Bestiario es el primer libro de cuentos que Julio Cortázar publicó con su auténtico nombre.
Pero no hay en estas ocho proyectos maestras ni el menor balbuceo ni resacas juveniles: son especiales.
Estos cuentos, que hablan de elementos y hechos cotidianos, pasan a la dimensión de la pesadilla o de la revelación de un método natural e indetectable. Sorpresa o irritación son, en cada texto, un condimento que se añade al exitación indescriptible de su lectura.
Sus cuentos nos desazonan porque tienen una característica muy extraña en la literatura: se nos quedan observando, como si esperaran algo de nosotros. Después de leer estos reales clásicos del género, nuestra opinión sobre el planeta no puede seguir siendo la misma.
Básicamente, estamos hablando de una muchacha llamada Isabel, quien pasará el verano en el lugar de vida de sus parientes snob, Los Funes, en una casa grande con peones, un arroyo, vegetación y un tigre que se pasea libremente por la vivienda y la huerta. Su madre y su empleada Inés suponen que debe seguir a esa casa porque el tigre es vigilado por el Capatáz Don Roberto. En el desenlace, el felino broma la supervisión y aniquila al tío Nene, dueño de la propiedad. En esta familia interactúan primos y sobrinos con sentimientos encontrados.
Isabel vive despreocupada en su casa, cuando viaja pasa unas vacaciones extrañas en el lugar de vida de sus parientes Funes, está con el primo alegre y juguetón, pero vive semi encarcelada por las restricciones del horario del tigre, quien impone un estado de sitio temporal momentáneo por donde avanza. Ni ella ni sus primo tiene independencia de movimiento, así que planifican con tiempo sus juegos, el de más dedicación para ellos es asegurar de un formicario el tiempo que están encerrados.
Ellos emiten su encierro a estas hormigas, a unos caracoles y a una mamboretá o mantis religiosa. La sobra de tiempo les posibilita coleccionar hojas del jardín para estudiarlas durante su encierro. Isabel piensa que si las hormigas escapan, serán las únicas que no tendrán miedo al tigre. Sólo juegan a la paleta pelota una vez en el jardín, ocasión en que Nino, el primo de Isabel, rompe la ventana de la habitación de Nene, quien se desquitará golpeado al mocoso.
En este sitio hay un felino, quien impone el terror en la vivienda y causa la zozobra porque algún hecho como almorzar o seguir a la salón es ligado de su presencia. El elemento fantástico radica en el silencio sobre su origen, no dicen si es una mascota dañina, o si vivía en el jardín desde antes que compraran la vivienda. Se piensa que es gente que vive de sus rentas que puede costear la manutención de una fiera como tal. No se topan de frente con él, el único desprevenido es Nene quien es eliminado frente todos.
El tigre divide el espacio de la vivienda, su sepa lo ejecuta habitable y su presencia riesgoso. Nene es su única víctima, el personaje petulante, con poses de intelectual, que no se transporta bien con los chiquillos. La vida en la vivienda de los Funes de los Horneros gira cerca de él. Los peones y el capataz montan guardia para vigilarlo. Es atrayente que a ellos no les pase nada si paran más tiempo en el inmenso jardín. Es sigiloso, su presencia requiere ser descubierta por otros.
La extrañeza de la situación de los Funes, llega al absurdo de aguardar tanto a que el felino se decida atacar. También de sostener que los pobladores de la vivienda tienen la oportunidad de estar seguros dentro de sus cuartos mientras el animal está en la salón, cómo si no pudiese con su fuerza y peso echar abajo las puertas, por muy aseguradas que estén. Se rompe el orden lógico, nadie ni la familia ni las autoridades necesitan que se derive al tigre a un refugio o a un zoológico.
Todos se los conoce como por su nombre y distribuyen horarios, son tres hermanos Funes: Luis, Nene y Rema, la menor. Nino es muy travieso para Isabel pero igual elige ir de viaje. Rema muestra aprecio por su sobrino Nino, despertando los celos de Nene. Este no facilita la limonada que le manda Isabel, porque quiere que Rema personalmente se la otorgue.
Aparte del amor incestuoso hay una relación de desconfianza, Nino y su padre Luis, no osan entrar al estudio de Nene por sus rabietas. La familia está dentro a la fuerza, quizá todos son herederos de la propiedad. Es atrayente que Luis y Nene no se integren, más allá de que los dos tienen afición por la lectura. Isabel es invitada solo para que acompañe a su primo menor Nino durante el verano. Los dos son los únicos inferiores de edad en esa casa donde la vida es triste por las fisuras entre familiares.
El tigre desecha al familiar incómodo, ya que la vida en la vivienda Funes, está subordinada a él, es un personaje que tiene la decisión de normalizar la familia, sacando al gruñón de circulación. El tigre sanciona el incesto en el relato, ya que no posibilita que la relación entre Rema y Nene se culmine o perdure si ya existía. Rema está obsesionada en los caracoles durante el ataque a Nene, se entera pero no lo lamenta.
Rema agradecerá a Isabel haberle contagiado el interés de los caracoles para desentenderse de Nene, y llega a sentir la desaparición de su hermano incestuoso como una liberación.
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