Unai López de Ayala, inspector de la División Criminal y profesional en perfiles criminales, apodado Kraken, vuelve a ser el personaje primordial en primera persona. Colocado junto con él son decisivas, otra vez, su compañera y mejor amiga, Estíbaliz Ruiz de Gauna; y la subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra, con la que mantuvo una ambigua relación. Alba está embarazada, aunque desconoce si el padre es su exmarido o Unai. La duda sobre la paternidad daña más allá de la seguridad emocional de los implicados: establece la posibilidad de que Kraken consigua ser o no propósito de un asesino en serie.
El primer ámbito del delito es una representación de un anticuado ritual. No es el único hecho insólito, ya que la víctima, una mujer preñada, resulta ser la primera novia del inspector López de Ayala. La conoció de joven, en el lapso de un emprendimiento de verano en el que participó con sus superiores amigos, que aún forman parte a la misma cuadrilla; por lo cual esta situación irrumpe directamente en su crónica personal y en la de su círculo más cercano. La investigación será causa de supones y recelos entre ellos y alterará la relación de amistad.
Al igual que en la primera novela, otra trama discurre paralela a la indispensable, con capítulos intercalados; es la narración de ese viaje en el que Unai y sus amigos conocieron a la primera víctima. Kraken era un joven y aquellas vacaciones fueron un punto de inflexión en su vida: días de recientes vivencias y descubrimientos, de reflexiones sobre su propia personalidad y resistencia; y de cambios, en la forma de ver a los demás y de enfrentar el futuro. A la vuelta, era aparente la alteración ocurrida dentro de el, y se vislumbraba el tipo de persona que llegaría a ser.
Ambas historias, aunque separadas por veinticinco años, van teniendo más y más elementos en común, algunos con suma consideración para la resolución del caso.
Otra coincidencia con la sección primera es la consideración de los escenarios. Vitoria y la provincia de Álava compiten en presencia con Cantabria; también tienen su momento algunos puntos de Guipúzcoa y La Rioja. Cada capítulo transporta el nombre del lugar en el que avanza.
La lectura es amena y atrayente, engancha desde el comienzo y sumerge al lector en una espiral de adelantos, retrocesos y estancamientos de la investigación; numerosos giros argumentales que le hacen sentir que la autora juega con él. No todo es lo que se ve ni todos son quienes parecen, y la duda se oculta tras cada esquina. Ya en la última parte de la novela, Eva deja que nos anticipemos un paso a las conclusiones de los investigadores, pero en contrapartida se almacena un as en la manga para sostener la tensión hasta el último momento.
La historia y los propios individuos, dotados de colosal hondura, causan numerosas reflexiones, además del desentrañamiento del caso. Hacen pensar en lo que influyen las vivencias vividas y la manera en que somos tratados; en cuánto puede cambiar un sujeto en un tiempo achicado. Numerosos hechos contribuyen a forjar la personalidad, para bien o para mal. ¿Son esas influencias explicación para un mal accionar? ¿Podemos escudarnos en nuestro pasado, en lo que no pudimos seleccionar, para justificar nuestro presente?
Aunque hay someras explicaciones sobre los antecedentes de los individuos, es requisito haber leído el primer libro para situarse en este segundo volumen y abarcar bien muchas oportunidades.
