Leones muertos vuelve a poner en solfa a los agentes del MI5 apartados del cuerpo, que, sin pretenderlo, se encuentran con células yacentes y espías conocidos de la Guerra Fría.
Los agentes de la Casa de la Ciénaga, donde los mandos del servicio de inteligencia británico mandan a los espías caídos en desgracia, reciben el encargo de resguardar a un oligarca ruso de visita en el país que el MI5 pretende alistar en sus filas. Mientras que 2 agentes son mandados al trabajo de vigilancia, Dickie Bow, un viejo espía de la temporada de la Guerra Fría, es hallado fallecido en los asientos traseros de un autobús a las afueras de Oxford.
Y si bien todos y cada uno de los rastros apuntan a un fulminante ataque al corazón, Jackson Lamb, el jefe de la casa de la Ciénaga, está seguro de que Dickie Bow ha sido asesinado. Pues si has sido espía, lo eres por siempre, y Dickie era un veterano de la información, cuyo trabajo en el Berlín de los años de plomo lo consagró como un agente inusual. De esta manera, cuando Jackson Lamb y sus hombres, sus «caballos lentos», comienzan a investigar, ponen al descubierto una obscura confusión de secretos de la Guerra Fría que semeja conducir a Alexander Popov, una vieja historia de leyenda soviética o bien quién sabe si el hombre más peligroso del planeta. ¿Cuántos fallecidos más se precisan para sostener esos secretos ocultos?