La liebre y la tortuga es una de las fábulas de Esopo, o bien por lo menos a este conocido autor heleno ha sido atribuida. Es una de las fábulas infantiles más conocidas, una historia con una moraleja interesante que analizaremos tras haberla leído.
Aunque como afirmábamos, la fábula se atribuye a Esopo, fue más tarde reescrita por otros autores como Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego. Como todas y cada una de las fábulas, se trata de un cuento corto; vamos a leerlo juntos, mas asimismo os dejamos la versión animada para poder ver en vídeo, y la explicación de la moraleja.
La liebre y la tortuga
Había una vez una liebre muy mas muy vanidosa; corría veloz como el viento, y estaba tan segura de ser el animal más veloz del bosque, que no paraba de alardear ante todo aquel que se hallaba en su camino. Mas indudablemente quien más padecía la vanidad de la liebre era la pobre tortuga: toda vez que se hallaban por el bosque, la liebre se burlaba atrozmente de su lentitud.
-¡Cuidado tortuga, no corras tanto que te vas a hacer daño! Le afirmaba entre carcajadas.
La apuesta
Pero llegó un día en que la tortuga, agotada de las incesantes mofas de la liebre, tuvo una idea.
-Liebre -le afirmó- ¿corremos una carrera? Apuesto que puedo ganarte.
-¿Tú ganarme a mí?- le respondió la liebre sorprendida y amena.
-Sí, como lo oyes. Haremos una apuesta y vamos a ver quien gana- afirmó la liebre.
La liebre, presumida, admitió la apuesta sin titubear. Estaba segura de que le ganaría sin ni tan siquiera esmerarse a esa tortuga lenta como un caracol.
El día de la carrera
Llegó el día pactado, y todos y cada uno de los animales del bosque se reunieron para poder ver la carrera. El sabio búho fue el responsable de dar la señal de partida, y enseguida la liebre salió corriendo dejando muy atrás a la tortuga, envuelta en una nube de polvo. Mas sin importarle la enorme ventaja que la liebre le había sacado en pocos segundos, la tortuga se puso en marcha y pasito a pasito, a su ritmo, fue recorriendo el camino trazado.
Mientras tanto la liebre, muy confiada en sí y tan presumida como siempre y en toda circunstancia, creyó que con toda la ventaja que había sacado podía reposadamente echarse a reposar un rato. Se detuvo bajo un árbol y se acostó a su sombra, y allá se quedó dormida. La tortuga, poco a poco mas sin reposo, prosiguió caminando paso tras paso.
No se sabe cuánto tiempo durmió la liebre, mas cuando se despertó, prácticamente se queda muda de la sorpresa al ver que la tortuga la había pasado y se hallaba a pocos pasos de la meta. La liebre se levantó de un salto y salió corriendo lo más veloz que pudo, mas era tarde: ¡la tortuga ganó la carrera!.
Ese día la liebre aprendió una esencial lección: nunca hay que burlarse del resto ni opinar que somos mejores solo por el hecho de que hacemos realmente bien algo. Y asimismo aprendió que la vanidad nos conduce a dar por seguros éxitos que aún no hemos alcanzado.
Fábula «La liebre y la tortuga» en vídeo
Si tenéis ganas de ver un cuento animado, os dejamos el vídeo del cuento «La liebre y la tortuga» con una bonita animación.
La moraleja
La moraleja de La liebre y la tortuga es clarísima, como en todas y cada una de las fábulas. La vanidad y el exceso de confianza son malas consejeras, por el hecho de que nos impiden ver que para lograr cualquier objetivo siempre y en toda circunstancia hay que empeñarse. Y además de esto esta fábula nos enseña que todos somos capaces de hacer grandes cosas, que no debemos juzgar a el resto por las apariencias y que todos merecemos exactamente el mismo respeto.