«Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por a la suerte con un pez más grande que nadaba en dirección contraria: el pez más grande los saludó con la cabeza y les dijo: Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?».
La pareja de peces a la que Foster Wallace hacía referencia en la histórica charla que impartió en la Facultad de Kenyon no supo responder. El fundamento que impedía su respuesta era tan triste como sencillo: no sabían lo que era el agua. Toda la vida sumergidos en ella y jamás se habían parado a pensar en el medio en que vivían. Aunque si lo pensamos bien esto tampoco es tan raro: algunas ocasiones, los árboles no nos dejan ver el bosque.
Y es que conformar parte al mismo medio desde que naces, sin sacar la cabeza del agua ni abarcar selecciones, tiene el efecto de producir alguna miopía que impide ver con claridad; una deformación visual que en varias oportunidades puede ser tan fuerte que no nos permita enfocar la visión hacia lo más evidente: el medio en el que nos movemos, el «agua».
A las mujeres -y a los hombres- nos pasa algo parecido. Estamos tan familiarizados a vivir en un tipo de sociedad patriarcal y androcentrista que tenemos a considerarlo como algo «normal»; simplemente porque es «lo que siempre se realizó» y «lo que siempre existió» podemos caer en la trampa de pensar que «es lo que hay». Pero eso no piensa que esté bien, ni que no sea mejorable.
La miopía de la que te hablaba tiene solución. Si no quieres llevar a cabo mejor tu visión, sigue como hasta ahora: deja que te siga influyendo el cine, que te siga adoctrinando la televisión y que te siga marcando lo que está bien y lo que está mal esta sociedad apuntada ya hace tiempo por hombres. Pero si tienes alguna irritación por abrir los ojos, hay varias cosas que puedes realizar. Entre ellas, leer el libro escrito por Leticia Dolera. Aunque te advierto de que es un avance irreversible: si lo haces verás muy superior, pero jamás volverás a comprender las cosas igual.
Al «morder la manzana» te sentirás parte del colectivo al que tiene relación el título del increíble libro de Stefan Bollmann que se titula «Las mujeres que leen son peligrosas». Saborearás ideas de mujeres brillantes que abogaron por la igualdad entre sexos –Simone de Beauvoir, Rosa Luxemburgo, Clara Campoamor, Mary Wollstonecraft o Virginia Woolf– y comprobarás con ejemplos de hoy en día que sus teorías siguen estando de plena actualidad.
Verás que, aunque en los países del Primer Mundo hombres y mujeres ya somos iguales frente la ley, en la práctica no habitamos igualdad. Comprenderás que el feminismo no es lo contrario del machismo, sino una teoría y un movimiento habitual que persigue la igualdad real entre hombres y mujeres.
Te darás cuenta de que la vida es muy más difícil para una mujer que para un hombre -bueno, de eso indudablemente te habías dado cuenta antes, pero ahora mismo entenderás por qué- y es muy posible que comiences a escuchar una inconsciente susurrándote: «Esto no debe seguir así, esto lo debemos cambiar». ¿Pero cómo editarlo? No será fácil, pero es posible. No sólo es posible, intuyo que será ineludible en el momento en que legiones de mujeres en masa abran los ojos y piensen: «Basta ya».Enviado por:
Clarice Lagos
Curiosidades:
– «Morder la manzana» es el primer libro de la actriz y directora de cine Leticia Dolera y se convirtió en uno de los libros contemporáneos que mejor representan la corriente feminista que consiguió una colosal fuerza durante los últimos años en España. Leticia participó en series y films muy populares y su película «Requisitos para ser un sujeto recurrente», redactada, apuntada y interpretada por ella en 2015, ganó los premios al mejor guion novel, fotografía y montaje en el Festival de Málaga y fue finalista de tres Goyas.
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En «Morder la manzana» Leticia Dolera se sostiene en ideas de mujeres feministas que revolucionaron su tiempo. Una de ellas fue Virginia Woolf, que en «Una habitación propia» revela la evolución de su pensamiento feminista en relación con la literatura.Otros libros relacionados:Mareas
Toti Martínez de Lezea
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