Resumen de la película Pauline en la playa (Comedias y proverbios, III)

“Quien habla muy, cava su propia tumba”
Chr. de Troyes (citado al inicio de Pauline en la playa)

La cita de Chrétien de Troyes que abre Pauline en la playa podría aplicarse a muchas de las películas de Eric Rohmer, pobladas siempre por individuos que tienen en la palabra su indispensable virtud… y alguno de sus defectos. Es la situacion de los individuos primordiales de esta comedia vodevilesca sobre los complejos mecanismos del amor, la seducción y el enamoramiento, los cuales, siguiendo el dictado de sus expectativas sentimentales, no tienen ningún escrúpulo en conducir la realidad para intentar encontrar sus propósitos. Todos, menos la joven personaje primordial, Pauline (Amanda Langlet), en lo que supondrá su repentino combate con las complejas y egoístas formas de relación entre los superiores que se mueven a su alrededor.

Pauline en la playa se abre y se cierra con un idéntico chato de la verja de entrada al apartamento (fotograma 1) en el cual la personaje primordial pasará unos días de verano con su prima Marion (Arielle Dombasle). Una imagen que se usa para delimitar el espacio en el que se va a desarrollar esta comedia de iniciación de parte de la joven joven al complejo mundo de las relaciones afectivas entre superiores. Rohmer utiliza la mirada de la personaje primordial para desenmascarar los anhelos, la hipocresía y las fracasos de unos individuos que actúan desde una actitud condicionada por sus vivencias sentimentales pasadas: Marion es una muchacha naif que acaba de romper un fugaz matrimonio al que se abocó en busca de su idealizada concepción del amor (“No hay amor si no suponemos que será eterno”); Pierre (Pascal Greggory), el anticuado novio de Marion, vive atormentado por su incapacidad de asumir que su amor por Marion no sea correspondido; en tanto que Henry (Féodor Atkine) es un veterano que ya únicamente busca saciar su apetito sexual con fugaces relaciones desprovistas de algún deber sentimental (“He amado y me amaron. Ya estoy agotado de gigantes pasiones”).

Frente a estos individuos, la de Pauline se muestra como una observación todavía incorrupta y, entonces, incapaz de asumir el egoísmo que mira en el planeta de los superiores (“Yo podría criticaros a todos. Henry es un falso, y tú también. No sois sinceros”, le expresa en un momento de la película a Pierre). De hecho (y sin importar las expresiones de la protagonista) si la película pone a alguien en el punto de mira, lo ejecuta primordialmente con Marion y Pierre, sin lugar a dudas los individuos más hipócritas de la historia, los que se mueven por unas expectativas más egoístas. Henry, en su condición de conquistador sexual, es al final muy más sincero y transparente que aquéllos, de esta manera que le exhibe desde el primer momento a Marion (“yo no pienso en términos de posesión como tú”), lo cual no será impedimento para que ésta se eche en sus brazos creando en su imaginario una única fantasía amorosa (fotograma 2).

Esta diferenciación entre los tres individuos superiores (Pierre y Marion en un lado y Henry en el otro) queda ya plasmada en la secuencia de la primera cena en el lugar de vida de Henry, donde Rohmer nos enseña a Pauline y nuestro Henry en el mismo chato, en tanto que Pierre y Marion se detallan cada uno en planos aislados (imagen de su concepción egoísta e interesada del amor). No en vano, Marion y Pierre manifiestan durante toda la película su convencimiento de poder torcer los sentimientos de la persona a la que adoran para encontrar ser correspondidos: Marion en relación a Henry, y Pierre sobre nuestra Marion.

Esta actitud será la que provocará el indispensable malentendido que acabará demoliendo el frágil castillo de naipes sobre el que se habían constituido las complejas relaciones afectivas de la película: usando una sepa de Marion y Pauline, Henry seduce a una muchacha vendedora ambulante y, cuando Marion hace aparición por sorpresa, éste le hará creer que la vendedora estaba de todos métodos con el joven amigo de Pauline, Sylvain (Simon de La Brosse), que también se encontraba en el apartamento.

Lógicamente, se puede atribuir a Henry la deber de ocasionar el malentendido por propio interés (él es quien empuja a la vendedora y Silvain al cuarto de baño para intentar creer a Marion que eran ellos los que estaban juntos), pero hay en su gesto una actitud de espontánea autodefensa que no está en la posterior reacción de Marion y Pierre, muy más maquiavélicos en su accionar. Así, Pierre, que vió desde la calle a la vendedora desnuda en el cuarto de Henry (pero no a Henry; ya hemos dicho que estamos frente una comedia de formato desacomplejadamente vodevilesco), no dudará en ayudar primero a Marion para acusar a Henry y, cuando ésta le cuente aliviada su explicación (según la inverosímil versión de Henry que Marion no duda ni un minuto en aceptar como válida: que la vendedora estaba de todos métodos con Sylvain), en mover la patraña a la pobre Pauline (advirtiéndole de la supuesta infidelidad de Sylvain), que será en el final de cuenta la indispensable damnificada por la egoísta actitud de los superiores.

Consecuentemente, una vez desecho el malentendido (Pierre sabrá por boca de la vendedora que estaba con Henry y no con Sylvain, y así se lo aclarará a Pauline), la personaje primordial elegirá en el desenlace de la película pasar la noche en el lugar de vida de Henry en lugar de dejarse acompañar por el pusilánime Pierre, al que Rohmer muestra otra vez en un chato aislado frente a Pauline, Henry y Sylvain. Escena que dará paso a uno de los instantes más brillantemente reveladores de la película: a la mañana siguiente, Henry acude a la habitación de Pauline para despertarla y, frente a la imagen de la joven durmiente (depredador en esencia al fin y al cabo) , no puede omitir intentar seducirla con unos besos a los que la personaje primordial reaccionará propinándole una patada que brinda con Henry en el suelo (fotograma 3). La reacción desacomplejada de los dos individuos (Pauline observando entretenida a Henry y éste excusándose con naturalidad – “Bueno, ¿somos un hombre y una mujer, no?”) los sitúa en un chato de cooperación a años luz de la actitud hipócrita de Marion y Pierre.

Una actitud que Pauline asumirá con entretenida condescendencia en el la secuencia final de la película, cuando elige aceptar la cándida idea de Marion después de verse dejada por Henry: “Ayer pensé una cosa, pensé que no hay pruebas de lo que pasó con la vendedora. Henry pudo estar con ella y hacerme creer que fue Sylvain. Quisiera que no fuera así, porque sería horrible. Pero tú no deberías sufrir por algo que puede ser mentira. Repítete que es mentira. Convéncete. Yo seguiré convencida de lo contrario. Y así vamos a estar contentas las dos”. Pauline piensa un momento y por último facilita sonriente: “De acuerdo” (fotograma 4).

El automóvil se aleja, dejando en chato la verja de entrada con que se iniciaba la película.

David Vericat
© cinema primordial (enero 2014)

———————————————-
VER EN FILMIN
———————————————-