Según lo que relata el creador, ser argentino es una compañía cada vez más difícil. Los argentinos han atravesado instantes difíciles, y siempre los han superado. Las esperanzas de esta sociedad están debilitadas, y la sensación de indecisión frente el futuro está en su punto más prominente. Sin embargo, Aguinis dice que no dejaron de sentir orgullo por haber nativo de esta tierra.
La condición contradictoria del ser argentino es abordada con maestría por este escritor, que detalla las causas por las que los argentinos tienen que apostar por la promesa, analizando los defectos que arrastran de generación en generación, desnudando a los corruptos, denunciando el facilismo, el doble alegato y la queja estéril.
El atroz encanto de ser argentinos responde a una contradicción: ¿Cómo puede ser atroz un encanto? Y sucede que ser argentino es una compañía cada vez mas difícil. Emociona serlo, pero se sufre por esto. Aguinis dice que La Argentina no esta desahuciada. Puede volver como estaba y lograr el nivel de vida de países que hoy se detallan como sitios deseables de su juventud. El sendero por recorrer es sinuoso y está lleno de obstáculos, pero tienen la posibilidad de vencerse tomando conciencia de los defectos y potenciando las virtudes.
Aqui, un fragmento de este libro:
» Una última observación. La viveza crece bajo el autoritarismo. Se cuela con poco ruido entre los colmillos del poder, al que halaga y, de forma simultanea, pincha huidizamente las encías. No posee escrúpulos en formar parte del festín transgresor. La ley es socavada por el mandamás de turno. El vivo es cómplice y trata de conseguir el más grande beneficio viable. La corrupción – toda corrupción– le excita los sentidos.
Hemos de cuestionarnos, entonces, si los desaparecidos, esa despiadado desgracia que nos convirtió en uno de los ejemplos más crueles de la maldad humana, no son la enorme avivada del Proceso. Los dueños del poder secuestraban, torturaban, asesinaban y luego… con cara de angelitos piolas, decían: “Se fueron al exterior», “no entendemos nada». Pero sabían. Porque antes de dejar el poder cometieron el cobarde delito de quemar una cantidad enorme de ficheros, de la misma forma que los delincuentes que borran prolijamente sus huellas. Si no se consideraban responsables, ¿por qué los destruyeron? Esa sola actitud representa una confesión de parte.
Detrás de la entidad horrible llamada desaparecidos reinó el festín transgresor, el resentimiento, la rapiña, el desprecio, y la patológica sensación de víctima que brinda el derecho de transformarse en victimario. La “guerra sucia» justificaba todo, inclusive descuidarse de que las Fuerzas Armadas representan al Estado y no tienen la posibilidad de accionar ajeno de la ley. Pero en vez de llevarlo a cabo como autorizaba la misma ley, inclusive la militar, y asumirlo de frente, el Desarrollo eligió la ruta de la viveza. Que es muy argentina. Y nos ha costado caro.
Por ende, si ese asesinato en masa es la expresión trágica de la estructural viveza criolla, se añade un fundamento muy poderoso para elegir que a esa corrosiva picardía le llegó la hora de una despiadada descalificación. «
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