La primera oportunidad que observamos a Apu (Subir Banerjee) ya como niño (después de haberlo visto en el prólogo de la película como bebé) lo hacemos en el instante en que su hermana Durga (Uma Das Gupta) le despierta para hacerle proceder a la escuela. Y lo primero que observamos del joven personaje principal es uno de sus gigantes ojos asomando por el orificio de la manta que le cubre completamente (fotograma 1), elocuente y bellísima presentación del personaje a través de cuya mirada se va a vertebrar la narración de este emotivo poema sobre la vida y la desaparición que supuso la irrupción de Satyajit Ray en el panorama cinematográfico con la primera distribución de una de las más sorprendentes y bellísimas trilogías de la historia del séptimo arte.
Los ojos del pequeño Apu serán los faros que iluminan los episodios de la vida diaria de una humilde familia bengalí en su pelea frente las adversidades y la pobreza a las que tienen que llevar a cabo frente en su dudoso día a día. Pobladores de una vieja casa “tan cerca del bosque que los chacales vienen hasta la puerta cuando oscurece”, el padre, Harihar Ray (Kanu Bannerjee), es un sacerdote seglar que fantasea con su ilusión por transformarse en un popular poeta y sacar de la pobreza a la familia, en tanto que su mujer, Sarbojaya Ray (Karuna Bannerjee)*, que ve como la vida que había anhelado (“Tenía muchos sueños. Imaginaba tantas cosas para el porvenir”) ha devenido una quimera, intenta sacar la familia adelante sin poder evadir bajar su frustración contra su suegra, Indir Thakrun (Chunibala Devi), a la que reprime todo el tiempo frente la afligida mirada de Apu y, más que nada, de su hermana Durga, que protege de su abuela ofreciéndole a escondidas piezas de fruta que coge del huerto de sus adineradas tías.
Esta actitud rebelde de la joven Durga será el vehículo que hará de guía en el desarrollo de pérdida de la inocencia del pequeño Apu. Inconforme con el aciago destino de la familia (al que ni la actitud soñadora del padre ni la posición resignada de la madre parecen lograr realizar frente), Durga se sirve de la transgresión para intentar huír de la dura situación a la que se ve sometida: coge la fruta del huerto de sus tías (que antes fue de la familia y que el padre se vio obligado a vender en pago de una deuda), toma melaza con su hermano Apu a escondidas de la madre, y también es acusada de quitar un collar a una de sus primas, razón por la cual será duramente castigada por la madre (magnífico el chato de madre e hija, las dos llorando desconsoladamente, separadas por el muro del patio de la vivienda).
También llevará a su hermano Apu a conocer el planeta exterior más allá de los muros en los que viven prácticamente confinados: siguiendo al vendedor de golosinas hasta la vivienda de sus tías (Ray realza la magia actualmente con un chato en el que observamos las siluetas de los individuos reflejadas en las aguas de un río) o acompañándole por primera oportunidad hasta las vías del ferrocarril que atraviesan los arrozales para ver pasar fugazmente un tren que se pierde en el horizonte, llevándose consigo los sueños inalcanzables de los dos hermanos (fotograma 2 – en una de las más bellísimas secuencias de la película).
Y será también a través de su hermana Durga, que el pequeño Apu se enfrentará por primera oportunidad a la muerte: a la de la abuela Indir, a la que los dos hermanos encuentran agonizando en el sendero de regreso de su excursión a las vías del ferrocarril; y a la de nuestra Durga, enferma de pulmonía después de haber desafiado a la lluvia a lo largo de una violenta tormenta (“cuando pase la fiebre iremos a conocer el tren. Estoy segura que entonces vamos a poder verlo”, le asegura Durga a su hermano desde el lecho en el que acabará falleciendo – fotograma 3).
La vida y la desaparición, los sueños y la verdad, la alegría y las penas se suceden frente la mirada del joven personaje principal mientras las fuerzas de la naturaleza están impasibles frente las adversidades que asolan a la familia. Ausente el padre en busca de un mejor futuro para los suyos, la llegada de una exclusiva carta anunciando una vez más la demora de su regreso es puntuada por Ray por una sucesión de planos del agua de un río, insectos caminando por su área, plantas acuáticas meciéndose con la corriente, libélulas sobrevolando la orilla, en un devenir cadencioso ajeno al infortunio de los personajes principales.
Tras la desaparición de Durga, y mientras el matrimonio empaqueta sus escasas pertenencias para dejar su vivienda y arrancar viaje en busca de novedosas oportunidades, Apu encuentra oculto en un pequeño tarro de melaza el collar que en teoría había robado su hermana (fotograma 4). Lo toma en su mano, sale de la vivienda y lo lanza a las aguas de un estanque, que rápidamente quedan otra vez cubiertas por el fino manto de plantas acuáticas que sepultan la joya robada, mientras una colosal culebra se desliza hacia el interior de la vivienda vacía, como tomando posesión del lugar al final abandonado por la familia, que mira la tierra que dejan atrás desde el pequeño carruaje en el que parten en busca de un nuevo futuro.
David Vericat
© cinema fundamental (Abril 2017)
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* Sin importar la coincidencia de apellidos entre los intérpretes que dan vida al padre, la madre y el joven Apu, no existía ningún vínculo real entre ellos.