El escritor y periodista Torcuato Luca de Tena (Madrid, 1923-1999) perteneció a una familia de periodistas; tiene una amplia lista de proyectos literarias y periodísticas (novela, poesía, artículos, ensayos, reportajes, memorias y proyectos de teatro) de entre las que más destacan en popularidad son «Edad prohibida» (1958) y «Los renglones torcidos de Dios» (1979). Etc, en 1955 consiguió el Premio Nacional de Literatura y en 1961 el Premio Planeta («La mujer de otro»).
Alice Gould, personaje primordial de la novela, es ingresada en un hospital mental. Ella dice ser estudiosa privada encargada de arreglar casos complejos; sin embargo, su médico recurrente comunica de que la realidad es que está obsesionada con asesinar a su marido. El personaje se desenvuelve en un nivel de sabiduría y de situación ficticia tal, que los propios médicos del hospital mental llegan a plantearse si de todos métodos la condescendiente padece problemas mentales o su internamiento obedece a una maniobra para mantenerla ajeno de algún caso.
El doctor César Arellano, se transforma en una clase de defensor de la buena salud psicológica de Alice, y quiere comprender cuál es el secreto que la condescendiente oculta puesto que así piensa que podrá exhibir que está sana. Samuel Alvar es el director del hospital y, según Alice, amigo del cliente cuyo caso la llevó a infiltrarse en el hospital fingiendo una patología mental; sin embargo, el director cree firmemente que Alice está loca.
Los primordiales méritos de esta obra son varios. Por un lado el diversión está asegurado. El ritmo de la novela es pausado, cuestión que lejos de convertirla en una eternidad, asigna una pausa necesaria en la lectura para ir asimilando las verdades de los individuos. Dirimir si Alice es realmente la detective que ella dice ser (y está infiltrada o fué encerrada para quitarla del medio) o si es una enferma mental que intenta asesinar a su marido (motivo por el que fué internada) no es una tarea fácil.
Otro de los puntos a poner énfasis es la aptitud narrativa del constructor para hacer empatía del lector con los individuos. Es fácil sentir como Alice impotencia, temor, íra, seguridad… mientras se avanza en la lectura. Además, la utilización de motes entre la multitud ingresadas nos permite sentirnos parte de la narración y volver a sentir con ellos.
Todo ello envuelto en un empleo hermoso de las expresiones y sin miedo a sugerir un uso culto de la lengua española, que conseguimos encontrar tanto en los diálogos de los individuos, primordialmente en la situacion de Alice que es presentada como una mujer culta y educada, como en los instantes de narración.
Alice… Alicia… ¿Cómo no sospechar en «Alicia en el país de las Maravillas» de Lewis Carroll? En el final de cuenta, en los dos libros nos encontramos con un óptimo número de oportunidades absurdas (o no tanto, según dónde pongamos los límites de la imaginación) en las que es infaltante dejarse llevar para adentrarse en la magia de las expresiones de los autores. Así, Luca de Tena juega con nosotros haciéndonos creer en cada momento que Alice está enferma o que es realmente bien coherente, y Carroll nos presentaba un mundo donde el Sombrerero es un juicioso personaje atrapado en el tiempo de cuya situación no dudamos en ningún momento. Es este personaje, el Sombrerero, quien nos dice: «… en un mundo de locos, tener sentido no tiene sentido…», así podría definirse «Los renglones torcidos de Dios«.