Si La canción del sendero (1955) vertebraba su narración cerca de la relación del pequeño personaje primordial con su hermana, Durga, y Aparajito (1956) lo hacía en la del joven Apu con su madre, Sarbojaya, El planeta de Apu, título que cierra la trilogía, se centrará en el descubrimiento del sentimiento amoroso del personaje primordial (Soumitra Chatterjee), a través de su relación con la joven Aparna (Sharmila Tagore), con quien contraerá matrimonio prácticamente por hecho (sustituto a última hora del novio – presa de un ataque de disparidad justo antes de la ceremonia – en la boda a la que acude como invitado por el primo de Aparna). Un sentimiento amoroso latente que Ray muestra ya al inicio de la película, en la secuencia donde observamos a Apu tocando la flauta en su humilde habitación y ocultándose súbitamente frente la visión de la silueta de su joven vecina a través de la ventana.
Estamos en Calcuta, en donde Apu intenta salir adelante más allá de que ya en la secuencia inicial observamos al personaje primordial lamentándose por no poder posibilitarse sacarse el nivel de bachiller, lo que le impedirá ingresar a un trabajo como instructor de primordial y le hará aceptar un puesto como oficinista en una pequeña compañía, mientras sueña con transformarse en un habitual escritor a través de la “magnífica novela” que está redactando sobre el cariño (una actitud que le emparenta con la de su padre, en la primera distribución de la trilogía, poeta con los mismos y vanos anhelos de popularidad y reconocimiento). “¿Qué sabes tú del amor?”, le reprende en tono de broma su amigo Pulu (Alok Chakraborty) después de invitarle a comer donde será la primera cena ardiente del personaje primordial en meses (“¿Sabes por qué me siento hoy en la cima de todo el planeta? Porque he comido bien por primera ocasión en varios meses”).
Hay una doble secuencia que ilustra de manera hermosa y concisa, con la repetición de un fácil movimiento de cámara, el cambio que se produce en la vida de Apu después de contraer matrimonio con la joven Aparna: la primera ocasión, al inicio de la película, con un travelling que nos transporta desde una ventana con cortinas raídas, a través de la cual oímos la lluvia torrencial en el exterior, hasta la silueta de Apu durmiendo en un viejo camastro (fotograma 1); un chato que observaremos repetido, tras la llegada de Aparna ya como mujer de Apu, en esta ocasión con la ventana cubierta por una delicada cortina, mientras en el exterior se escucha el canto de los pájaros, y con un idéntico movimiento de cámara que nos transporta hasta el lecho en el que logramos hallar a la pareja durmiendo (fotograma 2). Justo antes, otro momento inolvidable, con la llegada de Aparna, todavía engalanada como novia, al humilde cuarto de Apu, acercándose a la ventana después de ver la estancia para romper por último en sutil llanto frente la indecisión de su futuro.
La historia de amor entre Apu y Aparna nos es narrada con únicamente 4 pinceladas que detallan el profundo sentimiento que acaba uniendo a la pareja: desde la nota de Aparna que Apu revela en su cajetilla de cigarrillos (“me prometiste solo uno después de las comidas”), precisamente en el momento posterior a la ya citada escena de la ventana, con la que Ray marca una elipsis que muestra la seguridad y cooperación ya forjada entre la pareja; hasta la hermosísima escena donde Apu mira extasiado la cara de Aparna iluminado por la luz de una cerilla y únicamente consigue a divulgar una pregunta para expresar el sentimiento de amor que le embarga (“Aparna, ¿qué tienes en los ojos?” – fotograma 3).
Pero, como punto final de la trilogía, El planeta de Apu brinda un paso más para cerrar el círculo en su exposición de la evolución del personaje primordial, al que hemos visto como hijo, hermano, marido, y que por último deberá confrontar (y asumir) a su papel de padre, después del trágico destino de Aparna, fallecida al prestar a luz al hijo de los dos, Kajal (Alok Chakraborty). Un círculo que advertimos que se empieza a cerrar con el chato del pequeño Kajal en la mecedora (idéntico al de Apu al inicio de La canción del camino), pero que no fructificara hasta la aceptación final de la paternidad por parte del personaje primordial, que no puede omitir ver al pequeño Kajal como el responsable de su desgracia.
Es en esta parte final de la película donde logramos hallar numerosos de los más bellísimos y emocionantes instantes de toda la trilogía: Apu, durante su exilio, ascendiendo hasta la cima de un monte y lanzando al vacío las hojas de su novela inacabada (o cómo plasmar en imágenes la idea de que la vida siempre está por arriba del arte); el pequeño Kajal, provisto de una máscara, cazando un pájaro como parte de un solitario juego y, al levantar la máscara, conociendo sus colosales ojos que nos hacen sospechar en el momento en los del joven Apu en la primera distribución de la trilogía (fotograma 4 – no me pregunten por qué, pero la de Kajal con la máscara es para mí una de las más espectaculares imágenes de la historia del cinematógrafo); y, por supuesto, la secuencia final con el reencuentro de padre e hijo, tras el emotivo episodio en el que observamos a Kajal siguiendo desde la lejanía los pasos de Apu y que culminará con el chato del pequeño a hombros de su padre que sirve de colofón a la trilogía (fotograma 5).
David Vericat
© cinema primordial (Julio 2017)
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