Según este libro de Rousseau, el estado nacido del pacto inicial entre los hombres tiene la obligación de asegurar la independencia a través de las leyes, fomentar la igualdad distributiva de la riqueza y alentar un sistema educativo apoyado en comunicar en los niños un fuerte sentimiento de amor por la colectividad. Sobre estos provecho se basa el difícil equilibrio propuesto por Rousseau en «El contrato popular», una obra primordial entre los enormes clásicos del pensamiento político.
Se dice que este libro fue uno de los varios incitadores de la Revolución francesa por sus ideas políticas. Bajo la teoría del contrato popular se fundamenta parte importante de la filosofía liberal, en particular el liberalismo clásico por su visión filosófica del sujeto como primordial, que después escoge vivir en sociedad por lo cual requiere del Estado de Derecho que asegure las libertades para lograr convivir. Así también dicen que en este libro se dan a conocer lo que más adelante serían los principios de la filosofía política socialista, en parte por el criterio de la intención general.
Lo que hace de este libro de Rousseau un clásico fundacional del pensamiento político de la modernidad es el modo en que elabora una teoría de la soberanía como sujeto y una formulación del criterio de la legitimidad como instancia crítica.
El Contrato popular, como nuestro Rousseau nos sugiere en las «Confesiones», constituye la sección primera doctrinal de una obra sobre Instituciones políticas donde el creador comenzó a trabajar hacia 1750 y que, posiblemente por causas teóricas, jamás llegó a terminar.
Así como en el «Emilio» Rousseau narra y teoriza la construcción de un sujeto humano, a la vez individual y genérico, que ejemplifica la construcción de una identidad racional, donde cultura y naturaleza se entrelazan de manera no opresiva, el Contrato popular edifica un sujeto colectivo, la intención general, que facilita suponer el tipo de vínculo popular legítimo en el que no habría contradicción entre sujeto y colectividad.
Más allá de los debates específicos a que la iniciativa de Rousseau ha conducido, su actualidad es destacable en una sociedad como la nuestra que, al comentar de «muerte de lo político» y hasta de «sociedad sin hombres», se está quedando sin categorías filosóficas desde las que suponer el espacio político importante para dirimir los nuevos conflictos.
En el primer libro Rousseau parte de la proposición que piensa que todos los hombres nacen libres e iguales por naturaleza. Nos habla del estado originario del hombre, asegura que la familia es el primer modelo de sociedad política. El creador toma contraparte en la afirmación del derecho del más fuerte, no comparte ideología con esta y asegura que esa filosofía es errónea.
Después de comentar sobre la inhumanidad de la esclavitud y sobre el derecho de los demás sobre un individuo, que son nulos, nos sugiere que es un pacto social; y dice: Todos nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la intención general, recibiendo a cada integrante como parte indivisible del todo.
El creador del ensayo original distingue tres tipos de libertades: la independencia natural, que es la que se pierde tras el contrato, la independencia civil que está limitada por la intención general y la independencia moral, «que es la única que transforma al hombre en amo de sí mismo. El pacto popular transforma en iguales a los hombres por convención y derecho.
En el segundo libro tiene como función determinar más que nada del criterio de «intención general». Al ejercicio de esta intención lo llama Rousseau «soberanía», resaltando su inalienabilidad e indivisibilidad. También examina las nociones de «ley», que no sería otra cosa que un acto de la intención general, oséa, donde el «pueblo» sería el «legislador».
Otro aspecto considerable que se toca es este libro es la clasificación que se producen de las leyes, el creador las divide en tres leyes primordiales, que son leyes políticas, leyes civiles y leyes penales, pero anexa una más, no como ley natural, si no como parte de lo que tiene como función regir a la sociedad, como lo son las prácticas y raíces de la misma.
En el tercer libro, que es el más riguroso, se ocupa principalmente del gobierno y de sus formas. El gobierno es «un cuerpo intermedio predeterminado entre los súbditos y el soberano para su recíproca correo, solicitado de la ejecución de las leyes y del cuidado de la independencia, tanto civil como política». El gobierno no es otra cosa que el ejercicio legítimo del poder ejecutivo. El poder legislativo, por su lado, siempre forma parte al pueblo y sólo puede formar parte a él.
En este mismo libro, tiene como función determinar y clasificar las distintas maneras de gobierno, sin asegurar que alguna sea mejor que otra, pero si diciendo cual puede ser mas eficaz en relación de las condiciones sociales, y dice que la forma de gobierno mas eficaz es aquella que conserva el propósito escencial de los pactos sociales, que es la conservación y multiplicación de la clase humana.
En el último libro, el cuarto, empieza comentando de la amabilidad y rectitud de los hombres simples. Éstos requieren escasas leyes. Regresa a insistir en la noción de intención general, la intención recurrente de todos los integrantes del Estado.
Tras comentar de las selecciones, hace un extenso capítulo sobre la narración de Roma y, a continuación, protege la necesidad de la dictadura como elemento para impedir y arreglar los instantes de crisis en las repúblicas. También sabe que es necesaria la censura, que es la manifestación de la opinión pública.
Al final de este capítulo agrede a la religión cristiana, ya que es incompatible con la libertad; lo católico es contrario a la república. Rousseau aboga por una profesión de fe totalmente civil y ofrece frente a los dogmas de religión las normas de sociabilidad.
[continua]
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