Resumen de la película Las vacaciones de M. Hulot

“Lo que me divierte, es pensar lo que le debe estar diciendo a la distancia un agente al automovilista que acaba de pasarse un semáforo en rojo. No es su diálogo lo que me hace reír, sino precisamente el hecho de no escuchar nada. Y si le añado diferentes pasajes de gente que se detiene, mira, escucha, con sus diferentes reacciones, o que se ven obligados a sugerir un rodeo  para omitir el tumulto, son estas múltiples oportunidades lo que me hace reír”
Jacques Tatí

La primera secuencia de Las vacaciones de M. Hulot es modélica para abarcar la utilización del chato general para la construcción del gag en la obra de de Tati y la participación activa del espectador que éste requiere: sobre un chato en el que observamos los andenes de una estación y con el sonido en off (y totalmente indescifrable) de una voz que comunica la llegada del tren, un grupo de usuarios hace aparición y desaparece por la boca de las escaleras que hay en el andén en busca de la vía precisa. Uno puede ver esta secuencia y ni darse cuenta del divertidísimo gag que tiene dentro, pero si el espectador mira la escena podrá valorarla en toda su comicidad (fotograma 1).

Ver una película o ver una película. Entre estas dos configuraciones el cine de Tati apela sin duda a la segunda. Si, en un momento de distracción, no logramos atrapar el sentido de un chato general en Tati no deberíamos dudar en echar mano del replay y corroborar la secuencia. Indudablemente si nos fijamos bien vamos a hallar, ahí el fondo del chato, o arrinconado a la derecha, ese personaje o ese objeto que brinda sentido a todo el chato, que hace el gag.

Pero el cine de Tati (sus gags) no se composición únicamente apoyado en lo que observamos o a eso que oímos. En Las vacaciones de M. Hulot logramos hallar ejemplos magistrales de la construcción del gag a través de el fuera de campo: Hulot entra en el hotel y se oculta detrás de un perchero para no ser visto por el dueño; éste, sin embargo, advierte las huellas de las pisadas en el suelo y las sigue hasta el perchero; empieza a hurgar entre los abrigos y oímos en off unos pasos precipitados que se alejan; cuando el dueño se gira sólo ve más huellas que parten del perchero y desaparecen escaleras arriba. Tati nos recomienda proceder a imaginarnos al bueno de Hulot huyendo despavorido. Nos da las bases para que nuestra imaginación reconstruya el gag desde lo que es, además, un gag en sí mismo (fotograma 2).

Mientras que en las posteriores proyectos posteriores de Tati, el personaje primordial se comportará más que nada como espectador, en Las vacaciones Hulot actúa a partes iguales como desencadenante y como espectador del gag. No obstante, aunque numerosos de los gags que tienen a Hulot como provocador de la acción son verdaderamente antológicos (Hulot enderezando los cuadros, ocasionando el equívoco entre unos jugadores de cartas, llevando a cabo estallar un armamento de fuegos artificiales), es sin duda cuando el personaje primordial toma el papel pasivo de víctima u espectador en relación se detallan los instantes más contentos de la película: Hulot choca con su automóvil frente a un cementerio; cuando se dispone a cambiar la rueda, se le cae la cámara del neumático y queda llena de hojas con lo que, al recogerla, uno de los enterradores piensa que es una corona funeraria, la toma de la manos del pobre Hulot y la ubica junto al ataúd de un entierro que se está festejando en ese mismo momento (fotograma 3).

Hay también, en Las vacaciones, permanentes gags con la utilización del sonido y su desnaturalización: así, el sonido de la bocina del coche de Hulot es para un orondo cazador una banda de patos que no consigue comprender en el cielo; o el peculiar sonido de la puerta del comedor del hotel, que Tati utilizará otra vez en Mon oncle (con la puerta de la fábrica) y en Playtime (las puertas de cristal).

De igual forma logramos hallar casos en los que el sonido consigue una función narrativa: una muchacha está aguantando las explicaciones políticas de un pelmazo cuando súbitamente oímos en off el ruido del viejo automóvil de Hulot, a eso que la joven tiene una reacción con una sonrisa y volviendo la mirada hacia el coche, que permanece fuera de cuadro. Otra vez Tati (y otra vez con mano maestra) introduce la idea de la relación lo visto = poco divertido en oposición a lo omitido = divertido. No cabe una definición más plástica de su concepción del arte del cinematógrafo.

Tati era un hombre alterado, tremendamente meticuloso (de ahí los períodos temporales entre sus películas) y esta irritación le llevó a añadir, veinte años después de su estreno, un gag al metraje de Las vacaciones. Aunque de todos métodos no fue exactamente añadir un gag lo que logró, sino que desarrolló uno de los que ya figuraban en la primera versión, precisamente el de la piragua partida en el medio, con el pobre Hulot atrapado en su interior: en la versión original el gag acababa con el chato de la piragua partida en dos en posición vertical sobre el agua (un chato subjetivo, visto a través de unos prismáticos desde la orilla). Fue a raíz del estreno de Tiburón (Steven Spielberg, 1975) que Tati tuvo la feliz idea de prolongar el gag llevando a cabo que la piragua se convirtiera en una clase de monstruo marino (fotograma 4). Un caso de exhibe del deber del constructor con su obra, de la tremenda irritación de un constructor que vivía para sus películas.

Pero Tati no pudo hacer todas las ideas que tenía pensadas para Las vacaciones. El film debía rodarse en color, lo que añadía otros efectos cómicos a la historia. Evidentemente, el director no pretendía usar el color (como no usó jamás el sonido) como fácil recurso formal, sino como un elemento más de creación de sentido. Sirvan sus expresiones como testimonio de lo expuesto y broche final de este texto con un gag inolvidable que jamás llegó a materializarse: “Tenía algunos trucos con el color precisamente entretenidos para Las vacaciones de M. Hulot: todos los individuos empezaban la película pálidos y, después, mientras las vacaciones pasaban iban cogiendo bronceado. Algunos se bronceaban, otros simplemente se ponían rojos, y súbitamente llegaba un nuevo veraneante, al que todo el planeta reconocía porque estaba completamente blanco”.

David Vericat
© cinema primordial (enero 2014)

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