Arthur Miller (1915-2005) arremete en esta obra contra el sueño americano de una forma directa a la vez que irónica y sin corazón. Un sueño americano que estimuló la ambición en la sociedad, pero quizás faltó una guía de uso de esa ambición, y en tanto que para unos sirvió de aliciente para luchar cada día por su optimización, para otros significó el castigo períodico de una autoimpuesta venda que les impidió ver sus propias limitaciones. Es la situacion de Willy Loman, el viajante de esta obra, quien con unos objetivos loables y con un carácter luchador es incapaz de continuar y llevar a cabo mejor en la vida porque no asume su inseguridad y confunde su misión en la vida. Es tal su incapacidad, que no consigue transformarse en el héroe dramático de su propia historia.
Willy Loman fracasa tanto en el chato profesional como en el plantel. En el primero, intenta mover a quienes le cubren un perfil de un vendedor de éxito; sin embargo, la realidad es que estamos hablando de un vendedor mediocre, incapaz de enderezar su trayectoria y necesitado de consejo y guía de sus “héroes profesionales”. Pero, hasta los que elige como héroes, son héroes por sus configuraciones económicas y no tanto por sus valores y logros. En el lote personal, fracasa desde el momento que siente la necesidad de sentirse amado a toda costa, lo que le transporta a engañar a su mujer y a querer encumbrar a sus hijos en perfiles que no les corresponde.
No olvidemos que «Muerte de un viajante» es una obra de teatro. Como tal se sirve de una secuencia de elementos como son la luz y la música para atrapar la atención del espectador/lector y para llevarnos de viaje por el tiempo y el espacio, o para simbolizar el estado de ánimo de los individuos al antojo de Arthur Miller.
Además del sueño americano, Miller nos enseña otros temas en esta obra. Por ejemplo cosas, el abandono que sienten los individuos. El padre de Willy Loman los abandonó a él y a su hermano en busca de prosperidad económica; en tanto que el personaje primordial se sumerge y regodea de su falta de historia familiar (hay que destacar la consideración de las semillas, que Loman se empeña en plantar, como símbolo de la necesidad de tener unas raíces familiares que poder transmitir a sus hijos) y su abandono paternal y económico, su hermano elige seguir los pasos de su padre y marcharse a buscar éxito (que sí consigue). Loman también se siente traicionado, primordialmente por su hijo Biff. Loman deposita en su hijo una secuencia de sueños, reflejo de sus propias ambiciones, pero Biff no tiene intención de agradar a su padre, quien piensa que su hijo lo ha traicionado. Esto nos transporta a otro de los temas que aborda Miller: la deformación del núcleo familiar quizá ocasionada por una sociedad consumista que ve alterados sus principios morales (encumbrando, por ejemplo cosas, el culto por la estética frente a la ética); pero es atrayente que Loman se siente traicionado e incapaz de sostener una familia unida, cuando es él mismo quien rompe ese equilibrio engañando a su mujer.
El uso del expresionismo en los diálogos, nos posibilita comprender los sentimientos de los personajes; la utilización de la ironía que hace Miller transforma la franqueza de los sentimientos en vacíos por la consideración que Loman brinda a una versión increíblemente materialista de su particular sueño de prosperidad. Esto unido a la sepa de un narrador, comprendido como tal, sino que son los propios individuos quienes cuentan su crónica, hacen de «Muerte de un viajante» la catástrofe irónicamente dramática de un hombre recurrente y corriente en una sociedad castigada en sus bases morales por las consecuencias de un sin corazón tiempo de guerra, que no por el momento no es el propósito que, se ve ser, tuvo Arthur Miller.Enviado por:
Irene Muñoz Serrulla
Curiosidades:
– Adjuntamos el enlace a la página web de Irene Muñoz Serrulla, la autora de esta reseña:
http://www.ims-correcciondeestilos.es/Otros libros de este autor:
En el punto de mira
Las brujas de Salem
Presencia
Teatro reunido
Todos eran mis hijos
Vidas rebeldes
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