El nombre de Martin Luther King está innegablemente relacionado a la equiparación de derechos entre blancos y negros, oséa, a la pelea contra el racismo y la hostilidad a los extranjeros. Su alegato más popular se titula “Tengo un sueño” (I have a dream). En el año 1964 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a toda su trayectoria. Murió joven, con solo 39 años, cuando un hombre le asesinó en medio de una calle. Pero vamos a comprender algo más de la sustancial figura de Martin Luther King.
Nació en Atlanta (EE.UU.) en 1929 y estudió Teología en la localidad de Boston. Con solo 15 años empezó a estudiar la Biblia y después se licenció en Teología. Con 25 años se convirtió en sacerdote en la localidad de Montgomery. Luther King siempre tuvo a Gandhi como referente y en él se inspiró para proteger los derechos civiles de la gente negras que por ese momento sufrían una grave discriminación. Entre otras cosas, no podían viajar en los mismos autobuses que los blancos ni comunicar espacio de trabajo o escuela. Al poco tiempo, Luther King se convirtió en un personaje popular a nivel mundial por su pelea pacífica por los derechos civiles.
En 1960 comenzó en Alabama una campaña que tuvo repercusión en todo el país. Esto le llevó a la cárcel pero consiguió para los negros igualdad de ingreso a los comedores, bibliotecas y parkings. En el verano de 1963 reclamó el derecho al voto para la gente negras y una mejor educación en los estados del sur, donde el racismo era más visible. El 28 de agosto de ese mismo año lideró una marcha en la ciudad más importante de EE.UU, Washington, y pronunció su popular alegato “Tengo un sueño”. Ese día le escucharon más de 200.000 personas.
Un año después le brindaron el Premio Nobel de la Paz por su resistencia no violenta a la discriminación racial en USA. De hecho, donó los 54.600 dólares del premio al movimiento de derechos civiles. Como mencionamos, lastimosamente un preso blanco que se había fugado de la cárcel lo asesinó en 1968. Nos quedamos con una de sus oraciones más célebres: “No me duelen los actos de la multitud mala, me duele la indiferencia de la multitud buena”.