La neurocirujana Maggie Sullivan siempre y en toda circunstancia había trabajado en unas condiciones de extrema presión y sabía que debía bajar el ritmo ya antes de quemarse por completo. El mejor sitio, indudablemente, para conseguirlo era Sullivans Crossing.
El nombre se lo debía al bisabuelo de Maggie, y la tierra y la cautivadora tienda de supermercado en el cruce de caminos entre Rojo y Continental Divide pertenecía en esos instantes al excéntrico padre de Maggie, Sully. Ella se moría de ganas de poder permitirse una vida como la suya.
Pero el planeta de Maggie se tambaleó de pronto y debió hacerse cargo de Crossing. En el momento en que un senderista, mudo y de aspecto serio, Cal Jones, se ofreció a echarle una mano, sospechó enseguida de sus motivos, hasta el momento en que descubrió la auténtica razón de su aislamiento deliberado.
Aunque tanto Cal como Maggie estaban inmersos en una lucha por superar la pérdida y la soledad, el tiempo compartido había despertado en Maggie la esperanza de encontrar algo mejor en el horizonte toda vez que los dos consiguieran aprender a hallar la paz y la sanación, y tal vez el amor, juntos.