Resumen del libro Ofrenda a la tormenta

Ofrenda a la tormenta” cierra la Trilogía del Baztán, que abrió “El guardián invisible” y continuó “Legado en los huesos”. Pasó un mes desde que el doctor Berasategui fue encarcelado por los crímenes del caso Tarttalo. En Elizondo, en el valle del Baztán, una bebé de 4 meses hace aparición muerta por medio de lo que en un primer momento semeja síndrome de muerte súbita del lactante o muerte de cuna. No obstante, unas marcas rojas en la cara señalan que se ha ejercido una presión sobre ella y demuestran que la pequeña fué asesinada. Las supones señalan al padre, quien fue interceptado mientras intentaba huír con el cadáver de su hija en una mochila. Amaia Salazar, inspectora jefa de Homicidos de la Policía Foral de Navarra, comienza la investigación hablando con la familia y es en ese momento cuando se alude por primera ocasión al ser mitológico de esta distribución. En la primera conocimos a Basajaun, en la segunda a Ttartalo y ahora mismo a Inguma, un genio maléfico que se sube durante la noche sobre los durmientes y les roba el aliento. Las víctimas se detallan sin vida. La abuela de la pequeña difunta afirma que él, Inguma, es la causa de la desaparición de su nieta. Amaia, en cambio, piensa un asesino de carne y hueso y las pesquisas la llevan a entender que se han producido en esa región más muertes por cuna de las que logren parecer razonables.
Los familiares de Amaia, ya populares, se nos detallan con una personalidad más descriptiva y dinámica: Rosaura pierde conformismo y gana valentía y picaresca; Flora, aun sin dejar atrás su arrogancia, posibilita ingresar a algunos de sus secretos, exponiendo su punto débil; James deja por instantes la imagen de marido comprensivo y resignado, y revela carácter para reivindicar su lugar en la vida de Amaia. Esta última vuelve a ser, sin duda, quien experimenta el más grande cambio, y nos posibilita abarcar a la inspectora Salazar más humana, porque qué hay más humano que dudar y errar al accionar con visceralidad. La tía Engrasi, sin embargo, continúa en su papel maternal; es el faro que alumbra y exita el sitio de vida de Amaia en su pueblo natal.
El ritmo de la narración avanza in crescendo. La situacion de hoy y los hechos anteriores a él se entremezclan en una investigación cuyo alcance también va en aumento. Se cierran subtramas que habían permanecido abiertas desde la primera distribución, se desarrollan muertes que rayan —como mínimo—lo irracional y Amaia recibe el más grande golpe de su trayectoria y, posiblemente, de su crónica. Cubierta y amenazada por una tormenta de invierno de dimensiones considerables, la búsqueda de información no se detiene hasta encontrar la solución a los hechos que se venían pasando en el valle del Baztán desde décadas atrás. Un desenlace que la autora ha popular esconder bien, enseñando lo muy para prestar pie a la indecisión y, a la vez, poniendo la zancadilla con inquietudes razonables a los adelantos. Más allá de que el estilo, el desarrollo y la línea de la narración son semejantes a los de los dos primeros libros de la saga, ello no le quita imprevisibilidad a la historia ni nos posibilita adelantarnos a las pesquisas de la personaje primordial y su grupo. De igual modo, y aunque la trama escencial se soluciona, quedan a la visión algunos indicios de que Amaia Salazar puede prestar más de que comentar, aunque no vaya a ser en esta trilogía.
Esta última distribución sigue la inclinación de sus dos predecesoras y mezcla situación con mitología, fantasía y leyendas vascas. La ambientación es también uno de sus puntos fuertes, llevándonos a esos panoramas del valle del Baztán sometidos a las inclemencias del tiempo invernal, y transmitiéndonos el frío que atraviesa hasta los huesos y la amenaza de una tormenta de nieve que quizás esté ocasionada por algo más que nuestra naturaleza.