los Wade con la intención de ayudar cuando se le pide y demostrando que es «una de las pocas personas en el planeta que no llevan puesta una etiqueta con el valor». Ocasionalmente, su relación con los Wade le servirá para llenar gigantes lagunas en el imprevisto pasado de Lennox y comprender que frecuentemente las cosas no son como se cuentan, la multitud no son lo que parecen y que «no hay trampa más mortal que la que se enlista uno mismo».
Con «El riguroso adiós» Raymond Chandler redacta seguramente su mejor novela y firma una de las proyectos cumbres del género negro. Al carácter cínico y descreído aunque romántico del detective Philip Marlowe -personaje que pasó a la historia superando el reconocimiento de su autor- se le añade la crítica feroz de la faceta más sucia de la sociedad norteamericana y unas magníficas reflexiones sobre temas tan diferentes como el dinero (el colosal capital es el colosal poder), la ciudad -una bestia enfurecida que baila al compás de la banda sonora de las sirenas de policía y de bomberos, donde la multitud es maltratada, sufre accidentes, enferma o se combate entre el remordimiento y el miedo- y la distingue entre negocio y delito (que reside básicamente en que para los negocios necesitas capital).
Tras haber compartido horas con Marlowe, irrealizable olvidar a este investigador privado de pura raza que en «El riguroso adiós» antepone la amistad a su propia integridad física y que otorga esta cruda y singular visión de su trabajo: «Nadie sabe qué es lo que hace que sigamos en este trabajo. No te haces rico, ni tampoco es recurrente que te lo pases bien. Algunas ocasiones te dan una paliza o te pegan un tiro o te meten en chirona. Una vez en la vida te matan. Cada dos meses decides dejarlo y encontrar alguna ocupación razonable mientras todavía caminas sin decir que no con la cabeza. Entonces suena el timbre, abres la puerta de la salón de espera y te encuentras con una cara novedosa y un problema de cualquier manera nuevo, un nuevo cargamento de mal y una cantidad muy pequeña de dinero».
Enviado por:
Victoria Vernon
Curiosidades:
– Con «El riguroso adiós» Raymond Chandler consiguió en 1955 el Premio Edgard Allan Poe a la Mejor Novela.
Otros libros de este autor:
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Adiós, muñeca
El sueño eterno
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Todo Sherlock Holmes
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«El riguroso adiós» y «El asesino dentro de mí» son dos de las superiores novelas negras estadounidenses jamás escritas.También te puede atraer…
Película «El riguroso adiós» (1973)
En 1973 el director de cine estadounidense Robert Altman dirigió una película homónima fundamentada en la novela de Raymond Chandler. El film está protagonizado por Elliott Gould, Sterling Hayden, Nina Van Pallandt y Mark Rydell. $(document).ready(function() { var zoomimages = $(‘#viewlist_87_c140699d_listView_images_0_imageslist_0 a.wp-zoom-image.wp-item-image-link[href]’); var zoomfooterimages = $(‘#viewlist_87_c140699d_listView_images_0_imageslist_0 a.wp-zoom-image.wp-item-image-footer-link[href]’); if (zoomimages.length > 0 || zoomfooterimages.length > 0) { var options = { borderSize: 10, displayTitle: true, slideNavBar: true, allSet: true, navbarOnTop: false, disableNavbarLinks: false, displayDownloadLink: false, displayCloseImage: true, displayImageIndex: false, autoStart: false, strings: { help: ‘ ‘, prevLinkTitle: ‘Anterior’, nextLinkTitle: ‘Siguiente’, prevLinkText: ‘Anterior’, nextLinkText: ‘Siguiente’, closeTitle: ‘Cerrar’, image: ‘Pág. ‘, of: ‘ de ‘, download: ‘Descargar’ } }; if (zoomimages.length > 0) zoomimages.lightbox(options); if (zoomfooterimages.length > 0) zoomfooterimages.lightbox(options); } });
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