The Awful Truth fue al inicio una obra teatral de Arthur Richman y ya antes de la adaptación de McCarey había dos filmes basados en ella: una versión silente de 1925 interpretada por Warner Baxter, y una cinta de 1929 con Henry Daniell e Ina Claire, apuntada por Marshall Neilan. Harry Cohn tenía los derechos de esa última versión y le entregó el guion a Leo McCarey para que hiciera un remake. El director lo leyó, lo tiró a la basura y llamó a la autora y dramaturga Viña Delmar (que había hecho el guion de Dejad paso al mañana) para que entre los dos rescribieran esta historia, de hecho ingresando puntos autobiográficos de McCarey. Estaban creando un clásico del screwball, las comedias de enredo de los años treinta y 40.
Sin embargo el esbozo con el que McCarey aparecía cada día en el plató era únicamente una guía mínima sobre la cual les pedía a los actores improvisar los diálogos y el accionar. Sobre su estilo McCarey confirmaba tener “una teoría que llamo de la inevitabilidad de los eventos. La idea es que si algo pasa, otra cosa sin lugar a dudas fluye desde ahí, como la noche sigue al día; los eventos están unidos. Siempre avance mis historias de esa forma, en una sucesión de accidentes que se suceden y se causan uno al otro. Realmente jamás tengo intrigas” (1).
La producción, que sucedió entre el 21 de junio y el 17 de agosto de 1937, se convirtió en un calvario para Cary Grant, que no logró ajustarse al método de MCarey y se tornó inseguro, huraño y ansioso. Es más, fue donde Harry Cohn y después de pedirle infructuosamente que le dejara cambiar papeles con Ralph Bellamy, le llevó un memorando de ocho páginas en el que describía los fallos del extenso film y le ofreció cinco mil dólares para que lo retirara de la película. McCarey se enfureció al comprender eso y le dijo a Cohn que pondría otros cinco mil dólares para sacar al actor del extenso film. Grant se quedó en The Awful Truth, pero las relaciones entre él y el director jamás fueron buenas. De hecho McCarey dejó de hablarle.
Lo más increíble es que todas las fuentes coinciden en que Leo McCarey fue el colosal mentor de la carrera de Cary Grant desde lo hecho en este extenso film. No solo había algo de similitud entre el apellido del director y el nombre del actor, sino que además existía un atrayente parecido físico entre los dos. McCarey ayudó hacer la personalidad fílmica de Cary Grant, a que aprovechara sus talentos cómicas y que aprendiera a burlarse de sí mismo. “Paradójicamente, el talento para la comedia de McCarey y su sabiduría cinematográfica ayudaron a que Grant, más allá de sus reparos, lograra que sus características personales se fundieran en un personaje redondo” (2), redacta el biógrafo Marc Eliot. El Cary Grant comediante, de esta manera que lo conocemos, surgió desde The Awful Truth.
La película empieza in medias res, sin superiores explicaciones: un hombre, Jerry Warriner (Cary Grant), ha fingido irse unos días a la Florida por asuntos de negocios, pero de todos métodos se quedó en Nueva York y ahora mismo necesita emular un bronceado que no tiene y encontrar una cesta de naranjas para llevar a su mujer Lucy (Irene Dunne). Ella, además, no está en el lugar de vida. Aparecerá más tarde acompañada de su apuesto instructor de canto, Armand Duvalle (Alexander D’Arcy), dado que debieron pasar la noche en una posada, frente la supuesta avería del automóvil que debía traerlos de una fiesta. “No se puede estar felizmente casado si siempre supones del otro”, le dice Lucy a Jerry, para añadir más tarde “No seguramente halla inquietudes en el matrimonio. Todo se sostiene en la fe. Si pierdes eso, pierdes todo” (estas oraciones la va reiterar Jerry en el desenlace de la película, pero dirigidas a una mujer que pretende). Aunque la cinta no lo ejecuta explicito, es posible que alguno de los dos, o los dos hayan sido infieles (fotograma 1).
Sin numerosos preámbulos se llega a un juicio de divorcio, cuyo fallo definitivo se dará en 90 días. La custodia de Mr. Smith, el foxterrier de la pareja, queda en manos de Lucy. Lo que sigue son los intentos de ella por rehacer su crónica con un tosco magnate tejano, Daniel Leeson (Ralph Bellamy), y las interferencias sobre esto, aparentemente involuntarias, de Jerry. Después es Jerry el que quiere tener una relación con una adinerada debutante y ahora mismo es Lucy, arrepentida de la separación, la que quiere impedirlo. Pienso que es fácil sospechar hacia donde se dirige todo, dado que The Awful Truth es un caso de exhibe de las “comedias de rematrimonio”, un término acuñado por el filósofo Stanley Cavell en su texto de 1981, Pursuits of Happiness: The Hollywood Comedy of Remarriage. Este subgénero de la comedia les permitía a los guionistas jugar con los límites de la censura y conseguir que los individuos de los filmes (en avance de divorcio) se involucraran con terceros sin la sombra del adulterio sobre sus cabezas.
La película es una comedia de salón, cuyo accionar está situado en la mayoría de las situaciones en apartamentos y en la salón de estar y en las habitaciones de los mismos. Puertas que se abren y se cierran (fotograma 2), visitas inesperadas, encuentros sorpresa y equívocos son el material con el cual se crea una comedia de oportunidades que es más verbal que física (aunque Cary Grant tiene ocasión de demostrarnos su aptitud para el slapstick puro – fotograma 3) y que está estructurada con fachada de secuencias que trabajan como conjunto pieces tan particulares como imprescindibles: el comparecer frente el juez, el show en el salón de baile, el recital de canto, o el juego de Mr. Smith con el sombrero (que dará lugar a uno de los gags más desternillantes de la película, con Jerry poniéndose por error el colosal sombrero de su contrincante – fotograma 4). Tan sublimado es el accionar para lograr el efecto cómico, que los individuos jamás están realizando un trabajo o llevando a cabo algo útil: siempre están dispuestos a salir a un sitio hermoso, a una comida o a un baile. McCarey impide las transiciones, lo que pasa siempre deriva en algo más elaborado y que se suma a lo ya visto, de esta manera que describió en su teoría de “la inevitabilidad de los eventos”. Lo que es asombroso es el control de adentro de la escenificación, sabiendo su método que dependía de la improvisación. “No es una mala actuación para no haber ensayado”, le dice Jerry a Armand, el instructor de canto de su mujer. Parecen expresiones de Cary Grant dirigidas a él mismo durante el rodaje.
Milagros y misterios además, lo que queda es una comedia totalmente brillante. Irene Dunne y Cary Grant parecen estar esperando toda su trayectoria esta ocasión de brillar juntos en la mitad de una situación –quizá osada para la época- pero manejada desde las alturas de un humor finísimo, elaborado con una sabiduría verbal más que considerable. The Awful Truth hace parte desde 1996 del Nacional Film Registry de la Biblioteca del Congreso estadounidense. La terrible verdad es que esta película es muy superior que otras comedias con más prestigio.
Juan Carlos González A.
© cinema primordial (septiembre 2017)
(Reseña original en tiempodecine.co)
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1. Peter Bogdanovich, Who the Devil Made It: Conversations with Legendary Film Directors, Nueva York, Random House, 2012, p.
2. Marc Eliot, Cary Grant. La biografía, Barcelona, Lumen, 2007. p. 180