Resumen del libro El último vagón

 

«Aquello había quedado achicado a una batalla entre Ikal y Hugo, entre el niño ferroviario que soñaba con ser maestro y el inspector jefe que soñaba con constituir parte de una Comisión Nacional»
(pág. 152).

Esta historia nos transporta a unos años atrás, cuando Ikal estudiaba en un vagón de tren con otros niños de diferentes edades y un maestro, Ernesto, que no dejaba que sus alumnos se perdieran en el desánimo, aunque no en todos las situaciones lo consiguiera, y los empujaba a soñar despiertos sobre su futuro, sobre qué querían ser y sobre lo que él veía en ellos. Y súbitamente nos trae a un presente donde la burocracia y los tejemanejes políticos y económicos, los intereses y el egoísmo desmedido, convierten a ese vagón, ahora mismo viejo y lleno de capas de pintura, en el último de una clase que tiene las horas contadas, y que espera la firma de Hugo en un estudio para poner punto y final a un momento de la crónica de la educación.
Durante muchas páginas suponemos que este es el eje de la novela, la pelea entre el pasado, la sinceridad, la realidad de la vida como és, sin intereses ocultos (o al menos no muchos), y el presente donde la política y los políticos se admiten el lujo de seleccionar sin comprender, sin abarcar,  sin sentir…
Pero por suerte, Doñate nos transporta paso a paso hasta encontrar el punto donde la vida de Ikal y Hugo compartieron tanto en común que es esto lo que realmente nos quería contar la autora (sin ignorar la crónica de los vagones y la de los chicos que allí aprendieron a soñar). Solo les puedo evitar sobre el capítulo 22, porque en él los sentimientos que las expresiones tejidas por Doñate, y que fueron profundizando en la piel del lector, llegan a su momento más difícil y aquí resulta difícil gestionar una escena de despedidas silenciosas que marcarán las vidas de varios de los individuos primordiales, pero más que nada la de Ikal y la de Hugo.

Enviado por:
Irene Muñoz Serrulla

Curiosidades:

– Adjuntamos el enlace a la página web de Irene Muñoz Serrulla, la autora de esta reseña:
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