Resumen de la película El tiempo de los gitanos

Las primeras imágenes de El tiempo de los gitanos, con un peculiar personaje hablando a cámara, recuerdan sin lugar a dudas el arranque de Amarcord (Federico Fellini, 1973), película con la que la obra de Kusturica almacena no pocas semejanzas, más que nada en sus instantes más tragicómicos (concentrados en la sección primera del film). Estamos en todo caso frente una obra que bebe de múltiples referencias, que van del Buñuel de Los olvidados al realismo mágico de García Márquez, sin dejar por ello de exhibir en todo momento la personalidad única y originalísima de su director.

Después de un magistral chato secuencia donde la cámara se desplaza por todo el campamento gitano presentando el espacio y a los individuos, el film prosigue con el acercamiento de Perhan (Davor Dujmovic) con la hermosa Azra (Sinolicka Trpkova), en el que el personaje primordial, ajeno a las insistentes insinuaciones de la joven (“¿sabes besar?”), le enseña a el avance de fabricación de la cal. Es, como se ha dicho, la parte más vitalista y cómica de la película, con individuos tan estrambóticos como entrañables y secuencias de un humor que va del absurdo a lo grotesco: el tío de Perhan, Merdzan (Bora Todorovic), llevando a cabo estrafalarios ejercicios de arte marcial mientras una vecina protesta frente la abuela Khaditza (Ljubica Adzovic) por los devaneos de éste con su hija; el vecino  Zabit (Zabit Memedov) ordenando detenerse a una lata que Perhan desplaza a través de sus poderes de telequinesis; Merdzan imitando a Charlot en una peculiar y entrañable sesión de cine casero frente Khaditza y la pequeña Danira (Elvira Sali) (fotograma1); el padre de Azra colgando a su pesada mujer de un gancho como represalia a sus quejas; o el intento de suicidio de Perhan, ahorcándose con la cuerda de un viejo campanario y llevando a cabo repicar las campanas en la mitad de una noche.

Este tono desenfadado tendrá su punto de inflexión en la primera de las secuencias oníricas de la película: una escena donde observamos a Azra adentrándose en las aguas de un río, observada por un impotente Perhan en la orilla y por la cara lloroso de la abuela Khaditza. Las imágenes en el río, reforzadas con la bellísima canción recurrente Ederlezi, adaptada por Goran Bregovic en la espléndida banda sonora de la película, nos avanzan ya el mortal destino que les espera a los jóvenes amantes (fotograma 2). Un destino que se ve marcado por la triste historia de la madre de Perhan, fallecida al sugerir a luz a la pequeña Danira (“Abuela, ¿es verdad que mi madre era muy hermosa?”; “Como una ninfa. Murió en mis brazos, tan joven y bella”).

Y la comedia se transforma al final en catástrofe desde la llegada al campamento del repudiable Ahmed (Bora Todorovic), un mafioso explotador de inferiores que se llevará a los dos hermanos con la explicación de dejar a la pequeña Danira en un hospital de Liubliana para que sea tratada de su cojera.

Antes, otra disparatada secuencia donde, otra vez, el humor vira hacia la tragicomedia hasta helar la sonrisa del espectador: amenazado por los sicarios de Ahmed por sus deudas de juego, y como represalia por no encontrar dinero de Khaditza, Merdzan levanta físicamente las frágiles paredes de la vivienda de la familia (atando el techo con una cuerda de la que tira con una vieja furgoneta) dejando la vivienda suspendida en el aire y a la abuela y sus dos nietos a la intemperie. La imagen de Khaditza enseñando a la pequeña Danira un bello cuento bajo la intensa lluvia es otro de los estremecedores instantes de la película.

Como lo es también la escena de la partida de los dos hermanos, llena de imágenes conmovedoras: la improvisada banda callejera tocando una triste canción de despedida, Merdzam llevando a cabo un gesto chapliniano de despedida a la pequeña Danira, la abuela Khaditza progresando en una fiambrera una manzanas caramelizadas, y el llanto de Perhan al abrir la fiambrera, ya en el interior del vehículo de Ahmed.

Una vez en Italia, la película se enfoca en la ascensión de Perhan a las órdenes de Ahmed, hasta el punto de transformarse en su indispensable hombre de seguridad, tras un ataque que deja al mafioso postrado en una silla de ruedas. Es ésta la parte de imágenes más duras (también la que muestra algunos desequilibrios de guion, probablemente por medio de la adaptación por la que pasó la película, al principio una serie para televisión de cerca de cinco horas de duración), aun cuando Kusturica se reserva todavía algunos instantes de humor grotesco, como la escena en que Ahmed ordena a los mendigos a saltar para comprobar si se han guardado alguna moneda para ellos.

Son únicamente breves instantes de tregua previos al drama final que nos deparará algunas de las más bellas y emotivas imágenes de la cinematografía europea de finales del siglo XX: la desaparición durante el parto de la joven Azra (fotograma 3), el reencuentro de Perhan con la pequeña Danira, y el entierro del personaje primordial (abatido a tiros tras vengarse de Ahmed), en presencia de la abuela Khaditza y el pequeño Perhan, al que observamos comiendo una de las manzanas caramelizadas como las que la abuela preparó para su padre el día de su partida (fotograma 4)

David Vericat
© cinema primordial (febrero 2014)