Lula quiere ser pintora

Había una vez una jirafa llamada Lula que soñaba con ser pintora. Todos sus amigos se reían cuando ella les hablaba de sus pretensiones artísticas.
-Qué tontería -le decían unos-. ¡No hay pinceles ni atriles para jirafas!
– Qué pérdida de tiempo -decían otros-, si nadie va a querer los cuadros pintados por una jirafa habiendo reales pintores expertos por todo el mundo….
Pero la jirafa Lula seguía persistente con su ilusión. De a poco fue juntando ahorros y se compró material de pintura. Unos pinceles y brochas, aguarrás para limpiarlos, lienzos de numerosos tamaños y grosores, acuarelas, pinturas al óleo y al pastel, etc. La realidad es que Lula se gastó todos sus ahorros en su novedosa afición. Primero quería evaluar todas las técnicas para ver cuál se le daba mejor y después centrarse en una.
-El que bastante comprende poco aprieta, Lula- le decía una vecina.
Pero Lula solo quería evaluar para ver dónde estaba más cómoda. Si pintando panoramas con acuarela o retratos con óleo. Solo quería evaluar.
Una vez recopilado todo el material, empezó a colorear sus primeros cuadros. Varios se reían al verla mostrarse con la brocha en la boca y teniendo que colgar el lienzo en lo prominente de una palmera para trabajar cómodamente. Sin importar las burlas y de que nadie parecía creer en el talento de Lula, ella no se rindió.
Se alzaba temprano y se iba a zonas solitarias a colorear. Primero hacía los bocetos con lápiz y después comenzaba a ofrecerle color al lienzo. Le gustaba colorear panoramas porque le encantaba dejarse llevar por los tonos de la naturaleza. El verde de los árboles, el ocre de las dunas, el azul de los ríos, el rojo profundo de algunas flores….
Un día por la mañana llegó hasta Lula un loro de muchos colores como el arcoíris. Le pidió que le retratase. Al inicio la jirafa mencionó que no porque no se atrevía. El loro, que se llamaba Jack, le mencionó que, si hubiera amado un pintor profesional, habría ido a otro sitio. Que lo que buscaba era a alguien con una técnica novedosa.
Lula se puso manos a la obra y en unos cuantos semanas de trabajo profundo, acabó el cuadro del loro. Quedó tan contento con el resultado que próximamente la novedad corrió como la pólvora. A los pocos días, incontables animales hacían cola para ser retratados por Lula. Ella, que no era rencorosa, lo logró con gusto más allá de que varios se hubiesen reído de ella al inicio. Porque, además de perseverante, era una jirafa leal a sí misma y en su cabeza no cabía la oportunidad de ser vengativa.

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