El tango de la guardia vieja, es una novela redactada por el constructor español y a su vez, integrante de la Real Academia de la Lengua, Arturo Pérez-Reverte. Estamos hablando de una novela con muy amor e intriga, cuya trama avanza durante 4 décadas en relación a tres instantes puntuales: Uno de ellos pasa en un buque de vapor en la ciudad de Buenos Aires del año 1928. El otro se brinda en la ciudad francesa de Niza de 1937, y el último en el Sorrento de la década de los 60, en la mitad de una Guerra Fría.
Uno de individuos primordiales de esa novela, es el hermoso bailarín y más adelante chófer, Max Costa, con la rica y muy distinguida Mecha Inzunza. Ellos vienen siendo una pareja de jóvenes bien apuestos, a los que pasiones urgentes como la vida los unen, mientras se miran a los ojos al tener la oportunidad de bailar un tango, en el salón hermoso, sutil y desierto de un búque transatlántico que navega en el mar durante en la noche. Ahi estuvieron trazando, sin percatarse de lo que hacían, al moverse mientras estaban abrazados, la gráfica de un mundo totalmente falso cuyas luces fatigadas se apagan por siempre.
Posteriormente, se expone un particular desafío que protagonizan dos músicos, llevando a uno de ellos a Buenos Aires en el año 1928; después a un asunto de espionaje que sucede en la Riviera francesa, en la época de la Guerra Civil española y una alucinante partida de ajedrez en Sorrento. El lector, tiene la oportunidad de disfrutar las habilidades de Arturo Pérez-Reverte, para construír una colosal historia de amor, dentro de una muy larga ilustración de la crónica de una Europa de los años veinte, treinta y sesenta. Todo lo citado es resaltado con una mezcla de aventura, erotismo y carga sexual.
En cuanto esto último, podemos ver algunos ejemplos. En el Capitulo 1, El Bailarín Mundano, hay un fragmento que dice así: “Le asombraría comprender cuántas niñas sueñan con vestirse de princesas, y cuántas mujeres adultas desean vestirse de putas», lo cual dice el personaje del Conde Boris Dolgoruki-Bragation.
Mientras que en el Capítulo 3, Los Tipos de Antes, otro fragmento dice lo siguiente: “Ninguna mujer, no la mía, vale más de un billete de cien pesos o una noche en vela, a menos que uno esté enamorado de ella».
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