El misterio del tarro de miel

En una cabaña en medio del bosque vivían Don Antonio y Doña Antonia, con sus dos perros, numerosos gatos, una vaca y tres ovejas.
Una vez por semana Don Antonio salía a agarrar miel a unas colmenas que había cerca de su casa. Cuando llegaba a casa Don Antonio dejaba el tarro con la miel en la mesa del porche y se iba a atender otras tareas.
Doña Antonia, un rato después, recogía la miel. Una sección la empleaba para llevar a cabo galletas o magdalenas y la otra la guardaba para azucarar la leche, el yogur o para otros usos.
Un día, cuando Doña Antonia fue a agarrar el tarro de miel, vio que este se encontraba vacío, así que no ha podido llevar a cabo galletas ni magdalenas.
Cuando Don Antonio vio que no había dulces en el momento de la merienda le preguntó a Doña Antonia:
-Esposa mía, ¿ocurrió algo? Hecho de menos tus deliciosos dulces de miel.
Doña Antonia respondió:
-El tarro de miel se encontraba vacío.
Don Antonio se quedó muy extrañado y dijo:
-Esta mañana dejé el tarro lleno en el porche. No sé qué habrá pasado. Mañana mismo iré otra vez a por miel.
Y así lo logró. Pero cuando Doña Antonia buscó el tarro este se encontraba vacío, otra vez.
Don Antonio volvió a por miel al día siguiente. Pero una vez más, cuando Doña Antonia salió a buscar la miel, el tarro se encontraba vacío.
-Está claro que hay un ladrón que se transporta la miel -dijo Don Antonio
-Lo que no entiendo es por qué el ladrón no se transporta el tarro -dijo Doña Antonia.
Ambos acordaron esconderse y aguardar para conocer al ladrón. Y eso hicieron. Después de aguardar un largo tiempo, Don Antonio y Doña Antonia vieron arrimarse al ladrón.
-¡Un oso! -exclamaron los dos a la vez.
Un pequeño osezno era el ladrón que se comía la miel que Don Antonio recolectaba. Desde ese día, Don Antonio trae todas las semanas dos tarros de miel. Uno lo deja en el porche para que se lo coma el osito. El otro lo transporta de manera directa a la cocina, para evadir que el oso se coma toda la miel.

Deja un comentario