Ensayo de un crimen
México (1955) *
Duración: 89 Min.
Música: Jorge Pérez Herrera
Fotografía: Agustín Jiménez
Guion: Luis Buñuel, Eduardo Ugarte (Novela: Rodolfo Usigli)
Dirección: Luis Buñuel
Intérpretes: Ernesto Alonso (Archibaldo de la Cruz), Miroslava Stern (Lavinia), Ariadne Welter (Carlota), Rita Macedo (Patricia Terrazas), José María Linares Rivas (Willy Corduran), Rodolfo Landa (Alejandro Rivas), Andrea Palma (Señora Cervantes), Leonor Llausás (Institutriz).
A lo largo de los tiempos más cruentos de la Revolución mexicana el niño Archibaldo de la cruz vivía en una pequeña provincia donde aun se respiraba alguna calma siendo hijo único de una familia acomodada, siendo adulado por su madre que lo malcrió.
Archibaldo creció al precaución de una institutriz, lo que no impidió que fuera un niño mimado al que trataban sus padres, según esta, como a un niño de 3 años.
Recuerda un día que la institutriz lo se encontraba intentando encontrar y lo encontró escondido en el armario de la ropa de su madre, del que sale con uno de sus corsés.
Ese día su madre se preparaba para ir al teatro, y para evitar que su hijo se porte mal le deja ver su caja de música, que transporta una bailarina encima, aunque sus padres no llegan a salir, ya que, según comunica el marido, los revolucionarios llegaron a las afueras de la región y han comenzado las peleas.
Para que se vaya relajado a la cama, la institutriz se inventa una narración acerca de la cajita, que dice que fue de un rey, al que se la construyó un genio, al que le pidió que tuviera el poder de lograr que muriera alguno de sus enemigo siempre que la hiciera trabajar. Y un día que su presidente acusó a la reina de planear contra él, el rey la mandó llamar e logró sonar la cajita de música, acabando así con la reina.
Mientras le cuenta la historia, fuera se oyen los tiros de los soldados tirando contra los revolucionarios que ya han logrado llegar a la localidad.
Impresionado por el cuento, Archibaldo hace sonar la caja de música viendo a su institutriz que en ese instante contemplaba desde la ventana los combates y que cae víctima de una bala perdida, observando el niño la sangre que corre por su garganta a la vez que mira sus muslos y su liguero que han quedado a la visión al caer, estando convencido de haberla matado él, lo que le causó un sentimiento de morbo y exitación.
Esta historia se la cuenta un Archibaldo ya adulto a Sor Trinidad una de las monjas encargadas de cuidarlo en el hospital en el que convalece.
Cuando la monja sale para buscar sus medicinas, Archibaldo abre una caja donde tiene 7 navajas de afeitar, una para cada día de la semana y se almacena una, y cuando la monja vuelve con sus medicinas él la aborda diciéndole que está seguro de que como ella estará a bien con Dios, fallecer será un exitación, ya que alcanzaría la vida eterna, asegurando Archibaldo que él le va a ofrecer esa alegría, abalanzándose hacia ella con su navaja, aunque ella consigue escapar sin importar todo, colándose en su trayectoria en un ascensor sin fijarse en que tras la puerta abierta del montacargas solo está el vacío, al que se precipita.
El juez que inspecciona esa muerte interroga al director del hospital sobre lo ocurrido, y le pregunta también por Archibaldo de la Cruz, que es el siguiente testigo, al que señala le prescribió 15 días de reposo absoluto gracias a su estado nervioso tras la desaparición de su mujer.
Archibaldo habla tras ello con el juez sobre el incidente de la hermana Trinidad, afirmando que lo sabe todo y que no fue un incidente, sino un delito del que se confiesa culpable, dando por seguro que la asesinó fría y deliberadamente.
Comienza por contarle que algunas semanas antes fue a adquirir una joya a una tienda de antigüedades, cuando escuchó una musiquilla que le era familiar, que llega de una caja de música que otro empleado ofrecía a una pareja, acudiendo inmediatamente hacia ellos interrumpiendo la venta al tomar la caja de música en sus manos para argumentar a la pareja y al otro empleado que esa caja fue suya, contándoles que perteneció a su madre, a la que se encontraba muy unido, y que desapareció de su casa a lo largo de la revolución, cuando saquearon su casa, afirmando que haría algún cosa por recuperarla, siendo secundado por el vendedor que afirma que un caso así debe ser considerado, enfadándose el cliente por su actitud, vendiéndole por último su caja por 2.000 pesos, regresando feliz a su casa tras su adquisición, sin que le importen bastante las quejas que su mayordomo le transmite de su vecino que protesta del humo que sale del taller, afirmando que en su casa él hace lo que quiera.
Y una vez solo saca la caja de música y la hace sonar, volviendo a su cabeza los recuerdos del pasado.
Mientras se afeita se ve alterado, y un pequeño corte le hace acordarse a la institutriz muerta exponiendo sus muslos mientras la sangre la cubre.
Cuando va a conocer a Carlota, ve que sale de su casa una mujer que cuando se pudo ver le pregunta si no lo recuerda, presentándose como Patricia, y diciéndole que se conocieron en el hogar del “Gordo Azuara”, un casino clandestino donde coincidieron en alguna ocasión, informándole además de que lo vuelven a reabrir esa noche.
Tras despedirse, y mientras sube al coche, donde le espera su novio, la mujer mira que Archibaldo la mira, preguntándole ella descaradamente si le agradan sus piernas.
En el hogar de Carlota está también el arquitecto Alejandro Rivas, al que la señora Cervantes, madre de Patricia le pide que se marche para no incomodar a Archibaldo debido a que está casado y tiene una hija, aunque lejos de llevarlo a cabo, se muestra frente él, señalando que está realizando un estudio para hacer algunas reformas.
Archibaldo habla tras ello a solas con Carlota a la que le dice que no se atreve a pedirle que se ligue bastante a un destino que puede ser trágico, ya que le dan miedo sus propias pretensiones, ya que sugiere que sucede de reflexionar que puede ser un enorme santo a reflexionar que puede ser un criminal, diciéndole ella que lo que le sucede es que vive aislado, invitándolo a que las visite más comunmente.
La reunión se verá no obstante interrumpida cuando la señora Cervantes, a petición de Alejandro, llama y se inventa como explicación que su madrina se puso enferma.
Esa noche, en el reabierto casino de Azuara Patricia se hace ver frente todos al quejarse de su suerte, o de sus carísimos pero incómodos zapatos parisinos, coqueteando con sus compañeros de mesa.
Cuando llega Archibaldo y tras haber perdido ya bastante dinero, le pide 5.000 más a su apasionado, William Corduran, que se los niega, por lo cual se los pide a Archibaldo, aunque Willy impide que se los otorgue, obligándola a salir de la salón.
Archibaldo los escucha opinando, escondido tras una cortina, oyendo como William le echa en cara que lo ponga en ridículo, frente lo que ella le afirma que no lo requiere para nada, decidiendo él romper su relación, afirmando ella que se va a ir con el primero que encuentre.
Archibaldo la seguirá hasta la calle, viéndola subir al Cadillac de William, y antes de que él logre subir al de el ve cómo ella choca contra un muro, más allá de que ella sale con una suave herida en su rodilla, pidiéndole que la acompañe e invitándolo a su casa.
Archibaldo la acompaña llevándola en su coche aunque de sendero paran un instante para que Archibaldo suba a su casa alegando tener que agarrar un telegrama, aunque lo que verdaderamente coge es una de sus navajas de afeitar y unos guantes.
Una vez en el hogar de ella, Patricia le dice que cuando se ofreció a acompañarla pensó que solo quería aprovecharse de la situación, aunque tras comentar con él en el coche se percató de que no era así, confesándole que tampoco a ella le apetecía llevarlo con esa intención, preguntándole él por qué entonces se cambió poniéndose un sensual camisón, diciéndole ella que ya lo sabrá, y le pregunta a él por qué la acompañó diciéndole él que ya se lo dirá.
Y mientras ella le prepara un vaso de leche, él se piensa que ella le dice que espera que no sea verdad lo que le ha dicho y que sí la quiera, empezando a besarse, instante en que él saca su navaja.
Pero en la verdad, cuando se pone los guantes para terminar con ella debe ofrecer marcha atrás a sus propósitos al llegar William, que la aborda y le dice que sabe que está con otro hombre, pidiéndole que le confiese que lo llevó solo para ofrecerle celos, lo que ella le asegura pidiéndole perdón antes de besarse, aunque él asegura que jamás podrán quererse como todo el planeta, compareciendo tras ello frente Archibaldo, al que más allá de todo le piden perdón y lo invitan a una copa.
Al día siguiente, y mientras Archibaldo trabaja en su taller de alfarería recibe la visita de un policía que le pregunta por Patricia Terrazas, preguntándole hasta qué hora estuvo con ella la noche previo, comunicándole que ha aparecido degollada.
También afirma William frente la policía, contando que tras la marcha de Archibaldo volvió a debatir con ella y se marchó.
Mientras hablan, un profesional calígrafo asegura que la carta dejada por Patricia era de su puño y letra, quedando William exculpado, debido a que dice que no tienen la posibilidad de continuar viviendo así y que se suicida para que no logre verla bonita y para que su muerte pese sobre él.
Al día siguiente la señora Cervantes lee el periódico donde se hacen eco del funeral, al que no acudieron más que dos o tres amigos de la muerta cuando reciben la llamada de Archibaldo para invitarlas a cenar esa noche, aunque Carlota no se pone y le dice a su madre que ya sabe que esa noche no puede y que la excuse, contándole su madre que padece una jaqueca y que no podrán verse hasta el día siguiente.
Durante la noche Archibaldo acude a un local, donde se fija en una hermosa joven que llama su atención y que está acompañada por numerosos turistas estadounidenses.
La muchacha se fija en el hombre que le mira y se sienta unos instantes con él tras contarle a los americanos que es su primo.
Una vez con él le dice que trata de librarse un rato de los extranjeros y le pregunta si no se acuerda de ella, sin que él la reconozca hasta que silba la melodía de la cajita de música, dándose cuenta de que hablamos de la mujer que trató de adquirirla en la tienda, y que se muestra como Lavinia.
Le cuenta que es intérprete, guía y modelo, mostrándose poco después en el local el hombre que la acompañaba en la tienda y que es su prometido, que se siente irritante por dado que ella siga haciendo un trabajo, afirmando ella que no quiere que piensen que se casa con él por su dinero.
Al día siguiente Archibaldo acude a casa de Carlota para hacerle una proposición de matrimonio, diciéndole que la requiere para que su historia no se convierta en un desastre, preguntándole si se casará con él a eso que Carlota le responde que siente un enorme aprecio por él, pero que le gustaría pensarlo numerosos meses para no defraudarlo.
Otro día acude a una tienda popular donde pregunta por la señorita Lavinia, ya que le dio esa dirección el día en que se vieron, aunque allí nadie la conoce, observando entonces que en la tienda hay una maniquí con la cara de ella, preguntando por la dirección del artesano que las fabrica.
Archibaldo se muestra en la fábrica donde Lavinia posa para la fabricación de maniquíes que llevan su cara, siendo abordada a su salida por aquel, que le pide que pose para él, quedando en ir dos días más tarde a su domicilio, más allá de que se niega a que la acompañe ese día, ya que la está aguardando su prometido.
Entretanto Carlota va a conocer a Alejandro a su estudio como si fuera una cliente, y una vez en su oficina se besan, aunque ella le dice que fué a finalizar con él, ya que debido a que su mujer se negó a ofrecerle el divorcio no tienen la posibilidad de continuar así y está cansada de verse a escondidas y sentirse culpable, realizando además padecer a su madre.
Le confiesa que Archibaldo pidió su mano, y que, aunque lo quiere a él tienen que separarse y que cuando se case no podrán verse, aunque él asegura que no está acorde y le pide volver a verse para comentar.
Tras ofrecer el día libre a sus empleados, Archibaldo comienza a sacar de un cajón ropa íntima femenina que empieza a acariciar antes de recibir a Lavinia.
Esta, una vez en su casa le pregunta por la prima de su edad que le mencionó que tenía, conociendo que esa prima verdaderamente pertence a los maniquís con su cara y vestida, al que Archibaldo acaricia cara y senos.
Y cuando va a buscar una bebida y vuelve está con que Lavinia intercambió su ropa con la de la maniquí, incluida la ropa interior.
Él trata entonces de besarla, y como ella se niega, besa al maniquí, dejando ella por último que la bese también, tras lo que Archibaldo le regala la ropa que compró para la maniquí, pero que le pida se ponga ella.
Mientras ella se cambia él lo prepara todo para terminar con ella.
Le exhibe su álbum de imágenes, dispuesto a terminar con ella mientras lo realiza, aunque justo en ese instante alguien llama a su puerta, y, aunque afirma que no espera a nadie ella lo convence para que abra, conociendo al llevarlo a cabo a un grupo de turistas estadounidenses apasionados en el arte mexicano y a los que ella invitó para que puedan ver su taller.
Archibaldo, muy enfadado afirma que se lo pagará, aunque ella le dice que no tendrá ocasión, ya que no volverá a verla más, debido a que va a dejar de trabajar para casarse, lo que deja a Archibaldo desconcertado, y cuando le regresa a preguntar si volverá ella afirma que no, aunque, le dice, puede consolarse con su “hermanita”.
Y así lo hará. Furioso, Archibaldo coge a la maniquí por el cuello y lo arrastra cogiéndolo por los pelos, llegando a perder una pierna en el traslado, para después meterla en un horno donde será incinerada, observando con enorme exitación cómo se va deshaciendo su rostro de cera entre las llamas.
Mientras contempla el horno llaman a su puerta, encontrándose al abrirla con la señora Cervantes y con Carlota, que van a comunicarle que esta tomó ya una decisión, respondiendo él que le dan una enorme alegría y dando por seguro que su historia cambiará por medio de ella, rompiendo entonces a llorar la madre, frente lo que él le afirma que no debe preocuparse ya que seguirá observando a su hija comunmente.
Y mientras la madre lo alaba diciendo lo bueno que es, él mira uno de los zapatos del maniquí que perdió mientras lo arrastraba y que debe mover disimuladamente con su pie hasta debajo de un sillón.
Algún tiempo después los criados de Archibaldo se afanan en tener la vivienda acondicionada y lista para la boda.
Entonces, y a solo dos días de la boda, recibe una carta donde le aseguran que antes de casarse debe comprender la realidad, por lo cual le citan para el día siguiente a un jardín donde podrá corroborar que Carlota no es la mujer pura y honesta que él se piensa.
Archibaldo se persona en el sitio correcto la tarde siguiente, observando cómo Carlota llega a casa de Alejandro que abre con su propia llave, observando cómo una vez dentro el arquitecto se dirige a ella para besarla, aunque ella le pide entonces que cierre la persiana para evadir que alguien los logre ver.
Entonces ella dice que ha acudido solo para evadir que él armara un escándalo de la misma forma que amenazó con llevar a cabo en su citación, intentando él de hacerla abandonar de la boda, aunque ella le dice que es la única forma que tiene para transcurrir una vida honrada, asegurando él que algo debe ocurrir entre esa noche y el día siguiente que evite el link.
Mientras ellos hablan, fuera, Archibaldo se siente consternado tras corroborar que Carlota no es como creía y que no podrá salvarse, como esperaba, por medio de la pureza de ella, planeando inmediatamente vengarse, aunque entonces piensa que si la aniquila cuando salga de casa del arquitecto será juzgado como un homicida, pero que si espera al día siguiente y a estar en matrimonio, lo verán como a un hombre que ha vengado su honor.
Terminada la ceremonia, y cuando Archibaldo y Carlota se quedan por último solos en su habitación él le pide que no se quite el vestido de novia que provoca que resalte su cándida pureza, rogándole tras ello que se arrodille, ya que se la ha soñado incontables ocasiones de rodillas y rezando.
Frente la resistencia de ella él se pone un poco violento, logrando que por último se arrodille y cruce sus manos, tras lo que le pide que rece en voz alta para él, para, una vez terminada la salve dispararle.
Pero todo lo mencionado fué únicamente una ensoñación de él a lo largo de su estancia en el jardín, del que, más allá de todo se marcha sonriendo frente su plan de venganza.
El día de la boda real, y tras la ceremonia conversan un sacerdote, un militar y un comisario de policía, asegurando este último que la ceremonia le logró que se le saltaran las lágrimas, conmoviéndole todas las ceremonias, uniéndoseles poco después Alejandro, el arquitecto, que transporta a su hija en brazos, y a la que dice irá a dejar con su madre antes de regresar con ellos.
Todos los invitados felicitan a los novios cuando entran en la vivienda, pidiéndole entonces el fotógrafo a la novia que pose para la cámara, tirando una vez, aunque cuando les pide que vuelvan a posar para una segunda foto la novia grita hacia la cámara, ¡Alejandro, no!, y observando cómo este ejecuta dos tiros contra ella desde detrás de la cámara, acabando con su historia.
Frente el juez Archibaldo afirma que otra vez en esa ocasión una intervención extraña evitó que consumara sus propósitos, aunque estos se cumplieron, afirmando que ya tenía pensado entregarse antes de que lo llamaran.
Tras escuchar su relato el juez asegura que, de hecho es un enorme criminal en capacidad, pero que no puede procesarle por haber esperado la desaparición de alguien.
Pero Archibaldo reitera que que mató a todas esas mujeres y que es un criminal, respondiéndole el juez que el pensamiento no delinque, aunque le proporciona un consejo: que se afeite con máquina, antes de despedirlo.
Ya libre y sin cargos, Archibaldo escucha en su casa, tumbado en su diván la cajita de música que en un arrebato escoge meter en una bolsa, saliendo con ella hasta el río, donde la tira, observando cómo se hunde, alejándose feliz tras su acto por el parque, donde repara en un saltamontes que hay en un árbol y que piensa en matar, aunque aparentemente reformado, lo deja vivir.
Y mientras se aleja ve que paseando como él por el parque se aproxima hacia el sitio donde él está, Lavinia, a la que saluda feliz, asegurando ella que salió a pasear por impulso y sin ningún propósito.
Le cuenta tras ello que no llegó a casarse porque su pretendiente era un policía honorario bastante celoso.
Archibaldo le cuenta que se siente realmente bien y la invita a caminar, alejándose cogidos del brazo tras tirar él su bastón.
Calificación: 3