Después de tantos cuentos de Halloween seguro que a más de uno se le ha quedado la sensación de que todo cuanto pasa a nuestro alrededor tiene algo de mágico y de terrorífico. Lo mismo le pasa a la protagonista de nuestro cuento corto de esta semana.
Mariló es una pequeña que se pierde en un mercado de antigüedades y vive una extraña y enigmática aventura.
Espero que gocéis mucho de este terrorífico cuento con un final que no es un final, sino más bien una sugerencia. ¿Os atrevéis vosotros a escribirlo?
El cuento de la madeja de lana azul
La pequeña Mariló paseaba de la mano de su madre por el mercado de antigüedades de la urbe. Al fin hacía frío y Mamá procuraba un viejo reloj de pared como el que había en su casa cuando era pequeña. Mariló llevaba en una mano su pequeño paraguas y con la otra sujetaba de manera fuerte a Mamá con temor a perderse en aquellos corredores llenos de chismes.
Y es que a Mariló, el mercado de antigüedades le daba temor, con todos aquellos extraños objetos viejos, cargados de polvo y de recuerdos:
1. Los relojes de cuco, con aquellos inquietantes pájaros que despertaban a cada hora.
dos. Las muñecas de cerámica, con los ojos vidriosos y la tez tan fría como la de un muerto(o bien de esta forma pensaba Mariló que debían tener los fallecidos la piel, en tanto que ver, no había visto nunca con ninguno).
tres. Los cabeceros de la cama con figuras femeninas de peinados extraños-
cuatro. Las mesitas con fragancia a madera seca y cajones donde absolutamente nadie sabía lo que uno podía localizar.
Pero de repente, algo entre todos aquellos puestos de antigüedades le llamó la atención. Se trataba de un tenderete lleno de vivos colores.
– ¿Qué es esto? – preguntó Mariló a una vieja muy arrugada que tejía con 2 agujas enormes.
– Son bufandas, bufandas de colores. ¿No te da la sensación de que este mercadillo es muy gris?
Mariló aseveró mientras que sentía como Mamá tiraba de su mano para distanciarla de allá. La vieja arrugada prosiguió hablando con su voz suave
– ¿No deseas probarte una?
Mariló, encantada empezó a buscar entre aquellas estupendas bufandas de colores refulgentes.
– ¡Esta!
– El azul asimismo es mi color preferido – exclamó la vieja. – Pruébatela a ver de qué manera te queda…
Mariló se enrolló aquella bufanda azul alrededor de su cuello y entonces sintió un leve mareo. Cerró los ojos procurando no desplomarse y cuando los abrió, la plaza donde estaba instalado el mercado de antigüedades estaba plenamente vacía.
– ¿Dónde se encuentra Mamá? ¿Y la señora de las bufandas? ¿Dónde se encuentra todo el planeta?
Mariló corrió atemorizada y tomó la primera calle que halló. ¿Era su imaginación o bien aquellas casas parecían monstruos con enormes puertas-bocas que deseaban devorarla? Levantó su paraguas tal y como si se tratase de una espada y también procuró resguardarse de aquellas casas-monstruo.
– Atrás, atrás, no os aproximéis, dejadme en paz.
Pero las puertas-bocas de aquellas casas se fueron haciendo cada vez más grandes, hasta el momento en que un portazo-bocado la metió dentro de una de esas casas.
Mariló procuró buscar ventanas-ojos por los que escaparse mas pronto se dio cuenta de que no podía caminar, algo la empujaba por detrás: la bufanda azul que le había dado la vieja se había quedado enganchado en el picaporte-lengua.
– ¡Maldita bufanda! Tú tienes la culpa…
Así que tiró y tiró de ella hasta que la bufanda azul se fue deshilachando, enmarañada en el picaporte-lengua de aquella terrible casa-monstruo. Cuando Mariló estaba a punto de transformar la bufanda en una simple madeja de lana sin forma alguna, un sonido estridente la sorprendió.
– ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Cliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!!!!!!!!!!!
La puerta- boca se abrió de repente y justo del otro lado, Mariló vio a 2 pequeños de su edad vestidos de fantasma:
– ¡Feliz Halloween! ¿Nos das caramelos?
Mariló miró a su alrededor y descubrió que la casa-monstruo había desaparecido y que en su sitio se hallaba el agradable salón de su casa. ¿Lo habría soñado todo?
Entonces vio una madeja de lana azul tirada sobre el suelo y comprendió…