Un emprendimiento de tal envergadura que es verdaderamente difícil de terminar. Una obra colosal cuyo propio carácter hace de ella una quimera. Una muralla gigantesca destinada a encerrar un territorio inabarcable.
Todo lo que comprende la construcción de la muralla china está envuelto en un universo kafkiano. Los hombres son educados desde la más tierna niñez para transformarse en buenos albañiles; sólo los que reflexionan muy sobre la obra, no terminan jamás de reflexionar sobre ella y se sienten parte del emprendimiento meritan el honor de ser conductores de una porción de muralla. Muralla que se ejecuta a tramos independientes por equipos que, cuando concluyen su misión, parten a lejanos territorios a comenzar una única porción. Así mismo se impide que desfallezcan en su empeño, gracias a que al viajar a través del país reciben el aliento y la admiración de sus conciudadanos a la vez que observan otros trozos de muralla terminados o en ejecución, lo que ayuda a dotar de sentido a su trabajo.
Cuando un tramo se termina, queda aguardando de ser conectado con la integridad de la muralla en un futuro. Pero esto seguramente no llegue a ocurrir jamás y la muralla no consigua ser jamás un único ente, gracias a que el lote que quiere garantizar llevando a cabo de barrera es inmenso. Es requisito hacer varios kilómetros de muralla y el período de ejecución es tan riguroso que, simultáneamente que se termina un tramo, hay otro que se derrumba por asaltos contrincantes o por pura degradación de los materiales. ¿De qué sirve, dado que, una muralla intermitente con múltiples tramos que jamás llegarán a ser conectados? La función defensiva que debía ejercer frente a los pueblos del Norte es pura ilusión; su construcción va, por consiguiente, más allá de una mera cuestión práctica.
La decisión de hacer la muralla se ve haber existido ya hace tiempo, igual que la Conducción y sus disposiciones por las cuales ordena y actúa la vida de todos los pobladores de la China. Más allá de la Conducción sólo está el Imperio, con el Emperador al mando como jefe supremo. Pero la China es tan colosal que frecuentemente los campesinos de zonas apartadas ignoran cuál es el Emperador reinante y la dinastía a la que pertenece; de hecho numerosos pasarán años rindiendo culto a un Emperador anticuado que ya dejó de serlo.
La orden de hacer la muralla partió de un Emperador que por ahora no se recuerda en un tiempo que por ahora no se recuerda. Ejércitos de hombres dedicaron sus esfuerzos a la construcción, en una labor que no desempeñada durante toda la vida les permitió vislumbrar la misión. Se suceden los gobernantes pero la muralla permanece, aglutinando simbólica e ideológicamente al pueblo chino. Una cantidad enorme de individuos unidas por un ideal, un sueño irrealizable, un emprendimiento interminable, un infinito.
El volumen comunicado por Unión Editorial junta todos los cuentos cortos (muchos de ellos inacabados) que se conservan de Franz Kafka, así como los apuntes y extractos que se opínan más significativos. El albacea y mejor amigo del constructor, Max Brod, decidió mostrarlos al planeta incumpliendo la promesa que tuvo que realizar en vida a Kafka, por la que se comprometía a destruirlos. Menos mal. Jamás le agradeceremos muy la generosidad de sacar a la luz estos cuentos que, quizás, la humildad de Franz impidió tomar en cuenta dignos de ser publicados. Leyendo este libro de forma cronológica, desde el primero de sus escritos conservados (el relato «Descripción de una pelea», de 1902 o 1903) hasta los últimos («La construcción», que data de 1923-1924 e «Investigaciones de un perro», probablemente lo último que escribió antes de fallecer a los 40 años por medio de la tuberculosis) es posible ver la evolución de uno de los superiores genios de la literatura y adivinar cómo se van gestando sus símbolos, mitos y obsesiones. Ya se trate o no de cuentos relacionados con sus novelas (es fácil admitir en algunos de ellos individuos, elementos o oportunidades que nos hacen pensar en el instante en proyectos como «El castillo», «El avance» o de hecho «La metamorfosis»), por arriba de todos ellos sobrevuela el espíritu kafkiano. Aunque quizás el más terminado y representativo sea «La muralla china«, que fue escogido de forma precisa para prestar título al libro.Enviado por:
Clarice LagosOtros libros de este autor:
La metamorfosis
Cartas a Milena
El proceso
El castillo
Carta al padre y otros escritos
El desaparecido (América)
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