La historia, a pesar de lo que nos enseñaron en el instituto, no es un relato muy frecuente de crueldades cometidas por un sinfín de reyes, déspotas y generales: es una construcción colectiva, algo de lo que todos somos protagonistas. En El imperio sin sol, crónica apasionada del despegue del Imperio de España, el protagonista no es un personaje encumbrado, sino más bien un hombre normal: un joven aragonés que, sin más ni más empeño que sacar adelante su vida, transforma esta en una aventura tan inigualable como el propio instante que le toca vivir.
No espere el lector hallar acá una habitual novela de espadachines (si bien va a haber espadas, picaresca y idilios), sino más bien el relato de quien partiendo de la miseria sin esperanzas propia de un Lazarillo se ve envuelto en una aventura tras otra: de las intrigas del la capital española cortesano a la agitación de las guerras de Italia, el enfrentamiento contra los turcos en el Mediterráneo o bien el cautiverio en Berbería.