Quinto y último riguroso film de Alexander Mackendrick para los prolíficos estudios Ealing antes de partir a los USA, en donde únicamente firmaría 4 largometrajes para ocuparse más adelante a la docencia (de los cuales cabe destacar muy por arriba de los otros dos la inolvidable Chantaje en Broadway y la que es para mí su indudable obra maestra, Viento en las velas), El quinteto de la desaparición piensa la culminación en clave de comedia (como lo es Viento en las velas en el género de aventuras) del colosal tema que logramos hallar a lo largo de la corta filmografía del director: el del poder destructivo de la inocencia. Un poder representado en la película por la entrañable Sra. Wilberforce (Katie Johnson), auténtica pesadilla de la banda de atracadores que se hospedará en su pequeña vivienda para cometer un golpe en la estación de tren de la región.
Ya en el mismo arranque de la película, Mackendick nos depara un gag (extraordinario por su modernidad y subversión) que no puede ser más elocuente en relación a la idea temática del film: de sendero a la comisaría del vecindario (a la que la anciana se dirige para despachar con las autoridades sobre un improbable ataque extraterrestre), la Sra. Wilberforce se detiene a contemplar con una dulce sonrisa a un bebé en el interior de un cochecito, ocasionando instantáneamente el llanto desconsolado del pequeño (que se ve comunicar con un sexto sentido las funestas consecuencias que deberá lamentar todo aquél que se cruce con la inocente viejecita ).
A partir de este brillante inicio, algún supuesta amenaza que tengan la oportunidad de representar el Instructor Marcus (Alec Guinnes) y sus secuaces queda completamente desactivada: Mackendrick predispone al espectador a decodificar todas las imágenes en clave de comedia y así, la inquietante sombra del Instructor Marcus después de los cristales de la puerta de entrada de la pequeña vivienda de la Sra. Wilberforce (fotograma 1) es percibida antes como un mal augurio para el infortunado jefe de la banda que como un verdadero compromiso para la vieja solterona.
Toda la sección primera de la película juega con el trueque de privilegios de los individuos, presentando a los forajidos como probables víctimas de la amenazante anciana. Así mismo, cuando el instructor Marcus se instala en la vivienda de la Sra. Wilberforce con la explicación de utilizarla como salón de ensayo de su grotesco quinteto de cuerda, y a través de la eficaz utilización del método que da Mackendrick, el espectador sufrirá colocado junto con los malhechores siempre que su anfitriona esté próximo de sugerir al traste con el golpe. De esta manera que lo enseña nuestro director: “si ves una historia de un hombre que quiere matar, descuartizar y realizar un estofado de niños, si ves toda la historia desde su método, te acabas identificando con él”.
Este trueque de privilegios tiene su momento culminante en la secuencia posterior al golpe, donde, cuando están próximo de huír con el botín, los malhechores son realmente retenidos por un grupo de vecinas que acuden a la vivienda de la Sra. Wilberforce con la idea de escuchar una audición del supuesto quinteto de cuerda (fotograma 2): la imagen de los pertenecientes de la banda bajo el yugo de las venerables ancianas (forzados a transmitir el tan británico ritual del té con pastas) no puede ocasionar otra vez sino la empatía del espectador hacia los desdichados forajidos, erigiéndose además como uno de los instantes más hilarantes e irónicos de la película.
Finalizada la velada, y conscientes de ser descubiertos por su anfitriona, los pertenecientes de la banda deciden a suertes quién deberá hacerse cargo de eliminar a la Sra. Wilberforce (fotograma 3). Pero lo que sigue es un juego de engaños y traiciones para huír con el dinero en el que los malhechores irán eliminándose entre ellos (en un alarde de guion y escenificación en clave de comedia negra) hasta dejar por último el botín en manos de la afable e inocente anciana.
David Vericat
© cinema primordial (marzo 2014)
———————————————-
VER EN FILMIN
———————————————-