El joven Tim acababa de enrolarse en la tripulación de la Isabela, una nave que se dedicaba a llevar mercancías de acá para allá. Lo que no sabía Tim es que, de todos modos, se encontraba embarcando en un auténtico barco pirata. Pero para cuando lo descubrió ya era bastante tarde.
Tim no quería ser pirata. Él quería ser comerciante. Y estar dentro de ese barco lo complicaba todo. Pensando en esto se encontraba cuando escuchó al capitán comentar con otros piratas:
-Tenemos que recobrar el tesoro que escondimos en Isla Madreselva. El que robamos al barco español -dijo el capitán.
-¿El cofre que iba designado a crear el orfanato? -preguntó uno de los piratas.
-Ese mismo -respondió el capitán.
Tim sintió que los carrillos se le enrojecían de íra. Los muy rufianes habían robado el dinero designado a crear un orfanato. Eso sí que no lo podía consentir. Así que decidió continuar oyendo, a conocer qué podía llevar a cabo.
Los piratas hablaron extenso y tendido sobre este tema, lo bastante como para que Tim hurdiera un plan.
Dos días después avistaron Isla Madreselva. Tim se ofreció a arrimarse en el bote hasta la isla para corroborar que no había nadie. Como ni el capitán ni los demás piratas sospechaban que Tim supiera lo del tesoro lo dejaron ir remando en el bote.
Cuando llegó a la playa, Tim fue de manera directa a la cueva donde se encontraba escondido el tesoro. Tras corroborar el contenido el cofre, Tim salió de la cueva. Con un tinte rojo que había cogido de la enfermería Tim se pintó la cara y los brazos. Después se descolocó la ropa y se despeinó. Después fue corriendo a la playa, gritando:
-¡Huid! ¡Huid! La autoridad está aquí escondida. Les van a apresar. ¡Huid!
El vigía gritó:
-¡Es Tim! Está cubierto de sangre. Se ve que lo han apresado y logró huír para avisarnos. ¡Huyamos!
-¿Nos delatará? -preguntó uno de los piratas.
-No sabe nada -dijo el capitán-. ¡Vámonos de aquí!
Los piratas, muy asustados, izaron velas y se pusieron en marcha, sin dudar nada.
Cuando Tim perdió de vista el barco se lavó y se peinó. Comió lo que ha podido juntar y cazar, reservando todo lo que ha podido para los días siguientes. Durante la noche fue a por el cofre, lo cargó en el bote y empezó a remar. Remó por varias horas hasta que apareció un barco de la Armada Real.
Cuando Tim les contó lo ocurrido el capitán se sintió muy complacido y le ofreció un puesto de grumete en su barco. Tin aceptó sin pensarlo dos ocasiones.
-Devolveremos este cofre a sus legítimos dueños para la construcción del orfanato. Esa será tu primera misión -dijo el capitán.
-Sí, mi capitán -dijo Tim.
-Puede que algún día tú también seas capitán de la Armada Real -dijo el capitán.
-Nada me gustaría más, mi capitán -dijo Tim.
Y así es como empezó la historia del que un día sería el enorme Capitán Tim, inquietante por todos los piratas y respetado por toda la multitud de bien.