Pulgarcito es el protagonista de varios cuentos de hadas de los hermanos Grimm. En la versión de los conocidos hermanos, el protagonista es un pequeño enano hijo de una pareja de campesinos. Asimismo hay una versión de Converses Perrault, en la que Pulgarcito es el menor de siete hermanos, que son abandonados en el bosque por sus progenitores, al igual que Hansel y Gretel.
Nosotros vamos a contaros el cuento de Pulgarcito de los hermanos Grimm, una versión breve para leer ya antes de ir a dormir. Os dejamos entonces con el cuento corto de Pulgarcito.
Cuento infantil Pulgarcito
Había una vez una pareja de campesinos que deseaba tener hijos. Todas y cada una de las noches, sentados al lado del hogar, charlaban entre ellos:
–¡Qué triste es esta casa sin pequeños corriendo!– afirmaba el hombre
–¡Cuánto silencio, mientras que en las otras casas todo es alegría!– respondía la mujer
Sucedió por fin, que tras tanta espera y tantas oraciones, la mujer dio a luz a un pequeño, muy bello y perfecto, mas pequeño como un dedo pulgar.
A los progenitores no les importó. Lo amaban con todo el corazón, y en virtud de su tamaño, le llamaron Pulgarcito.
Los campesinos lo nutrían lo mejor que podían, mas el pequeño no medraba. Pasaron ciertos años, mas el chiquitín proseguía siendo tan alto como un pulgar. Pese a ello, era un pequeño listísimo, era capaz de lograr lo que se planteaba merced a su argucia, alén de su tamaño.
Un día su padre debía ir al mercado del pueblo para vender algunas gallinas y hortalizas. No podía llevar las gallinas y los vegetales de una sola vez, con lo que debería hacer 2 fatigosos viajes. En eso pensaba cuando afirmó para sí, hablando en voz baja:
–¡Esperemos tuviese alguien que me pudiese llevar el carro con las gallinas después!
Pulgarcito lo escuchó y deseó asistir a su padre:
–¡Deja de preocuparte papá! Yo te voy a llevar el carro a la hora que me digas
El campesino, riendo, le respondió:
–Eres demasiado pequeño para llevar las bridas, ¡jamás lo conseguirías!
Pero el pequeño estaba segurísimo de sí, y le afirmó al hombre que si su madre le asistía a enganchar las bridas, se subiría a la oreja del caballo y lo conduciría al pueblo sin inconvenientes. El campesino creyó que con probar no perderían nada, y admitió.
De camino al pueblo
A la hora establecida, la madre enganchó el caballo al carro y Pulgarcito se sentó en la oreja del animal. Desde allá le iba dando órdenes: «¡Arre! ¡Soo!». Todo iba conforme los planes del pequeño, hasta el momento en que con el carro cogió el camino que atravesaba el bosque. Allá se encontró con 2 forasteros, que sorprendidos, vieron pasar un carro y escucharon la voz del carretero, mas no consiguieron verlo por ninguna parte.
–¡Acá sucede algo extraño! Vamos a proseguir al carro a ver si lo descubrimos– afirmó uno de los forasteros.
Finalmente el carro llegó al mercado, y cuando Pulgarcito vio a su padre le gritó:
-¡Papá estoy acá, ayúdame a bajar!
El campesino aproximó su mano a la oreja del caballo, y el pequeño brincó en ella. Al verlo, los forasteros no podían dar crédito a sus ojos. Creyeron que podrían volverse ricos exhibiendo al pequeño en miniatura de urbe en urbe, y se dirijieron al campesino para hacerle una oferta:
–Campesino, véndenos al hombre, lo vamos a tratar bien– le dijeron
–Es la luz de nuestros ojos, ¡no lo daría ni por todo el oro del planeta!- les respondió
Pero el pequeño, que había escuchado toda la charla, se encaramó hasta el hombro de su padre y le murmuró al oído:
–Acepta papá, precisamos el dinero y conseguiré regresar prontísimo.
Entonces el hombre, a sabiendas de que su hijo era muy capaz de arreglárselas para volver a casa lo antes posible, y apremiado por las necesidades que pasaba la familia, admitió la moneda de oro que lo ofrecieron los forasteros y los vio distanciarse con Pulgarcito.
Pulgarcito y los ladrones
Después de mucho andar se hizo por la noche, y Pulgarcito solicitó a los forasteros que lo bajaran al suelo para poder hacer sus necesidades. El hombre que lo llevaba en el hombro de esta manera lo hizo, dejándole al filo del camino, donde se extendía un campo.
El pequeño se adentró un poco en el campo y, ni lento ni perezoso, se ocultó en una madriguera de liebres. «Adiós caballeros, podéis proseguir sin mí«, les chilló desde adentro a los forasteros, burlándose. los hombres desearon meter sus manos en el orificio para sacarlo, mas fue en vano; al final, tras horas de hacer intentos errados, se dieron por vencidos y se distanciaron por el camino. Pulgarcito decidió aguardar en la madriguera a que clareara el día, para regresar a casa.
Al poco rato, escuchó las voces de unos hombres que pasaban por el camino. Charlaban de de qué manera podrían hacer para quedarse con el dinero y la plata de un sacerdote. Pulgarcito creyó que podía aprovechar la ocasión para regresar con algo de dinero a casa.
–¡Yo os afirmaré de qué manera hacer!– les gritó
Los ladrones no comprendían de dónde procedía aquella voz que les llamaba, hasta el momento en que por último vieron a Pulgarcito entre las yerbas.
-¿Tú vas a asistirnos? Si eres poco más grande que un microbio- rieron los hombres.
–Justamente por esta razón os puedo asistir. Me voy a meter sin ser visto en el cuarto del cura, y os voy a pasar por la ventana todo cuanto deseéis.
Los ladrones admitieron y lo llevaron hasta la casa del cura. Pulgarcito se metió dentro del cuarto, y chilló con sus fuerzas:
–¿Deseáis llevaros todo cuanto hay acá?
Los hombres le afirmaron que bajara la voz pues podría despertar a alguien, mas el pequeño prosiguió chillando tal y como si no les hubiera oído:
–Entonces, ¿vais a llevaros todo cuanto hay en la casa?
La chef de la casa oyó los chillidos, y se ocultó para poder ver qué sucedía. Los hombres, miedosos de que alguien los descubriera, insistieron:
–Vamos pequeño, deja ya de jugar y pásanos algo
–Enseguida- dijo Pulgarcito- ¡solo debéis exender las manos!
La chef, que había oído todo, salió corriendo cara la puerta al grito de «¡ladrones, ladrones!». Los maleantes salieron corriendo despaboridos, y Pulgarcito aprovechó la confusión para escapar y meterse en el establo de la casa.
Pulgarcito y la vaca
El pequeño procuraba un sitio donde dormir hasta el momento en que amaneciese, para poder volver a su casa. Se acomodó sobre una montaña de heno y se quedó dormido. Al amanecer, la criada se dirigió al establo para nutrir al ganado. Con la horca cogió un sinnúmero de heno, con tan mala suerte que eligió justamente el montón en el que dormía Pulgarcito.
El pobre muchachito se despertó de su pesado sueño cuando ya estaba en la boca de la vaca. La vaca tragó el heno, y con él a Pulgarcito. El pequeño se halló en el obscuro estómago de la vaca, rodeado de yerba y con cada vez menos espacio para moverse, puesto que la vaca proseguía comiendo. Llegó un instante en que, verdaderamente atemorizado, empezó a chillar con sus fuerzas:
–¡Ya basta de forraje por favor!
La criada, al escuchar este grito agobiado, y sin ver a absolutamente nadie a su alrededor, salió corriendo atemorizada hasta la casa gritando:
–¡Señor sacerdote, la vaca habla!
–¿Estás desquiciada mujer?- le respondió el sacerdote, pensando que su criada había perdido la razón. Mas como la mujer no dejaba de chillar, la acompañó al establo para poder ver qué ocurría. Cuando oyó que alguien se aproximaba, Pulgarcito volvió a gritar:
–¡Ya basta de forraje por favor!
El cura creyó que un mal espíritu había poseído al animal, y ordenó que la matasen. De esta manera se hizo, y el estómago de la vaca, en el que estaba encerrado Pulgarcito, fue lanzado a la basura.
Pulgarcito y el lobo
Con mucho trabajo, Pulgarcito consiguió abrirse paso hasta el exterior, con tan mala suerte que justo en el instante de asomar la cabeza, vio a un lobo hambriento que se tragó el estómago -y a Pulgarcito- de un solo mordisco. El chiquitín no se desalentó. «Tal vez pueda hacer razonar a este lobo«, pensó. Entonces, desde su panza, le dijo:
–Señor lobo, podría llevarle a un sitio donde vas a poder comer hasta hartarte. En la despensa de esta casa hay embutidos y tocino al por mayor… va a poder comer hasta hartarse.
–¿Y dónde es ese sitio?– preguntó el lobo.
Pulgarcito le explicó como llegar hasta su casa. Sabía que sus progenitores tenían en la despensa todos y cada uno de los embutidos que preparaban para vender en el mercado. Llegados a la casa, hizo entrar al lobo por una pequeña ventana en la despensa, donde comió hasta hartarse. Tanto había comido, que ya no pasaba por la ventana para poder salir. Este había sido el plan de Pulgarcito desde el comienzo, que se puso a chillar con sus fuerzas. El lobo procuraba callarle, ¿mas de qué manera podría enmudecer a su tripa?
Con tanto alboroto, los progenitores de Pulgarcito despertaron, y al ver por una rehendija que había un lobo en la despensa, corrieron a armarse de hacha y hoz. El padre del pequeño le afirmó a su mujer que se quedase detrás de él preparada con la hoz, mas Pulgarcito escuchó su voz y empezó a gritar:
–¡Papá soy , estoy en la panza del lobo!
Loco de dicha mas preocupado por el destino de su hijo, el campesino le dio un hachazo en la cabeza al lobo, que cayó fallecido al momento. Con una tijeras, padre y madre abrieron la barriga del animal y salvaron a su hijito.
-¡Hijo qué sofocación hemos pasado! ¡Jamás más dejaremos que te distancies de nosotros por ningún motivo!
–No os preocupéis, he tenido demasiadas aventuras y muy peligrosas; desde el día de hoy me voy a quedar siempre y en todo momento con vosotros- dijo Pulgarcito
Y acariciando y besando a su querido hijo, los progenitores le llevaron a casa, le dieron de comer y tomar, y lo acompañaron a reposar por último en su cama, tras tantas y tan peligrosas aventuras.
Pulgarcito, el cuento animado
Si te ha agradado el cuento Pulgarcito, ahora puedes ver la historia animada:
La moraleja de Pulgarcito
¿Cuál es la moraleja de este cuento? Puesto que por una parte, aprendemos que con inteligencia y fuerza de voluntad, podemos hacer en frente de cualquier inconveniente. Por otra parte, entendemos que no hay nada más esencial que el amor de la familia, un sitio seguro al que siempre y en todo momento vamos a poder volver.