Diego Golombek se da en este libro pintar un panorama sobre la conciencia humana y su relación con el cerebro, y contar cómo unos una cantidad colosal de millones de neuronas originan el pensamiento, las emociones, los sueños y las percepciones. El título procede nada menos que de San Agustín: “Dentro de las incontables cuevas y palacios, en los incontables campos y guaridas y cavernas de mi memoria».
En el primer capítulo se perfila una historia de la conciencia y se estudian los aportes y especulaciones de Hipócrates, de Descartes y de William James, etc. En el segundo hablan de los mecanismos básicos que hacen posible el procesamiento de las señales del sistema nervioso, y en el tercero, la puerta de entrada al cerebro (y a la conciencia) que constituyen los sistemas sensoriales (“de la señal de salida no hablaremos: el sistema nervioso no tiene demasiadas configuraciones de salida. Cuando recibe una orden tiene, en inicio, dos formas básicas de respuesta: una motora o una secretora, y todas sus probables creaciones», señala Golombek).
En los capítulos siguientes se enfrenta de forma directa el tema de la conciencia y la pregunta fundamental: “¿Es la conciencia un avance intrínseco del cerebro?». También, el lenguaje, y en particular el lenguaje oral, indudablemente la característica más distintiva de nuestro entendimiento. También nos internamos en las cuevas de la memoria, que tiene dentro los “procesos de hosting de la información, su consolidación y también los de su recuperación (la evocación, el habitual avance por el cual algo pasa ‘de estar den la punta de la lengua’ a poder ser recordado)’’.
Finalmente se expone lo poco que entendemos sobre las “conciencias que andan mal», gracias a que hay muchas oportunidades “en las que la multitud pierde la cabeza. En numerosos casos, lo que se pierde es exactamente la conciencia de lo que está pasando: las causas tienen la oportunidad de ser anomalías de la salud sentimentales profundas o bien trastornos de las vías sensoriales (que nos hagan sentir lo que no existe, o viceversa), fallas genéticas que predispongan a la multitud hacia algunos tipos de hábitos, y así sucesivamente».
Y su contrapartida, tratando de responder a la pregunta: ¿por qué somos buenos cuando somos buenos? “No olvidemos, además que ‘moral’ es, en varias oportunidades, sinónimo de ‘conciencia’: en el lenguaje coloquial, tener conciencia de lo que se está llevando a cabo tiene una indudable connotación ética».
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